Ecosistemas alterados
La sobreexplotación de los ambientes naturales abrió el camino para que un virus residente en murciélagos afecte a los humanos. La especialista Marcela Orozco analiza el recorrido del coronavirus y advierte que en nuestro país también ocurre la trasferencia a las personas de microosganismos que afectan a la fauna local.
Hace años que Marcela Orozco, veterinaria y doctora en Ciencias Biológicas de la Universidad de Buenos Aires, recorre distintas regiones de la Argentina para estudiar dolencias que pueden afectar a la fauna silvestre y también a las personas. Inquieta por las consecuencias de la degradación ambiental del planeta, esta investigadora del CONICET -con Master en Gestión y Conservación de la Biodiversidad en los Trópicos-, que trabaja en el Instituto de Ecología, Genética y Evolución de Buenos Aires de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturaes de la UBA, explicó hace pocos días en un video de su autoría cómo es el rol de los murciélagos en los sistemas naturales alterados por la sobreexplotación que define como una “relación peligrosa”.
–¿Por qué la sospecha acerca del origen del SARS-CoV-2, que causa la pandemia de COVID-19, apunta a los murciélagos?
-Los murciélagos han sido descriptos como excelentes reservorios de diversos patógenos. Por sus características biológicas y su particular sistema inmune, básicamente, son capaces de mantener virus sin enfermarse, de coexistir, especialmente con algunos coronavirus (familia a la cual pertenece el virus SARS-CoV-2, causante de COVID-19). Entonces, a partir de hallazgos durante y después de la epidemia de SARS (sigla en inglés de síndrome respiratorio agudo grave) ocurrida en 2002 en China, comenzaron a reunirse fuertes evidencias de que el origen de varios coronavirus emergentes pudiera estar ahí.
–¿Se puede asegurar ese origen?
-Después de muchos años de investigación, se descubrió que en las cuevas de Yunnan, en China, se encontraban todos los componentes básicos del genoma del SARS-CoV-1 en diferentes murciélagos, por lo que se postula que el ancestro directo del virus que originó SARS en 2002 puede haber surgido de eventos de recombinación entre varios precursores, antes de pasar a un hospedador intermediario. Como el virus que se encontró recientemente tiene cierta similitud genética con esos virus SARS, se apunta a que el origen puede estar en los murciélagos, pero eso es un dato que aún no ha sido confirmado.
-¿Cómo ocurre el salto del virus de una especie a otra?
-Ocurre que en contexto de degradación ambiental, los humanos terminan exponiéndose con más frecuencia a los patógenos que antes circulaban casi estrictamente en ambientes silvestres. Entonces, así como ocurrió con muchas otras epidemias o brotes, el humano de manera directa o a través de especies de vertebrados –que funcionan como intermediarios- entra en contacto con estos virus, a los cuales no es inmune. Es que son virus desconocidos para la humanidad, por eso la alta susceptibilidad y la dificultad para controlarlos.
-¿Hay otros casos estudiados aparte del caso del SARS?
-Hay un ejemplo en Malasia con el virus Nipah. Los murciélagos frugívoros Pteropus spp. son el reservorio de esta enfermedad zoonótica, es decir, que tiene potencial de transmitirse a los humanos. En los años 90 se empezaron a establecer granjas de cerdos en áreas naturales y en paralelo ocurrieron quemas para deforestar y producir palma aceitera y otros frutales, degradando los ambientes naturales. Los murciélagos que no murieron por esta afectación de su hábitat, se desplazaron y se adaptaron a nuevas áreas y empezaron a alimentarse de los frutos cerca de los cerdos. Al alimentarse, su saliva contaminaba la fruta, donde el virus sobrevive gracias a la alta concentración de azúcar de su pulpa. La fruta era ingerida por los cerdos que se enferman con Nipah y que además son capaces de amplificar el virus y luego transmitirlo a las personas. Este es el típico ejemplo de cómo los cambios en el uso de la tierra y la degradación ambiental acercan a algunas especies como los murciélagos a los animales domésticos y al humano.
-En el caso de los coronavirus, ¿hay otros factores de contacto?
–Sí. Tiene que ver con el comercio de especies, tanto legal como ilegal. Podríamos decir que el riesgo se presenta cuando se establece el contacto entre humanos y animales silvestres que portan coronavirus. Esto puede ocurrir en un mercado, o donde estas especies son criadas en cautiverio para venderse.
-En la Argentina no habría mayor problema o riesgo por el lado de mercados de animales, ¿o sí?
–No son tan frecuentes los mercados de animales en la Ciudad de Buenos Aires y no son tan bien vistos. Pero es cierto que el comercio ilegal de fauna en la Argentina es grandísimo y que en muchas provincias la venta de fauna silvestre es frecuente. Y también la caza. Son todas situaciones de contacto que pueden propiciar la transmisión. Es cierto que los coronavirus que tenemos en especies silvestres en la Argentina, al menos los que conocemos, no son los que dieron origen al SARS ni al COVID-19, pero la presencia de estos virus en murciélagos está muy poco estudiada en nuestro país.
–Justamente su trabajo es en una especialidad llamada Medicina de Conservación, que integra la salud humana y la animal junto con los ecosistemas.
-Nosotros trabajamos en esta disciplina y estudiamos precisamente los reservorios silvestres de diferentes patógenos con dos fines: la salud pública y la conservación de los recursos naturales. Por un lado, estudiamos patógenos potencialmente zoonóticos y sus ciclos silvestres de transmisión que pueden en algún momento afectar al hombre. Por otro lado, estudiamos las enfermedades que circulan en el ambiente silvestre como amenaza para la conservación. Hay muchos animales silvestres que, ante ciertos patógenos, también mueren.
-Recientemente, desde la tarea que desarrolla con su equipo en Exactas UBA, halló por primera vez en un hospedador vertebrado una bacteria, transmitida por las garrapatas. ¿De qué se trata?
-En un estudio que llevamos a cabo junto con investigadores del INTA, documentamos por primera vez para un vertebrado en la Argentina, la ocurrencia de la bacteria Ehrlichia chaffeensis, transmitida por garrapatas. El hospedador vertebrado donde la hallamos es el ciervo de los pantanos y se trata de una enfermedad emergente porque su aparición está muy relacionada con el daño ambiental, la exposición y la abundancia de vectores como garrapatas que circulan en los ambientes compartidos entre humanos y animales.
-¿Qué enfermedad produce en humanos?
-Esta bacteria es capaz de causar una enfermedad en las personas que se llama ehrlichiosis monocítica humana, que fue descubierta en Estados Unidos a fines de los años 80. Si bien en Argentina aún no tenemos documentados casos en humanos, es importante considerar que nuestros estudios indican que el patógeno ya está circulando en ambientes silvestres en la región, donde los vectores que son capaces de transmitirla son abundantes. Mundialmente, hoy cobra mucha relevancia el estudio de los patógenos en sus hospedadores silvestres, con el fin de generar estrategias de prevención de la transmisión a las personas, y evitar brotes.
–Volviendo a la pandemia, hace más de diez años un trabajo científico advirtió sobre la posibilidad de que el coronavirus, familia entre las cuales se encuentra SARS-CoV-2, podía ser una bomba de tiempo.
-Ese paper de (Vincet) Cheng en 2007 advierte que los murciélagos son reservorios de muchos coronavirus, y esto que pasó con SARS en 2002 es sólo una muestra de lo que puede llegar a suceder. Y dice «cuidado que tenemos muchos coronavirus circulando en murciélagos que son potencialmente patógenos para los humanos». Entonces, menciona los spillover que pueden involucrar a los animales silvestres y a las personas, e incluso habla de virus de laboratorio. No lo descarta. Esta pandemia nos pone frente a frente con la enfermedad y evidencia que muchos determinantes de la aparición y la transmisión de patógenos emergentes requieren acciones urgentes. En primer lugar, debemos trabajar para evitar el comercio de especies silvestres. Desde nuestro lugar como científicos debemos continuar investigando el rol de la fauna silvestre en la emergencia de patógenos, especialmente en nuestra región. En paralelo, es momento de empezar a mirar de otra manera los ecosistemas naturales, respetarlos y conservarlos de tal forma que podamos volver al equilibrio que hemos perdido.