Este mes de enero se registró en Mar del Plata la temperatura del agua más alta de la última década. Los 24,7°C medidos en la superficie el lunes 29 de enero, son similares a los que pueden encontrarse en las playas de Brasil. Pero no se trata de un fenómeno aislado, a nivel global, en los últimos 30 años, los océanos se están calentando más que en los 60 años anteriores. Las consecuencias son graves para la fauna y la flora marina y retroalimentan el cambio climático.
Alberto Piola
En la cuenca argentina del océano Atlántico se encuentra, proveniente de la Antártida, el agua profunda más fría del planeta. Un relevamiento llevado a cabo por un consorcio internacional frente a la costa de Uruguay, en profundidades de más de 4.700 metros, detectó que su temperatura viene aumentando durante la última década.
La Corriente de Brasil en el Atlántico Sur viene aumentando la temperatura desde hace tres o cuatro décadas. Esto genera que algunas especies de peces e invertebrados se desplacen hacia el Sur en busca de aguas más frías. Estas alteraciones, que repercuten en el equilibrio marino y en la industria pesquera, son analizadas en investigaciones publicadas recientemente.
El cambio climático, su posible influencia sobre las pesquerías en el Mar Argentino o la conservación de especies son algunas de las temáticas que aborda VOCES, un proyecto de investigación sobre ecosistemas oceánicos de Sudamérica. Científicos, educadores e integrantes de organismos relacionados con la pesca de varios países del continente evalúan los impactos en los grandes ecosistemas marinos.
Científicos argentinos detectaron las primeras evidencias de corrientes ascendentes, frías, que vienen de zonas subpolares y llevan nutrientes a la vida subacuática de la plataforma continental argentina. La corriente de Malvinas juega un rol clave en este mecanismo de fertilización marina.
El Mar Patagónico cumple un rol clave en el control del dióxido de carbono, uno de los gases responsables del “efecto invernadero”. En el balance anual, este sector del Atlántico Sur secuestra cuatro veces más de este gas que el promedio del océano global. Sin este aporte el cambio climático sería mayor. Sin embargo, esta actividad también provoca graves consecuencias para la vida marina.