Mal de Chagas

Campaña exitosa en el Chaco

Un 85 por ciento de los menores de 18 años de Pampa del Indio completó el tratamiento contra esta enfermedad, que suele pasar desapercibida al comienzo, pero que en la adultez, provoca severos trastornos. Convencer a la comunidad de la necesidad de resolver un problema -que parecían no tener- fue mérito de un grupo de investigadores de distintas instituciones que contaron con el apoyo de líderes locales.

12 Abr 2017 POR

http://nexciencia.exactas.uba.ar/audio/RicardoGurtler.mp3
Descargar archivo MP3 de Ricardo Gürtler

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Descargar archivo MP3 de Victoria Cardinal

¿Usted aceptaría darle a su hijo remedios con posibles efectos adversos para combatir una enfermedad que aún no mostró daños visibles? Eloísa duda en su rancho en el Chaco. No sabe qué les dará de comer a su familia esa noche, y acaba de enterarse que tres de sus chicos están infectados de Mal de Chagas, al igual que otros 92 menores de 18 años analizados en Pampa del Indio. A simple vista, los niños y jóvenes están sanos, pero gente de Buenos Aires le dice a los padres que en el  futuro pueden tener problemas de corazón o digestivos. El medicamento es gratuito aunque tal vez produzca algún malestar. ¿Qué hacer? Ella finalmente decide, y no es la única.

“Un 85 por ciento de los chicos terminó el tratamiento. Uno siempre espera lo mejor y se prepara para lo peor. Consideramos que tuvimos un alto grado de éxito”, dice Ricardo Gürtler, investigador del CONICET, director del Laboratorio de Eco-epidemiología de Exactas UBA quien acaba de publicar la experiencia en la revista científica PLOS Neglected Tropical Diseases, junto con Paula Sartor, Ivana Colaianni, Victoria Cardinal, Jacqueline Bua y Héctor Freilij.

Unos 6 a 7 millones de personas están infectadas en el planeta por Trypanosoma cruzi, el parásito que suele transmitir la picadura de vinchuca y causa el Chagas, según la Organización Mundial de la Salud. La mayoría de los afectados están en América Latina, y ese poblado rural del Gran Chaco, da prueba de ello. Allí, durante diez años, investigadores de Exactas UBA son conocidos por su seguimiento de la vinchuca. Luego de eliminarla o mantenerla en números muy bajos, ellos arrancaron con esta fase del proyecto junto con personal del Ministerio de Salud provincial, el Programa Nacional y Provincial de Chagas y el hospital local.

“Con charlas a los padres fuimos explicando por qué había que hacer el diagnóstico. Había que convencer a los papás de sacarle sangre a los niños”, relata Victoria Cardinal desde el laboratorio en la porteña Ciudad Universitaria. Pampa del Indio es uno de los municipios con más población aborigen en el país. “En general, entre las familias Qom, si  los chicos se oponen a sacarse sangre, los padres respetan su deseo. Así que requiere todo un trabajo de convencimiento haciendo énfasis en los beneficios que trae la detección y tratamiento tempranos”, agrega, quien destaca en esta tarea la gran ayuda brindada por los líderes locales y agentes sanitarios.

A pesar de las dificultades, lograron reunir a varios centenares de menores de 18 años. Tras estudiar a 395 chicos, 95 dieron resultados seropositivo al parásito T. cruzi. “Casi uno de cada cuatro estaba infectado. Teniendo en cuenta que eran menores de 18, y por eso tienen menos historia de exposición al vector, el porcentaje es altísimo”, destaca Gürtler. Sin embargo, no todas eran malas noticias. “Esa gente por su edad es medicable y tratable. En los niños y jóvenes las reacciones adversas suelen ser leves. Cuando no se los trata en esa etapa, y se difiere el tratamiento, disminuyen las chances de cura completa”, precisa.

Con los resultados en la mano, la convocatoria a la comunidad no se hizo esperar en el puesto de salud local. Como Eloísa, también fueron otros padres cuyos hijos estaban infectados, aunque no mostraran ningún malestar. En general, es en la adultez cuando se observan los mayores trastornos. “En una segunda etapa, al cabo de 20 ó 30 años, (el Chagas) puede afectar al corazón y en menor medida a los sistemas digestivo y nervioso, provocando distintos grados de invalidez e inclusive la muerte si no es tratada a tiempo con la medicación adecuada”, indican desde el Ministerio de Salud de la Nación.

Pero aún faltaba mucho para ese futuro, y el presente de pobreza extrema desbordaba en problemas urgentes como para dedicar la atención hacia uno que aparentemente no existía.  “A primera vista puede parecer peor el tratamiento con sus posibles efectos adversos dado que la enfermedad es silenciosa. Entonces, la gente nos decía: ‘Pero si mi hijo está sano, para qué darle medicamentos'», recuerda Cardinal, y enseguida agrega: “Trabajamos mucho en esos conceptos para que acepten darle a sus hijos el tratamiento”.

Dolor de cabeza, malestar estomacal, a veces fiebre y problemas de piel -como brotes- eran algunos de los trastornos que podía ocasionar el medicamento. “Antiguamente, se internaba a los chicos acompañados por sus madres para efectuar el tratamiento por temor a las reacciones adversas. Pero esto es muy restrictivo. Y la práctica demuestra que hay otra forma más abreviada y segura”, sugiere Gürtler.

Gratis pero lejano

El tratamiento es totalmente gratuito. “El medicamento lo provee el Ministerio de Salud sin cargo desde hace mucho tiempo. El problema no es la disponibilidad sino que llegue al paciente que vive a 30 ó 40 kilómetros del Hospital en un rancho en medio del campo”, describe Gürtler.

No hay colectivos, los caminos eran de tierra en el momento del estudio, y había que conseguir a alguien que los llevara al hospital y luego que fueran atendidos. Por ahí, los citaban al día siguiente para estudios y resultaba improbable que volvieran. Si ir una vez era difícil, dos parecía imposible.

“La idea fue usar el centro primario de atención del lugar como posta sanitaria, donde se iba a seguir el tratamiento. A cada familia se le daba un almanaque por cada paciente. Allí estaba marcado el día con un sol, y la noche con una luna, junto con la pastilla partida. Y debían marcar con una cruz una vez que la tomaron”, indica Cardinal. El tratamiento dura 60 días en total, y cada dos semanas se reunían con los afectados para renovarle la medicación y evaluar cómo seguían.

“¿A quién llamamos si aparecen efectos adversos a la medicación?, planteaban los padres preocupados. “Paula Sartor, bioquímica del grupo –que finalmente se radicó en Chaco-, ofreció su celular para que la contacten. La respuesta fue articulada con el hospital y en forma inmediata”, comenta Cardinal. “Un 34% presentó -agrega- alguna manifestación por el medicamento, pero la mayoría fueron leves y transitorias”.

“Con un 85% de los infectados con el tratamiento finalizado en tiempo y forma , consideramos que tuvimos un alto grado de éxito”, indica Gürtler, sin olvidar de advertir: “Si la vinchuca vuelve a infectar a estos chicos tratados, ellos pueden volver a enfermarse. El tratamiento no es preventivo de futuras infecciones”.

La tarea continúa

Los científicos de Exactas UBA, junto con apoyo local, siguen controlando que el número de vinchucas sea mínimo en la zona rural de todo el municipio (unos 1600 km2), para que no vuelvan a infectarse. Además, ellos dividieron el municipio en áreas para poder trabajar más organizadamente. Cada año dan tratamiento a los pobladores de uno de los sectores, mientras hacen el seguimiento de las personas ya tratadas, y planean proseguir estudiando los casos ya medicados por seis o siete años más para evaluar su situación.

“La posibilidad de re-infección no invalida haber llegado a realizar el tratamiento en tiempo y con calidad. Fue indispensable articular las comunidades, con el hospital y la provincia. Sin eso, el tratamiento no existe. Sabemos, que esto tiene muchas chances de tener éxito”, concluye Gürtler. Por el momento, el Mal de Chagas tuvo un revés en el Chaco profundo.