Peces que huyen al Sur
La Corriente de Brasil en el Atlántico Sur viene aumentando la temperatura desde hace tres o cuatro décadas. Esto genera que algunas especies de peces e invertebrados se desplacen hacia el Sur en busca de aguas más frías. Estas alteraciones, que repercuten en el equilibrio marino y en la industria pesquera, son analizadas en investigaciones publicadas recientemente.
Había una vez, en la costa atlántica, una playa llena de vida. Dos agujeritos juntos sobre la arena mojada delataban a las escondidizas almejas amarillas. No era raro colectar, en familia, baldes repletos de estos moluscos en una rutina más de las vacaciones. Pero, a partir de los 90, estos bivalvos desaparecieron por décadas. Tuvieron eventos de mortandad masiva que culminaron en la Argentina pero que habían comenzado lejos, en Brasil.
Tampoco pudo escapar Uruguay a estas extinciones en serie. Allí, en un día del verano del 94, cerca de la Barra del Chuy, un hombre que no era turista, vio que su medio de vida, heredado de sus antepasados, se le escurría de las manos. El paisaje fue macabro. “Kilómetro tras kilómetro, hasta donde alcanzaba la vista. Todas (las almejas) muertas, podridas, abiertas”, recuerda Ramón Agüero, ahora de 70 años. “Todas eran negras y tenían un olor fétido”, testimonió a The Washington Post, en una nota que mereció el premio Pulitzer.
Uno de los posibles motivos de esta mortandad masiva y de otras alteraciones que afectan a distintas especies acuáticas en estas latitudes de Sudamérica, apunta al cambio climático y a sus consecuencias en el mar. “La Corriente de Brasil, en los últimos 30 a 40 años, se está calentando y avanza más hacia el Sur. En algunas regiones, la temperatura aumentó más de un grado por década. Esto genera un impacto importante en poblaciones de peces e invertebrados marinos. Algunas se desplazan hacia el Sur en busca de aguas más frías con un consecuente cambio en el equilibrio marino y en la industria pesquera”, señala la oceanógrafa Bárbara Franco, del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA UBA-CONICET).
Desde el Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, Alberto Piola remarca: “Según los análisis globales, la Corriente de Brasil es uno de los hotspots, o sea, es una de las áreas más calientes del planeta”. Las razones que conducen a esta parte del Atlántico casi al rojo vivo se deben “a cambios en los patrones de viento cerca de la superficie, lo que lleva a un intenso calentamiento del océano a lo largo del camino de la Corriente de Brasil que va desde el sur de Brasil, Uruguay y el Río de la Plata”, precisa la revisión recién publicada en Climate Change.
Este trabajo, que recopila toda la evidencia científica, reunida hasta el momento, del impacto del cambio climático sobre la circulación atmosférica, oceánica, y sobre las pesquerías de esta zona, comenzó a gestarse hace dos años en la Semana del Mar, en Exactas UBA. “Con expertos de Brasil, Uruguay y Argentina, estábamos preocupados por evaluar cómo los cambios climáticos están afectando al océano e impactando en los recursos pesqueros regionales, así como en los sectores socioeconómicos asociados”, historia Franco, primera autora del trabajo. “Nos reunimos para colaborar con especialistas de distintas disciplinas a preparar un texto entendible”, resalta Piola.
Este aspecto también es remarcado por otra integrante del equipo, Carolina Vera, del CIMA. “La relevancia e impacto del paper -indica- reside, justamente, en su marco interdisciplinario que permite entender cambios en las especies relevantes para la pesca regional, ligando los cambios físicos en la atmósfera y océanos con los cambios biológicos”.
Aguas inquietas
La necesidad de salir del sofoco lleva al jurel del Atlántico a nadar, en verano, cada vez más en dirección al polo, y llegar hasta el paralelo 47. “La sardina brasileña en los últimos 30 ó 40 años se desplazó 4 grados de latitud, más de 400 kilómetros al sur. Y con ello se corrió el mercado de pesca”, ejemplifica Franco.
En las costas, las poblaciones de almejas aún hoy no recuperaron la abundancia del pasado y, por años, permaneció cerrada su pesquería. En Uruguay, Ramón Agüero sufrió en carne propia los coletazos de esta crisis y otro tanto ocurrió con sus colegas en Brasil y Argentina.
“Algunas especies -dice Franco- empiezan a enfermarse, disminuyen su talla o peso, su capacidad de resiliencia es muy baja, o sea, no logran recuperarse”. Un clásico del menú nacional, la merluza argentina “es de afinidad con el agua fría y su extensión hacia el norte se verá limitada por la aparición de estas aguas más cálidas”, marca Piola.
Mientras algunos peces son empujados por este mar caldeado a trasladarse más lejos, otros son rehenes del avance de estas aguas cálidas. “La Corriente de Brasil ya alcanza a la vieira patagónica, un molusco fijo al fondo del mar, que no se puede mover y tiene afinidad por las aguas frías. Lo mismo ocurre con corales que no presentan importancia comercial pero son importantes para la conservación marina”, describe Franco.
Como un dominó, los efectos se concatenan. “Estamos ante una clara señal que arranca con el calentamiento global y termina afectando el bolsillo del pescador o la dieta de quienes se alimentan con productos del mar”, subraya Piola. No faltan tampoco repercusiones geopolíticas o diplomáticas. “¿Qué va a pasar cuando especies de Brasil pasen a ocupar el área costera de Uruguay? ¿Y cuando las de Uruguay se trasladen a la Argentina? Esto genera planteos políticos y económicos, entre otros”, sugiere Franco.
Escenarios futuros
Cardúmenes que viajan a destinos cada vez más australes; especies de aguas frías sin movilidad que comienzan a verse invadidas por mares tibios; animales como la tortuga verde, oriunda del norte de Brasil, que puede aparecer a miles de kilómetros de casa, en las cercanías de Bahía Blanca, en la provincia de Buenos Aires. Cada uno corre hacia donde puede. Lo logra o queda en el camino. ¿Qué pasará en el futuro? “Los vientos en la región seguirán desplazando la Corriente de Brasil hacia el sur. Esto va a continuar hasta 2050, según los estudios”, menciona Franco. Piola agrega: “Avanzarán hacia el Sur, no sólo la de Brasil sino todas las corrientes cálidas del globo, que están siempre en la parte del oeste del océano”.
Sin pausa, estos torrentes cada vez más tibios explorarán territorios de latitudes más extremas. “La Corriente de Brasil tiene un caudal -compara Piola- unas cien veces más grande que el Amazonas -el río, por lejos, más voluminoso del mundo-. Cuando llega al Río de la Plata, ahí se produce un encuentro con la corriente fría de Malvinas, y se desvía un poco hasta llegar a la altura de Comodoro Rivadavia”.
Las diferencias entre una y otra corriente dejan marcas en el agua. “Las corrientes frías como Malvinas o sus análogas en el mundo, son las más ricas biológicamente. Una región que está invadida por aguas cálidas, además de estar invadida por una atmósfera con otras características, también tiene menos contenido de nutrientes o alimentos para las especies que habitan en ella. Si avanzan las corrientes cálidas se produce un impacto biológico que repercute por donde se mire”, observa Piola.
Sobre la base de modelos climáticos que proyectan escenarios futuros, Franco puntualiza: “Se prevé una baja de la captura en Brasil, Uruguay y la Argentina. Se pescará menos”. Y no deja de observar la dificultad para acceder a la información que enfrentan los investigadores. “La escasez de datos pesqueros impide una evaluación más eficaz del impacto del cambio climático en la pesca y obstaculiza la capacidad de los gobiernos y las comunidades para adaptarse a estos cambios”, concluye el estudio.