Contra la mala leche
Un equipo de investigadores de Exactas UBA desarrolló un método rápido, sencillo y barato para detectar adulterantes en la leche. Permite revelar en pocos minutos las falsificaciones más frecuentes y utilizarse en cualquier lugar. Las técnicas que se usan habitualmente demandan varias horas de trabajo y requieren de instalaciones apropiadas y aparatos sofisticados.
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A lo largo de las diferentes etapas de producción -desde el tambo hasta su envasado industrial- la leche puede ser adulterada. La técnica más común para “estirar” el producto, y con ello aumentar las ganancias, es agregarle agua.
Para que la estafa no sea descubierta durante los controles, la dilución es disimulada mediante el agregado de sustancias baratas –algunas muy tóxicas- que los análisis rutinarios no pueden distinguir de los componentes naturales de la leche. En particular, las proteínas –parámetro de la calidad del producto lácteo- son adulteradas usualmente con urea o melamina.
Esto es debido a que los análisis que se realizan para controlar el contenido proteico de la leche se limitan a medir la cantidad de nitrógeno, que es un elemento presente en todas las proteínas. Y como la urea y la melamina también son compuestos nitrogenados, atraviesan los controles “haciéndose pasar” por proteínas.
Ambos adulterantes son tóxicos en diferente grado. Particularmente, la melamina –- cuyo polímero se usa para la fabricación de muebles- causó la hospitalización de más de 50.000 bebés (seis de los cuales murieron) en un resonante caso de adulteración ocurrido en China en el año 2008.
Los métodos para identificar y cuantificar específicamente urea o melamina en la leche demandan horas de trabajo y personal muy especializado, y requieren de instalaciones apropiadas y aparatos sofisticados.
Ahora, un trabajo publicado en la revista científica Sensor da cuenta de una metodología que podría facilitar y extender los controles.
“Nuestro método es extremadamente rápido, sencillo y barato, y se puede realizar en cualquier lugar, incluso en un galpón”, informa el doctor Eduardo Cortón, investigador del Conicet en el Departamento de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
Huellas digitales
El método es simple. Consiste en colocar tres electrodos dentro de una muestra de leche y hacer pasar corriente eléctrica variando progresivamente el voltaje. Esa “voltametría”, que demora uno a dos minutos, se incorpora automáticamente a un sistema matemático instalado en una computadora, que la analiza y la compara con otras voltametrías previas realizadas con muestras de leche normal y de leche con diferentes proporciones de adulterantes.
“La voltametría de cada tipo de muestra tiene un patrón característico y el sistema matemático las clasifica en base a un reconocimiento de esos patrones”, explica Cortón. “No sabemos por qué se genera esa señal característica para cada leche, pero el sistema la reconoce como en un banco de datos de huellas digitales”.
Para los experimentos, los científicos utilizaron leche descremada. “La leche con crema no se puede analizar por ningún método. De todos modos, el desnatado se hace por centrifugación y es algo simple y rápido”, aclara.
Según Cortón, el método que diseñaron tiene la ventaja de que no requiere de ningún tratamiento previo de las muestras a analizar. “Los métodos de la química analítica instrumental suelen ser muy sensibles a interferencias que están en la muestra y generalmente requieren de procesos de tratamiento previo que a veces demoran horas. En nuestro método, no hay que hacer nada de eso. Simplemente, se colocan los electrodos y se hace la voltametría”, ilustra.
Pero no todas son ventajas. La notoria sencillez de esta metodología conspira en parte contra su sensibilidad para delatar adulterantes. “Lo que nuestro método permite detectar es suficiente para que nadie se enferme por tomar leche adulterada durante meses o años”, señala. “Puede funcionar como un sistema de alerta para evitar un daño agudo”.
No obstante, para que una metodología pueda ser validada para ser utilizada para la protección de la salud humana debe atravesar numerosas pruebas. “Lo hemos testeado de manera suficiente como para una prueba de concepto, para decir ‘esto podría servir’. Pero para llevar este método a una aplicación real se necesitan meses de trabajo y un presupuesto mucho mayor”.
El estudio, del que también participaron Astrid Hilding-Ohlsson, Jonathan Fauerbach, Natalia Sacco y Celina Bonetto, fue financiado con fondos del Conicet y de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Técnica.