Remedio amargo
NEXciencia mantuvo un extenso diálogo con Daniel Gollán con el objetivo de analizar la situación del mercado de medicamentos. El funcionario aseguró que algunos laboratorios obtienen rentabilidades exorbitantes y que la lógica financiera se está apoderando de la producción de fármacos a escala global. También afirmó que en Argentina el gasto en medicinas se lleva una porción demasiado alta del presupuesto de Salud y que la producción pública y la aplicación efectiva de la “Ley de Genéricos” son herramientas útiles para evitar los abusos.
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“Si seguimos cediendo a las presiones de las farmacéuticas, de las corporaciones, si seguimos utilizando de manera absolutamente irracional los recursos, no se va a poder financiar el acceso universal a la salud. Si seguimos pagando exorbitancias se va a quedar gente afuera. Y eso no debe ocurrir”, define de manera categórica Daniel Gollán, ministro de Salud del gobierno nacional desde el 26 de febrero de 2015.
De 60 años, rosarino, Gollán militó en la Juventud Universitaria Peronista en la década del 70. Fue secuestrado y torturado durante la última dictadura cívico militar y posteriormente tuvo que exiliarse en Alemania, donde realizó parte de sus estudios. De regreso al país, se recibió de médico en la Universidad Nacional de Rosario y desarrolló su carrera como discípulo de uno de los máximos símbolos de la medicina social, Floreal Ferrara, y tuvo como referente a Ramón Carrillo. De allí su inclinación hacia la medicina sanitarista, especialidad para la cual se formó en la UBA.
Luego de ocupar distintos cargos en Provincia de Buenos Aires y ANMAT ( Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica), llegó al ministerio en julio de 2014 como secretario de Salud Comunitaria y, finalmente, pasó a ocupar la titularidad de esa cartera a principios de este año.
En un encuentro que se prolongó por más de 40 minutos, Gollán -desde una posición que considera a la salud como un derecho humano y al medicamento como un bien social-, fue describiendo con minuciosidad los múltiples abusos en que incurren las empresas farmacéuticos tanto a nivel global como local.
– ¿De que manera caracteriza la situación del mercado de medicamentos en Argentina?
– Uno podría definir que hay diferentes problemáticas. Una de ellas se da en torno a los medicamentos comunes que se expenden en la farmacias o que se entregan a algún efector público a través de algún programa de provisión, como el Remediar. Generalmente, involucra a una serie de fármacos de bajo o mediano costo y que vienen arrastrando una situación de permanente tensión referida a los precios. En todo el mundo, los laboratorios son una industria de rentabilidad mayor al promedio, que cuadruplica o quintuplica la rentabilidad de otras industrias como la automotriz, la de alimentos, la textil. Por más que sean de mediano y bajo costo, su prescripción masiva e innecesaria hace que impacte fuertemente en el gasto de salud. El 32% del gasto total de salud en la Argentina se lo llevan los medicamentos. Esa cifra no debería nunca superar el 16%, teniendo en cuenta las buenas prácticas internacionales. Esto quiere decir que los argentinos tomamos muchos más medicamentos de los que, en realidad, nos hacen falta. Este es un problema importante porque hace a lo cotidiano, pagamos precios caros, prescribimos mal, tomamos demasiados medicamentos, generamos problemas para la salud.
– ¿Qué tipo de relación existe entre precio y costo en los medicamentos?
– En muchos casos, ninguna. Fíjese lo que pasa con los llamados medicamentos de alto costo (MAC). Se trata de un grupo de drogas de última generación que los laboratorios internacionales venden a un precio que está absolutamente desenganchado de cualquier costo. Ya entramos a hablar, a veces, de rentabilidades del 20 mil o 30 mil por ciento. Por ejemplo: el sofosbuvir, para el tratamiento de la hepatitis C, lo cobran en Canadá, Europa y Estados Unidos 1.000 dólares la pastilla, cuando el costo real de ese medicamento, que incluye I+D, es de 1,80 dólares ¡De 2 dólares a 1.000 dólares! Vean ustedes de qué rentabilidad estamos hablando. En países de renta media lo ofrecen a 100 dólares y en países de muy baja renta a 10 dólares porque no pueden pagar más que eso. Ahora, vendiéndolo a 10 dólares, como lo hacen los laboratorios de la India, tienen una ganancia del 300 ó 350%; a mil dólares la ganancia es del 3.000 o 3.500%. Estos precios se fijan de una manera totalmente independiente del costo de I+D, por medio de una fórmula que toma en cuenta el PBI de un país, el PBI per cápita, capacidad de pago del sistema de seguridad social, del Estado, cantidad de población a tratarse, tratamientos alternativos para la misma enfermedad. ¿Qué refleja ese precio? Lo máximo que se puede obtener. Ese máximo, indefectiblemente, implica excluir a mucha gente.
– ¿Para enfrentar esta situación se ha comenzado con una nueva iniciativa a nivel de la UNASUR?
– Los ministros de Salud de todos los países que formamos parte de UNASUR hemos firmado un convenio por el cual todos nos sentamos todos juntos a negociar con las multinacionales por el tema de los MAC. Y usted me dirá: “bueno se sientan todos juntos pero el laboratorio va a decir que el precio es el mismo”. Bueno, ya logramos terminar con la política de que a cada país se le cobre de acuerdo con su capacidad de pago, el precio debe ser homogéneo. Trabajando con el conjunto de los países, poniendo luz a esta realidad de usura lisa y llana, sumando presión política y judicial, pensamos que es un paquete de negociación interesante que nos va a permitir bajar los costos. La herramienta que vamos a usar para realizar las compras es el Fondo Estratégico de la OPS (Organización Panamericana de la Salud). De hecho, esta estrategia ya la usamos para medicamentos de bajo costo, por ejemplo, una pastilla que se llama Atripla para el tratamiento del VIH. A nosotros nos pedían 75 pesos por pastilla y con el Fondo Estratégico la compramos a 4,7 cada una. Estos precios de usura tienen la lógica de la especulación financiera. Cuando uno ve la composición accionaria de todas estas empresas biotecnológicas, están mayoritariamente integradas por fondos globales de inversión y, en muchos casos, son fondos buitres. Hace un par de meses, negociando precios con un laboratorio multinacional por un medicamento contra la hepatitis C, su representante en la Argentina me decía: “Mire doctor, este precio no se lo podemos tocar porque si yo bajo el precio en la Argentina inmediatamente bajan las acciones de la empresa en la bolsa de Chicago y a mí me matan”. Entonces, hay un doble juego por el que se saca ganancia: por el precio exorbitante y por cómo cotizan las acciones en las bolsas. Esto es lo que está sucediendo con estos medicamentos y estas empresas biotecnológicas.
– ¿Qué papel puede tener la producción pública de medicamentos como herramienta reguladora del mercado?
– La producción pública es, en el mediano y largo plazo, una herramienta importantísima de regulación de mercado y de acceso a medicamentos a precios razonables. Al no tener un fin de lucro, al no tener que pagar toda la parafernalia que implica sostener una marca -visitadores médicos, publicidad, packaging y demás-, en los laboratorios públicos el costo es muy inferior al privado. Estamos hablando de que, en promedio, lo que le cuesta 100 pesos a un privado, al sector público le cuesta 22,5. Es entre 4 y 4,5 veces más barato. Ahora, con la creación de la Agencia Nacional de Laboratorios Públicos (ANLAP) se van a optimizar todos los laboratorios públicos que hoy están produciendo para ponerlos bajo normas ANMAT de manera que los fármacos que producen puedan tener tránsito federal, se van a favorecer las asociaciones público-público y público-privado, también las asociaciones entre el sector científico innovador con el sector de la producción, la compra conjunta de insumos. Consideramos que esto va a ser un salto cualitativo muy importante y va a tener un impacto real y fuerte en los precios, aunque no es inmediato. El Estado va a poder plantarse y decir: “Ojo, yo tengo el 20 por ciento del mercado pero si vos no me bajás los precios puedo hacer el 25 ó el 30 por ciento”. Esto funciona así. Yo le doy otro ejemplo: los sueros que se usan en los hospitales, constituyen un gasto muy importante para los centros con internación. En Santa Fe existe un laboratorio público -el Laboratorio de Especialidades Medicinales (LEM) de Rosario- que produce 300 mil sachets por mes y, con eso, abastece a los hospitales provinciales. Desde que el LEM lleva a cabo esta producción, los sueros le cuestan a los hospitales de Santa Fe un 60% menos. Ahora el LEM, con un crédito FONDEAR que le hemos tramitado, va a hacer una planta nueva que producirá 1.250 millones de sueros por mes. La Rioja está en un proyecto similar. Con ambos vamos a tener 2,5 millones de sueros por mes, que es la mitad de la demanda pública y un 40% de la demanda global nacional. Eso regula precios.
– ¿Por qué cuesta tanto implementar de manera efectiva la Ley de Genéricos?
– Porque los médicos en su enorme mayoría creen que el medicamento que les lleva el visitador médico es mejor que el llamado genérico. En realidad, en Argentina son casi todos genéricos. Es decir, cuando uno va a comprar paracetamol, hay como doce o trece empresas que lo producen con un nombre comercial diferente. Ahora, uno pregunta el precio y no valen todos lo mismo. Hay una disparidad importante. Lo mismo pasa con muchos otros. Pero ¿cuál es la diferencia entre el que vale 120 pesos y el que vale 60? ¿El que vale 60 es la mitad de bueno? Y el que hace el laboratorio público, que es más barato, ¿es todavía peor que el peor de los privados? Mentira. Todos son medidos por ANMAT, todos son controlados en el INAME (Instituto Nacional de Medicamentos). No se vende un solo medicamento que no pase por todas las pruebas. Así que no hay medicamentos de primera y de segunda. Son todos de la misma calidad, medidos por el mismo organismo. Pero hay muchos médicos, algunos por algún tipo de incentivo, que repiten esta pavada. Esa conducta atenta contra el bolsillo de los pacientes, contra el financiamiento de las obras sociales, contra los presupuestos del Estado, porque estamos pagando de más por algo que no lo vale. Yo tomo un medicamento para el colesterol. Le puedo asegurar que entro a la farmacia y compro el más barato que tengan. Yo no me voy a estar jorobando la salud si no tuviera confianza. Es así, créanme que es así.
– ¿Confía en que se logrará modificar de alguna manera la dinámica nociva que las compañías farmacéuticos han establecido sobre el mercado de medicamentos?
– Mire, le debo decir que esto se debe hacer porque es justo, porque es moral, porque obedece a una doctrina que ve a la salud como un derecho al que todo el mundo debe tener acceso. Para lograr eso debemos tener la mayor cantidad de recursos disponibles, pero esos recursos no son infinitos. No vamos a poder seguir con esta lógica de que todo el mundo recete sin ningún sentido, que un 32 por ciento de nuestro gasto en salud se vaya en medicamentos. Si queremos seguir incorporando derechos, tenemos que buscar la manera de financiarlos, porque en un país de renta media no va a haber mucha más plata como para seguir poniendo cada vez más y más y más en la salud. Entonces, es una cuestión de necesidad trabajar sobre estas cosas. Si seguimos cediendo a las presiones de las farmacéuticas, de las corporaciones, si seguimos utilizando de manera absolutamente irracional los recursos, no se va a poder financiar el acceso universal a la salud. Si seguimos pagando exorbitancias se va a quedar gente afuera. Y eso no debe ocurrir.