Clima de decepción
El domingo 15 de diciembre concluyó la última cumbre mundial del clima, se esperaba que fuera la más ambiciosa de la historia por la emergencia climática que experimenta todo el planeta. Sin embargo, en los documentos finales, las metas propuestas no tuvieron lugar. Las gestiones de Chile, al frente de las negociaciones, no contribuyeron a sortear las dificultades en el acuerdo, ni tampoco la postura de las grandes potencias. El panorama general es desalentador.
Luego de 16 días de trabajo intenso terminó la Conferencia de Naciones Unidas por el Cambio Climático (COP25) en Madrid, donde Chile mantuvo la presidencia pese a no haber podido ser sede del encuentro por la convulsión social que atraviesa el país. A pesar de resultar la más extensa en la historia de las cumbres, y de tener como meta ser más ambiciosa en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, la conclusión generalizada es que fracasó rotundamente en sus objetivos.
«La comunidad internacional ha perdido una oportunidad importante de mostrar una mayor ambición en la mitigación, adaptación y finanzas para afrontar la crisis climática», dijo apenado el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, en un comunicado. El funcionario admitió estar «decepcionado con los resultados», aunque exhortó a la comunidad global a “no rendirse” en la lucha contra la crisis climática.
En la cumbre, el objetivo principal era que el Acuerdo de París, firmado en 2015, se reglamentara y pudiera comenzar a implementarse para 2020, tal como está previsto. Era necesario, también, inyectarle exigencias más contundentes: la cantidad de emisiones nacionales presentadas en aquel momento -se tiene certeza- generarán un aumento de 3°C en la temperatura global hacia finales de siglo, situación cercana al “punto de no retorno” de la crisis climática. Es decir, se deben recortar aún más las emisiones, pero no hubo acuerdo entre los 126 países participantes y las metas no se cumplieron a pesar de la urgencia. Las inundaciones, las olas de calor, la pérdida de diversidad, los incendios y otros eventos extremos no esperarán hasta la próxima COP que será el próximo noviembre en Glasgow, Escocia.
“La COP25 concluye con los grandes países contaminantes como Estados Unidos, China, India, Japón, Brasil y Arabia Saudita, entre otros, eludiendo su responsabilidad de reducir sus emisiones. A pesar de las demandas de los países más vulnerables, de la sociedad civil y de millones de jóvenes de todo el mundo que piden una acción climática inmediata, los grandes contaminadores se han negado a intensificar los esfuerzos para mantener la temperatura global por debajo de 1.5ºC”, sintetizó a través de un comunicado, la Fundación Vida Silvestre.
La climatóloga Inés Camilloni, profesora de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, participó en la COP25 invitada por la Fundación Naciones Unidas: “Por un lado, fue contundente la presencia de la ciencia, los resultados de la producción científica en muchos de los mensajes que se fueron dando a lo largo de la COP. Sin embargo, no fue tenida en cuenta en la decisión final donde, claramente, hacía falta que quede plasmada la necesidad de aumentar la ambición respecto a la reducción de emisiones. Eso no se logró, tampoco implementar el artículo 6 del Acuerdo de París respecto de los mercados de carbono, un aspecto crucial para la implementación de políticas de reducción de emisiones y en cuestiones de financiamiento”, explicó la especialista y agregó: “en ese sentido, mi balance es de decepción porque la emergencia climática en términos de los cambios que están ocurriendo, y las proyecciones a corto y mediano plazo sobre cómo los impactos serán cada vez peores, no logró plasmarse en resoluciones contundentes”.
Sin acuerdos sustanciales sobre el carbono y los daños
Los asistentes a la Cumbre se mostraron pesimistas durante la última semana, el gobierno de Chile no lograba canalizar los acuerdos entre países, aunque las potencias y las naciones en desarrollo tienen responsabilidades comunes son, también, diferentes según lo que emiten y contaminan, y cómo lo han hecho en el pasado.
Según Camilloni, el desafío es implementar correctamente el Acuerdo de París. Profundizar las reducciones, pero también crear sumideros: es necesario encontrar mecanismos para remover de la atmósfera los gases que provocan el calentamiento y eso sólo se logra con un acuerdo categórico entre todos los países. “Sin el compromiso de Estados Unidos y China -que emiten, entre los dos, cerca del 40% de los gases-, resulta difícil pensar en lograr los objetivos. Además, el mercado de carbono debe ser transparente”.
Las negociaciones encallaron sustancialmente en el artículo 6 del Acuerdo de París, es decir, en los sistemas por los que se intercambian unidades o derechos de emisión de dióxido de carbono (CO2) entre países y entre empresas. Este apartado es el único que involucra directamente al sector privado. Durante las discusiones se evidenció que si la redacción no resulta clara, habrá lugar para grandes negocios en nombre del ahorro e intercambio de CO2, sin contribuciones a la emergencia climática.
“Por otro lado, es necesario acordar el financiamiento”, explica Camilloni, que además es investigadora en el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA, UBA-CONICET). La financiación es indispensable para realizar cambios, “no sólo para el desarrollo tecnológico en los países menos ricos sino también para la adaptación y para atender a los daños donde los impactos que se producen no tienen capacidad de adecuación”. Este último punto se conoce en la jerga como “daños y pérdidas” producidos por el cambio climático, impactos sobre los cuales no es posible adaptarse.
En la COP25 se revisó cómo financiar las acciones de emergencia en las zonas dañadas por el cambio climático: “La demanda de los países más vulnerables era contar con más fondos y con flexibilidad en su uso. Se acordó que el Fondo Verde del Clima destine recursos y se creó la Red de Santiago que contribuirá con asistencia técnica a los países que más impactos sufren. Los países desarrollados en general pusieron obstáculos para financiar a los países en desarrollo que sufren los impactos irreversibles. El Fondo Verde del Clima debería contar con 100.000 millones de dólares en 2020 principalmente por aportes de los países ricos, pero se está muy lejos de concretar ese monto”, explica Camilloni.
Argentina en la cumbre
“Está claro que Argentina tiene que aumentar su reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Las metas que propuso hasta ahora no resultan muy contundentes y debe elevar sus niveles de ambición, pero en el contexto de la COP, la participación del país estuvo bien. Argentina, en gran medida, actúa en bloque junto a Brasil y Uruguay, lo que no significa que esté de acuerdo en todos los puntos con los dos países. En varias ocasiones, estuvo en desacuerdo con Brasil (uno de los países que más impidió las negociaciones). En general, Argentina mostró coherencia tras el cambio de gobierno que vivimos en el medio de la conferencia. La delegación argentina estuvo bien”, sintetizó Camilloni.
El flamante ministro de Ambiente y Desarrollo Sustentable, Juan Cabandié, estuvo en Madrid un día después de su asunción. El gesto se leyó como un compromiso del nuevo gobierno para con un tema agenda global, sensible y urgente. En un discurso, el funcionario focalizó en los derechos humanos en el contexto de la emergencia climática y en el fortalecimiento del Estado nacional en política ambiental: “como país en desarrollo y desde América Latina procuramos demostrar que, si bien el liderazgo en materia de mitigación corresponde a los países desarrollados, es posible plantear una agenda proactiva de mitigación y adaptación en el marco del desarrollo sustentable, promoviendo políticas que promuevan la transición justa y la equidad y aseguren que nadie quede atrás”.