Detectan cambios en la isla de calor porteña
Si bien las noches siguen siendo más cálidas en la ciudad de Buenos Aires en relación con la zona rural aledaña, las diferencias tienden a achicarse en los últimos años. El estudio, realizado en base al análisis de datos obtenidos a lo largo de 32 años, fue realizado por investigadoras de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
Si estima que las noches en el campo son más frescas que en la ciudad no sólo está en lo cierto, sino que registra el fenómeno conocido como isla urbana de calor. Pero contra lo que podía suponerse, en Buenos Aires esta diferencia no se ha agravado en promedio en los últimos años y hasta ha mermado en parte, según un estudio realizado por investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN-UBA).
“La intuición básica sería que a medida que una ciudad crece en población -como la metropolitana- aumentaría la isla de calor, y lo que vimos en un estudio realizado a lo largo de 32 años es que hay una tendencia negativa. En promedio, el valor medio anual de la isla urbana de calor en la ciudad fue 1 grado más caliente en los 70, que ahora”, precisa Inés Camilloni, desde el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera dependiente de la UBA y CONICET, quien comparó junto con Mariana Barrucand, las temperaturas registradas en el barrio porteño de Villa Ortúzar con las del Aeropuerto de Ezeiza, ubicado en una área descampada del Conurbano Bonaerense entre 1976 y 2007. “Si bien –aclara- se están achicando en promedio las diferencias de la isla de calor a lo largo del tiempo, igual las noches en la ciudad siguen siendo más cálidas que en el campo”.
Moles de hormigón armado, cemento o asfalto que acumulan calor durante el día y lo liberan por la noche; sistemas de refrigeración que extraen el infierno de los edificios pero lo arrojan a la calle; combustión de autos y colectivos que enrarecen el ambiente junto con espacios verdes que no alcanzan para evaporar tanta energía calórica producida por millones de porteños son componentes claves para generar esta diferencia de temperatura entre la ciudad y el campo, llamada isla urbana de calor. “Durante el invierno, la ciudad es más cálida que el campo porque hay mas calefacción, se libera más calor hacia afuera, y esto aumenta la temperatura”, explica Camilloni.
Más gente y menos aislados
La ciudad metropolitana se expande a lo alto y ancho y con ella todo el mundo edilicio que le da forma junto con toda la actividad humana que produce calor. ¿Entonces, por qué no se incrementó la tendencia de la isla urbana de calor en los últimos años como era esperable? Para dar respuesta a esta pregunta, el equipo dirigido por Camilloni, investigadora del CONICET, hurgó en datos del Servicio Meteorológico Nacional a partir de 1960.
“Encontramos que parte de la reducción se podía explicar por el aumento de nubosidad y velocidad del viento. La isla urbana de calor es más intensa en días despejados y viento calmo”, explica la científica, y enseguida agrega: “En los últimos 40 años, hay menos calma en el viento y mayor nubosidad en el clima de Buenos Aires. Esto posiblemente influyó en la menor incidencia de la isla urbana de calor”.
En este sentido, Camilloni concluye:”Normalmente se mide la isla de calor por el tamaño de la población. Es el parámetro más difundido. Pero hay una fuerte dependencia de otras variables meteorológicas que hace más complejo a este fenómeno. En otras palabras, no necesariamente si la ciudad crece, la intensidad de la isla de calor aumenta”.
¿Por qué llueve más?
Cada año la ciudad porteña registra más precipitaciones y éstas son más intensas. “La cantidad total anual de lluvia aumentó 250 mm en los últimos 50 años. De un promedio de 1050 mm anuales, en los 60, pasó a 1300 mm en la última década. Esto da un incremento de más del 20%”, subraya Inés Camilloni, y agrega: “Es sabido que llueve más en las ciudades que en las zonas suburbanas. Esto ocurre en todo el mundo. Una de las causas es la isla urbana de calor, pero en Buenos Aires este fenómeno está en descenso. Es decir, no sería la razón, sino que esto estaría respondiendo al efecto del cambio climático regional”, puntualiza.
La metrópoli porteña está inmersa en una región del sudeste de Sudamérica donde el cambio climático se ha expresado más fuertemente en los últimos 40 años a partir de aumentos significativos en la precipitación, según precisa.