
La ciencia como patria
Mehrnoosh Arrar es investigadora en el Instituto de Cálculo de Exactas UBA. Estadounidense, hija de inmigrantes iraníes, química y flamante ganadora del Premio L´Oréal-UNESCO 2025 en la categoría beca por su trabajo sobre el desarrollo de estrategias antivirales para el virus del dengue. En diálogo con NEXciencia, explica su proyecto, cuenta por qué eligió la ciencia argentina y destaca a las mujeres científicas que la marcaron en su vida.
“Cuando me enteré no lo podía creer” –expresa Mehrnoosh Arrar al referirse a su flamante premiación–. “Me presenté a la convocatoria sin expectativas de recibir ni siquiera una mención, pero me animé porque me pareció que era una manera de que la comunidad conozca mi trabajo”.
Arrar se dedica a buscar estrategias antivirales para combatir la replicación del dengue mediante simulaciones de dinámica molecular. Su especialidad es el modelado molecular de biomoléculas. “Haber ganado el premio es un reconocimiento al esfuerzo, no solo mío, sino de todo el equipo con el que trabajo, particularmente por los arduos últimos dos años para continuar con los proyectos científicos”, completa la investigadora afirmando que el financiamiento recibido es “una ayuda enorme”.
“El premio otorga diez millones de pesos para la categoría beca. El último PICT que recibí fue de un millón de pesos (los Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica que otorgaba la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación), del cual sólo obtuvimos el primer desembolso, el segundo ya no se va a concretar”, relata la científica. Y suma: “Estábamos operando en cero, pagando con los sueldos y con mis ahorros lo básico: inscripción a congresos, resmas de papel. También intentando reciclar compus disponibles en el instituto, que nos brinda elementos de manera provisoria para continuar trabajando”.
Resulta llamativo que una joven y prometedora científica estadounidense se encuentre liderando un laboratorio en Buenos Aires en condiciones de ajuste y precariedad.
Vocación de mujeres
Quizás resulte llamativo que una joven y prometedora científica estadounidense se encuentre en esa situación, liderando un laboratorio en Buenos Aires en condiciones de ajuste y precariedad, dificultades que se suman a la disparidad de género. Según el sitio oficial de la UNESCO, el premio busca reconocer a investigadoras que “han contribuido a superar los desafíos globales actuales”, ya que sólo el 33 por ciento de los investigadores son mujeres.
“Me parece lindo que exista este premio con el enfoque hacia las mujeres. Sabemos, con mucha información disponible, que existe una brecha de género que es más notable para los cargos de mayor jerarquía, en todos los ámbitos de la ciencia y en todas las profesiones”, sentencia Arrar. “Sé que no estaría donde estoy ahora si no hubiera tenido mujeres cercanas en cada momento de mi trayectoria que me ayudaron a conectar con lo que sí disfruto, que es hacer ciencia, y superar la barrera de pensar que no podía y que esto no era para mí”, expresa la científica y destaca a una profesora del secundario que “fue súper importante”.
“Yo quería ser pediatra –recuerda– porque era una profesión más cercana y cotidiana. Mi profe de química era doctora en ciencias químicas y nos hablaba sobre su trabajo de investigación y que había decidido dejar la carrera académica por la docencia. Ella me dejaba ir a un pequeño cuartito que tenía atrás del aula, donde preparaba soluciones para los trabajos prácticos, era como un pequeño laboratorio, y durante los recreos y los tiempos libres, no sé por qué, yo iba ahí con ella y me daba ciertas instrucciones y sentía que estaba experimentando de verdad. Esa influencia me impactó mucho y seguramente es la razón por la cual terminé estudiando química”.
“Cuando llegué en el 2008, yo no sabía nada de Argentina, no podía hablar castellano, llegué sin ninguna expectativa ni conocimiento previo, pero acá me recibieron muy bien”.
No fue la única, Arrar también reconoce a sus colegas: “Puedo hablar de mi primer estudiante de doctorado, tal vez sea menos esperado pensar que una estudiante va a formar tu carrera, pero para mí fue así. Después de mi segundo embarazo, estaba terminando mi posdoctorado y lista para abandonar la ciencia, convencida de que no iba a poder armar un grupo de verdad ni conectar con la trayectoria científica. Y ella me insistió. Me dijo que quería hacer el doctorado conmigo. Habíamos hecho su tesina de grado pero yo pensaba que no estaba lista para dirigir una de doctorado. Ella siguió insistiendo y acepté dirigirla. Eso cambió todo”.
También menciona a otra estudiante que se acercó y le pidió ayuda: “Ella siempre va a pensar que me debe todo y yo pienso, en verdad, que es al revés, que yo le debo a ella. Si no se me hubieran acercado ellas dos buscando mi ayuda, yo tal vez hubiese abandonado. Tengo la suerte de estar rodeada de colegas, referentes que admiro un montón y que también son vínculos humanos que me sostienen”, asegura.
Los caminos de la vida
Cuando la joven Mehrnoosh Arrar, estudiante de química en la Universidad de Florida, decidió participar de un intercambio internacional, su director le propuso viajar a Argentina, un país lejano y bastante desconocido para la joven estadounidense hija de inmigrantes iraníes. Casi dieciocho años después, como investigadora del CONICET, Arrar defiende a la ciencia nacional desde su oficina en el moderno edificio Cero + Infinito de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.
“Mi director de tesina en ese momento era quien impulsaba el programa de intercambio y me propuso ir a Argentina tres meses a trabajar en Exactas en el grupo de Darío Estrin, con el cual él colaboraba haciendo química computacional. Fue en el 2008. Yo no sabía nada de Argentina, no podía hablar castellano, llegué sin ninguna expectativa ni conocimiento previo, pero acá me recibieron muy bien”, relata Arrar.
Afirma que se entusiasmó con la calidez y el compromiso. “Me vino a buscar un integrante del grupo al aeropuerto, incluso me alojó una noche porque no estaba listo mi alojamiento, me dieron una “Guía T” y me explicaron cómo llegar a Ciudad Universitaria y cómo moverme por la ciudad. Tuve un recibimiento muy cálido”, relata. Y suma: “Desde el proyecto científico también me impactó mucho el involucramiento de todos: estudiantes de grado, de doctorado, investigadores, profesores. Me pareció súper participativo, muy colaborativo, había discusiones en el almuerzo, en el café, en todo momento. La ciencia pasaba por la vida cotidiana. Eso me gustó mucho”.

Mehrnoosh Arrar en el edificio Cero + Infinito de Ciudad Universitaria.
Sin embargo, finalizados los tres meses, Arar volvió a su país y se graduó, aunque “las colaboraciones y los vínculos siguieron”. “En el medio hay una historia personal, mi marido es argentino”, resalta. Una historia que se desarrolló en San Diego. “Durante mi pasantía, sólo nos habíamos conocido, después nos vimos en congresos y se fue a San Diego cuando yo hacía mi doctorado. Vivimos allí durante cuatro años hasta que llegó el momento de cambiar otra vez de lugar de trabajo, porque así es la ciencia. Estaba viendo dónde hacer mi posdoctorado, con la posibilidad de ir a otra ciudad de Estados Unidos, pero en ese momento estaban repatriando científicos en Argentina y él tenía la chance de volver”, cuenta.
“Era un movimiento de dos cuerpos –señala Arrar– teníamos que resolver para ambos, por eso me presenté a una beca de la National Science Foundation, de Estados Unidos, muy reconocida y competitiva y prácticamente sin antecedentes de que se la otorguen a alguien para irse a Latinoamérica. Yo había presentado el proyecto para trabajar con Darío Estrin, con Marcelo Martí y con Fernando Goldbaum del Instituto Leloir. Y me salió”.
Así, la investigadora volvió a nuestro país para hacer su posdoctorado y ya nunca se fue: “Después de esa experiencia de dos años, estaba cómoda, me había instalado, tenía colegas, amigos y amigas y terminé haciendo otro posdoc, me presenté a carrera y las cosas fueron saliendo. Así pasaron once años y ahora soy investigadora del CONICET en Buenos Aires y cada tanto, cuando me reencuentro con mis colegas de Estados Unidos, nadie lo puede creer y yo tampoco, pero estoy bien acá”.
Tres ciudadanías
El trabajo de Arrar podría derivar en una droga que combata la enfermedad del dengue una vez contraída. Hoy, y desde hace poco tiempo, existe una vacuna para prevenir el contagio. Sin embargo, lo que investigan también puede ser útil para el desarrollo de las vacunas. “La vacuna es un virus atenuado, es decir, que no se replica tan bien. Entonces, entender los puntos sensibles de este complejo de replicación es útil para las dos cosas”, explica la investigadora.
“Ya soy argentina, mis dos hijos nacieron acá. También soy estadounidense y soy iraní, tengo las tres ciudadanías que fluyen en mi identidad”.
“Estamos estudiando la helicasa del virus del dengue, una proteína fundamental para la replicación del virus”, precisa. Y continúa: “Venimos enfocados en su función como motor molecular, en lo que tiene que ver con hacer disponible el genoma viral para que sea copiado. La helicasa tiene un sitio funcional en donde hidroliza el ATP (molécula esencial que almacena y suministra la energía de la célula) y estamos estudiando cómo es esa relación entre el sitio en donde ocurre el movimiento mecánico y el sitio donde ocurre esta reacción química, porque están físicamente alejados”.
“Una cosa que fuimos entendiendo –agrega– es que, si bien este motor molecular tiene su combustible, tal es el rol del ATP, y se desplaza como si fuera un trencito sobre el ARN, ahora sabemos que en realidad el ARN cumple un rol activo en esa relación. En modelos donde contemplamos una longitud muy corta del ARN, no veíamos una interacción, al ver ARN más largos, pudimos observar cómo éste abraza de alguna manera a la helicasa, y esa es la forma a través de la cual se activa el sitio catalítico”.
“Por otro lado, estamos buscando sitios alostéricos que puedan modular esta interacción, conservados para los cuatro serotipos del dengue. Son sitios alejados que pueden afectar lo que ocurre en otro lugar, como la relación entre la unión del ARN y la hidrólisis de ATP. Pensamos que pueden existir otros sitios a los cuales pueden unirse pequeñas moléculas, que podrían servir como drogas, y que modulen esa comunicación tan importante para la función de la helicasa . Es decir, estamos pensando que, si intervenimos en la comunicación interna de la helicasa, sería una manera de intervenir en la replicación viral”, plantea.
Concretamente, trabajan con simulaciones de dinámica molecular. “Partimos de posiciones en 3D de todos los átomos de la proteína, pero la dinámica de la helicasa en su interacción con el ARN no se puede entender con una foto estática. Entonces, con las simulaciones generamos una trayectoria de cómo pueden moverse esos átomos en el tiempo. Tenemos que estimar las fuerzas que provienen de las interacciones entre más de treinta mil átomos, por eso usamos supercomputadoras para integrar esas ecuaciones de movimiento”.
A futuro planean continuar estudiando esas interacciones, incluso, probar experimentalmente algunas moléculas “prometedoras” que podrían unirse en algunos sitios que ya tienen identificados. “Para eso colaboramos con el laboratorio de Andrea Gamarnik, del Instituto Leloir, y de Sergio Benjamín Kaufman, de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA”, detalla la investigadora. Y agrega: “Es genial contar con este financiamiento para poder concretar estas cosas”.
“Espero poder seguir haciendo ciencia acá”, manifiesta la científica. Y concluye: “Ya soy argentina, mis dos hijos nacieron acá. Soy también estadounidense y soy iraní, tengo las tres ciudadanías que fluyen en mi identidad”.
