Otra manera de mirar el mar
Expertos de las ciencias sociales y de las ciencias naturales se reunieron en Mar del Plata y analizaron nuestro ecosistema marino desde una perspectiva novedosa, que integra los aspectos ambientales con los socioeconómicos. Introducen el concepto de “servicios del ecosistema” como un marco de análisis clave a la hora de tomar decisiones relacionadas con el manejo del Mar Argentino.
¿Qué tiene que ver el arte con el talud continental que está situado en el océano, a cientos de kilómetros de la costa? Aparentemente, nada. Sin embargo, si se considera que el mar brinda servicios culturales, como la recreación, el disfrute estético o, incluso, la inspiración artística, empezaríamos a comprender esa relación.
Pensar que un ecosistema brinda servicios lleva a tener en cuenta los múltiples -y a veces impensados- beneficios que los seres humanos obtenemos de un ecosistema. Es una mirada distinta a la tradicional -que suele analizar el ambiente como un conjunto de compartimientos estancos- porque considera no solo los aspectos ecológicos sino, también, los socioeconómicos. Es una mirada que busca dar un marco integral que permita el manejo sustentable del ecosistema y, en definitiva, preservar los servicios que nos brinda.
El concepto de “servicios del ecosistema” fue acuñado hace pocos años. Inicialmente, se aplicó para el estudio de ambientes terrestres y, luego, se utilizó para el análisis de ecosistemas costeros marinos. En ambos casos, se trata de lugares habitualmente transitados o habitados por el hombre y, por lo tanto, se puede intuir que el ecosistema en el que vivimos, o con el que interaccionamos, pueda brindarnos servicios.
Pero pensar que un ecosistema situado a cientos de kilómetros de distancia, en el océano abierto, nos está dando servicios a quienes diariamente andamos por tierra firme es algo más difícil de percibir.
Ahora, un grupo de expertos de Argentina, de las ciencias sociales y de las ciencias naturales, decidió aplicar el concepto de servicios del ecosistema poniendo el foco en un ambiente situado en altamar: el frente del talud. Se trata de un frente oceánico formado por el encuentro entre dos masas de agua: la que está sobre nuestra plataforma continental y la Corriente de Malvinas (que viaja de sur a norte “bordeando” la plataforma continental). Allí, donde se termina el territorio argentino porque el continente se hunde bruscamente hacia la profundidad del océano, el encuentro entre esas dos masas de agua produce una combinación de fenómenos naturales que hacen que ese frente, que se extiende a lo largo de unos 1.500 kilómetros, sea muy rico en nutrientes.
Esa abundancia nutritiva del frente del talud sustenta el desarrollo de una enorme cantidad de fitoplancton, iniciador de una cadena alimentaria que atrae a una multitud de animales, los cuales en muchos casos recorren cientos de kilómetros para alimentarse en ese lugar.
Frente de todos
Biólogos, abogados, físicos, sociólogos, oceanógrafos, climatólogos y otros expertos provenientes de instituciones científicas y de ONGs se reunieron en Mar del Plata para intercambiar sus saberes disciplinarios acerca del frente del talud e integrarlos en el marco del concepto de servicios del ecosistema.
“Fue un encuentro en el que para comunicarnos tuvimos que aprender idiomas diferentes”, comenta Martín Saraceno, investigador del CONICET en el Centro de Investigaciones del Mar y de la Atmósfera- para ilustrar la diversidad de áreas del conocimiento que estuvieron presentes en el evento.
El resultado de ese encuentro interdisciplinario es un trabajo que fue publicado en la revista Ambio, de la Real Academia Sueca de Ciencias, que demuestra que el frente del talud es clave para sostener la producción de una gran variedad de servicios, tangibles e intangibles, que benefician a millones de personas.
Por ejemplo, el frente del talud posee una abundante biodiversidad. En términos de servicios, nos brinda especies comestibles, lo cual, a su vez, determina el desarrollo de las industrias naval, pesquera y alimenticia, que producen alimentos y empleos. Pero esa biodiversidad del frente del talud también nos brinda servicios intangibles, como el turismo. Porque la existencia de las ballenas, los elefantes y leones marinos, los pingüinos y otras especies carismáticas que atraen al turista depende del alimento que se produce en el frente del talud.
“Nuestro mar todavía se maneja con el modelo tradicional. Por ejemplo, el Instituto Nacional de Desarrollo Pesquero está lejos de considerar a las especies carismáticas para tomar decisiones sobre la forma de regular la pesca. Y en el Ministerio de Turismo lo único que les interesa son las especies carismáticas, sin tener en cuenta, por ejemplo, a la anchoíta que les sirve de alimento”, explica Saraceno. “Sabemos que todo depende de todo, por eso tratamos de pensar las cosas en función de los servicios del ecosistema, que es un concepto que integra a los distintos actores”, completa.
Frente vital
El trabajo publicado muestra que, desde allá lejos, el frente del talud nos brinda otros servicios. Por ejemplo, la biodiversidad se traduce en un pool genético capaz de producir una infinidad de productos naturales. La flora y la fauna allí presentes producen compuestos químicos que el conocimiento científico puede aplicar al desarrollo de fármacos, con los consecuentes beneficios sociales y económicos.
También, la abundancia de fitoplancton en el frente del talud es clave para capturar dióxido de carbono de la atmósfera y, con ello, regular el efecto invernadero que provoca el calentamiento global. “El frente del talud representa el 11% de la superficie del Mar Argentino pero captura el 45% del dióxido de carbono del total absorbido por nuestro mar”, señala Saraceno, , que también es profesor del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y de los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
Asimismo, la gran diferencia de temperaturas entre la Corriente de Malvinas y el agua de la plataforma continental hace que el frente del talud sea un sitio clave para el intercambio de calor que regula la temperatura oceánica.
“Hay que cuidar también lo que está lejos de casa”, subraya Saraceno. “Por lo general, la noción del mar que tenemos como seres humanos es la playa, la costa. Sin embargo, el 70% de la superficie de la Tierra está cubierta por el océano, que presta una cantidad de servicios que son poco reconocidos y poco cuantificados”, añade, y finaliza: “Si queremos que el ecosistema siga prestando los servicios que presta, las instituciones y organizaciones responsables del manejo de los recursos marinos deben integrar el conocimiento existente acerca del sistema socioecológico. Y deben trabajar con todos los actores y con los conflictos de intereses. De otro modo, las decisiones pueden conducir a resultados insatisfactorios con consecuencias negativas para la biodiversidad”.
Los expertos que firman el trabajo publicado en Ambio son: Paulina Martinetto, Daniela Alemany, Florencia Botto, Matías Mastrángelo, Valeria Falabella, E. Marcelo Acha, Gustavo Antón, Alejandro Bianchi, Claudio Campagna, Guillermo Cañete, Pablo Filippo, Oscar Iribarne, Pedro Laterra, Patricia Martínez, Rubén Negri, Alberto Piola, Silvia Romero, David Santos, y el propio Martín Saraceno.