El sueño del régimen propio
El Ministerio de Ciencia, el CONICET, las universidades y los organismos que integran el sistema científico tecnológico nacional, acordaron una redefinición de los criterios para evaluar a los investigadores que desarrollan tecnología. Ya no ocupará un lugar central la publicación de papers. Alejandro Ceccatto, funcionario del MINCYT, explica detalles de la iniciativa.
Entrevista a Alejandro Ceccatto
Descargar archivo MP3 de Alejandro Ceccatto
La situación lleva décadas, ha sido visualizada como problema desde hace mucho tiempo, fue discutida en reiteradas oportunidades, pero nunca se había podido resolver. Se podría resumir de la siguiente manera: para ser reconocido institucionalmente, el conocimiento generado por la ciencia básica debe incorporarse al circuito de publicaciones en revistas científicas. Justamente, un elemento central para la evaluación del trabajo de los científicos pasa por considerar su producción bibliométrica. Pero este criterio, establecido por CONICET para su carrera de investigador, también fue adoptado por muchas otras instituciones que no están guiadas necesariamente por los mismos objetivos. El trabajo de la ciencia aplicada es diferente y, por lo tanto, resulta complejo, y muchas veces injusto, evaluar a estas actividades con el criterio del paper. De allí surgía la necesidad de establecer nuevos criterios para medir el desempeño de los investigadores que desarrollan tecnología.
La situación es particularmente difícil para aquellos científicos financiados por CONICET pero que tienen lugar de trabajo en otros organismos del sistema (INTI, INTA, CNEA, etc.). “Ese personal, que debe responder a dos instituciones, se ve sometido a una situación un poco esquizofrénica porque tiene que cumplir con exigencias que en muchos casos son distintas entre sí y a veces hasta contradictorias”, explica Alejandro Ceccatto, secretario de Articulación Científico Tecnológica del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT).
La búsqueda de una solución se tornó más acuciante a partir de la política implementada desde el MINCYT de impulsar fuertemente la transferencia de conocimiento al sistema productivo y a la solución de diversas problemáticas sociales. Así, luego de un año de trabajo, que requirió de sistemáticas reuniones semanales, el conjunto de las instituciones que conforman el sistema científico tecnológico argentino consensuaron un documento que establece nuevas pautas y criterios para la evaluación del personal dedicado al desarrollo tecnológico. Además, ya comenzaron los encuentros para definir los mecanismos operativos para su implementación, que podrá concretarse en 2013 o, a más tardar, en 2014.
“Este nivel de consenso le da a la iniciativa una legitimidad enorme y es un elemento a tener en cuenta para no entrar a la discusión de este tema con una sensación de frustración repetida”, asegura Ceccatto con orgullo.
– ¿Cuáles son los ejes básicos de esos criterios que sientan las bases para esta reforma?
– Yo creo que el punto fundamental que resuelve simultáneamente las dos problemáticas, la de evaluar el desarrollo de tecnología y la de armonizar las evaluaciones del CONICET y los restantes institutos sobre su personal común, es proponer a la comunidad, esencialmente a los investigadores jóvenes, un paradigma de desarrollo profesional alternativo al tradicional. Alternativo, en el sentido de que no reemplaza el paradigma del científico básico que genera conocimiento de altísima calidad, lo publica en grandes revistas internacionales y prestigia al país. Ese paradigma tan exitoso no pierde vigencia ni se va a reemplazar. Se va a complementar con un paradigma alternativo que tiene que ver con pensarse profesionalmente como integrante de un sistema, no como una persona con una carrera individual, sino como miembro de un equipo de trabajo que va en busca de una solución para un problema concreto de la sociedad o del sistema productivo. Es importante que los jóvenes puedan realizarse profesionalmente y dignificarse como científicos siendo una pieza de una estructura más grande que va avanzando en dirección de un objetivo más trascendente.
– ¿Se trata de un paradigma que busca priorizar los logros colectivos?
– Yo siempre planteo lo siguiente: si uno interroga a una audiencia para que nombre a cuatro o cinco científicos brillantes argentinos enseguida surgen los nombres más conspicuos que ya todos conocemos. Si uno interroga a la misma audiencia sobre un par de desarrollos tecnológicos importante que el país haya concretado, invariablemente surge el plan nuclear argentino con el éxito de colocar reactores experimentales en Australia y en Europa; o más recientemente el plan espacial que nos ha permitido poner en órbita satélites enteramente construidos en el país. Ahora, si yo les pregunto, quienes son los científicos que trabajaron en estos proyectos tecnológicos de los cuales nos enorgullecemos, nadie sabe nombrar a ninguno ¿Por qué? Por que son construcciones colectivas. Hay líderes, Conrado Varotto particularmente ha encabezado estos dos proyectos, pero son, más bien, coordinadores. Y el resto de los científicos, coparticipan del prestigio de haber logrado eso pero no en un sentido individual sino en un sentido colectivo. Y ese es justamente el modelo que uno quiere alentar. Para implementar esa filosofía vamos a crear en el Ministerio un Banco de Proyectos de Desarrollo Tecnológico y Social.
– ¿Quiénes van a proponer los proyectos que van a formar parte de ese banco?
– Van a ser propuestos por las propias instituciones. Nosotros aspiramos a que, con el tiempo, ese Banco de Proyectos se constituya en el gran catálogo de la tecnología que desarrolla el país. Una vez constituido el Banco, las personas que trabajen en esos proyectos van a ser evaluadas de una manera totalmente distinta. Ya no van a pedirse publicaciones como elemento fundamental para decidir el valor de su trabajo sino que se verá el grado de satisfacción de quien haya pedido el desarrollo tecnológico, el informe de quien dirija o gestione el proyecto, informes internos que se tratarán con la confidencialidad que corresponda. Si hay publicaciones, porque el proyecto lo permite, serán consideradas pero no constituirán el centro del análisis.
– Pongamos como ejemplo a un físico que trabaja en la CNEA o a un biólogo que se desempeña en el INTA y que, a su vez, son investigadores de CONICET. ¿Esta nueva evaluación le va a permitir avanzar al mismo tiempo en el escalafón del organismo y también en la carrera de CONICET?
– Este caso que estás mencionando es una rara avis, por esta contradicción que te marcaba. Pero sí, esa es justamente la segunda de las cuestiones que se busca resolver: armonizar los criterios CONICET/organismos o CONICET/ universidades, para que no haya requerimientos contrapuestos entre las exigencias de uno y otro. Vos fijate, en el caso del reactor CAREM, por ejemplo, claramente si CONICET tiene como política evaluar a través de las publicaciones y la CNEA encuentra absolutamente inconveniente que se publique algo sobre ese desarrollo, es imposible que un investigador del CONICET pueda sobrevivir en esa tensión. La idea es que, como esa persona va a estar bajo el paraguas de ser un integrante de un proyecto de desarrollo tecnológico y social del MINCYT, el CONICET deje de evaluarlo de la manera tradicional y pase a hacerlo de la manera que acuerde con el organismo.
– A partir de allí esos casos excepcionales dejarían de serlo.
– Sí, totalmente. Ese es un efecto absolutamente deseado de todo esto. Porque no solamente interesa que los que hacen actualmente tecnología puedan seguir haciéndolo con una evaluación que les permita desarrollarse profesionalmente, sino que va a posibilitar que aquellos investigadores de CONICET que tengan interés en participar dentro de proyectos de CNEA, INTA, INTI, puedan hacerlo y crecientemente se incorporen a las estructuras de estos organismos. Porque la realidad es que, y espero que esto sea bien interpretado, en muchos casos los investigadores de CONICET que están dentro de organismos, cumplen el rol de “ilustres parias”. “Ilustres” porque son en general personas respetadas, prestigiosas, con reconocimiento incluso internacional, y “parias” porque terminan conformando un cuerpo extraño a la propia institución porque están trabajando en temáticas que son tangenciales a su misión central.
– ¿Cree que aquellos que trabajan en ciencias básicas pueden sentir alguna incomodidad frente a esta iniciativa?
– Yo creo que no. Esto no persigue reemplazar una cosa por otra sino enriquecer un sistema sobre la base de que cualquier sistema de ciencia y tecnología tiene que ser lo suficientemente plástico como para dar lugar a cualquier individuo que haga algo útil. No creo que ningún científico básico o aplicado pueda discutir esta afirmación que acabo de hacer. Esta problemática está madura en las instituciones, lo que refleja la madurez de la comunidad, porque las instituciones en su cultura son un reflejo de lo que pasa en su base. Si las autoridades entienden esto tan bien como lo entienden es porque también las comunidades están entendiendo el problema y aceptándolo. De manera tal que yo quiero creer que no va a haber pequeñeces o alarmas innecesarias de aquellos que hacen ciencia básica con gran brillo, y esperamos que lo sigan haciendo con el mismo brillo porque son personas absolutamente necesarias. No hay transferencia de conocimiento si no hay conocimiento. Esa es una perogrullada que se aplica muy bien en este caso.
– Da la sensación de que esta iniciativa no podría estar llevándose a cabo si no hubiera prendido fuertemente en el sistema la idea tan insistentemente repetida por el Ministerio respecto de la necesidad de transferir el conocimiento al sector productivo.
– Yo creo que, como todos los fenómenos complejos, no hay una causa única. Este tema ya tenía un caldo de cultivo en el interior de la comunidad. Claramente las acciones del ministro han sido un espaldarazo fuerte en esa dirección. También es cierto que la creación del Ministerio y el apoyo decisivo a la ciencia en el país, a mi entender, han creado compromisos de todos aquellos que se sienten en la obligación de responder a esa consideración que el sector político le ha dado a la ciencia y la tecnología. Me da la impresión, con muchos colegas con los que hablo, que la gente siente una necesidad de retribuir ese reconocimiento que significa haber creado el Ministerio. Hoy por hoy no sé si existe un país que no reconozca que el camino para el desarrollo es el conocimiento. Esto está aceptado de manera universal. La gran apuesta de los países es hacia la generación de un conocimiento mayor que les permita posicionarse en los mercados de una manera más competitiva, mejorando su sistema productivo, incorporando valor agregado. Son prácticas que casi todos los países del mundo alientan. Eso ya implica una decisión de para qué se hace ciencia y tecnología, ¿no?