Inserción laboral de científicos

Emprender un rumbo diferente

Andrés Barcala estudio biotecnología en La Plata y luego se doctoró en Exactas UBA. Mientras avanzaba en su carrera se dio cuenta que no quería dedicarse a la investigación y la docencia. Atravesó una crisis personal y luego de una extensa búsqueda hoy es gerente comercial de ZEV Biotech, una empresa que desarrolla kits para el diagnóstico molecular de ADN. Durante la charla, Barcala cuenta por qué tomo esa decisión, las dificultades que enfrentó para concretarla y asegura que hoy, quienes se animen, va a encontrar un camino mucho más allanado.

6 Mar 2020 POR

 

Andrés Barcala.

Andrés Barcala. Foto: Juan Pablo Vittori

– ¿Por qué decidiste estudiar biología?

– Una vez, cuando era chico, mi mamá me preguntó: Andrés ¿de qué vas a trabajar cuando seas grande? Yo la miré y le dije: “mamá yo no voy a trabajar”, “¿Ah no, y qué vas a ser?” “Yo voy a estudiar toda la vida”. Es decir que ya de chiquito tenía una inclinación por el conocimiento, que se me fue desarrollando más por el lado de las materias más duras, matemática, química, biología que es lo que aprendés en el secundario. Yo soy de Tres Arroyos, así que fui a La Plata, a estudiar biotecnología. Fui descubriendo la carrera con el pasar de los años y me fui enamorando de esta utopía de hacer investigación, de generar conocimiento, de formar parte de un laboratorio.

– En esa época, cuando te imaginabas tu futuro laboral, ¿te veías siguiendo la carrera de investigador?

– En los primeros años de la carrera era muy difícil figurarme qué significaba ser un investigador. Yo estaba enamorado del aprendizaje. Imaginarme que iba a hacer eso toda la vida me parecía bárbaro. Si bien en el último año de la carrera monté un emprendimiento con unos amigos, de cultivo y venta de plantas carnívoras, yo no tenía dudas de que quería hacer el doctorado. Ahí me mudé a Buenos Aires y empecé el doctorado en Exactas, en un área completamente diferente: me fui a trabajar en un modelo de diabetes autoinmune. Me incorporé al grupo que dirigía Eduardo Arzt y mi director fue Marcelo Perone. Arranqué el doctorado en 2009 y lo terminé en 2014.

“Sentía que tenía que hacer un aporte más concreto, que pudiera verse en el corto plazo. Eso me generó cierto vacío, cierta falta de motivación”.

“Sentía que tenía que hacer un aporte más concreto, que pudiera verse en el corto plazo. Eso me generó cierto vacío, cierta falta de motivación”. Foto: Diana Martinez Llaser.

– ¿Cuándo empezaste a sentir que la carrera de investigador no era lo que vos querías para tu vida?

– Fue durante del doctorado. Empecé a sentir que no era suficiente la contribución que estaba haciendo desde el lugar de la investigación. Sentía que tenía que hacer un aporte más concreto, que pueda ver en el corto plazo y no una probabilidad, en el largo plazo, de que ese conocimiento sea tomado por alguien y, eventualmente, origine un producto o un servicio. Eso me generó cierto vacío, cierta falta de motivación. Quería ver que mi trabajo le fuera útil a la gente que estaba pagando mi labor. Y me empezó a perturbar cada vez más la utilización de recursos en cosas que, a veces, para mí carecían de sentido. Todo eso me empujó a  buscar otro camino. Y ahí me encontré con que nunca me había ocupado de conocer opciones, nunca nadie me había contado de opciones. Para mí fue una pequeña crisis porque es un período de transición donde se remueven muchas  cosas que no se resuelven de un día para el otro, porque también se pone un poco en jaque tu identidad. A lo largo de la carrera, vos te empezás a definir por tu actividad, entonces en alguna medida deconstruir esa identidad es un trabajo realmente complicado. Y claramente la posición más cómoda es evitar esa deconstrucción.

– ¿Cómo fuiste recorriendo ese camino nuevo?

– De a poquito. Así como nunca tuve dudas de que iba a estudiar y de que iba a hacer el doctorado, cuando me empecé a dar cuenta de que estaba analizando la posibilidad de hacer un posdoc en el exterior, por el simple hecho de tener la experiencia de vivir afuera y no por el deseo de continuar con una carrera científica, me di cuenta de que no era lo que lo que quería para mi futuro.

– ¿De qué manera le fuiste dando forma esa decisión?

– Unos meses antes que se terminara mi beca, empecé a buscar trabajo. Mandé currículum a varios lados y me anoté en un taller para emprendedores de la UNSAM porque sabía que había una empresa biotecnológica muy joven y quería conocer sus integrantes. Vine y les dejé mi CV. Mi beca se terminó, nunca nadie me llamó para ninguna entrevista. Estuve vendiendo purificadores de agua durante un año y medio. En ese interín, me llamaron de la UNSAM porque se había abierto una convocatoria para incorporar doctores que se dedicaran a hacer transferencia tecnológica. Me presenté y en enero de 2015 me sumé a una oficina de transferencia y una incubadora. Con el tiempo, esa oficina pasó a llamarse Bioloop y ofrecía formación y apoyo para estudiantes y científicos que querían crear una empresa de base tecnológica. Trabajé allí durante casi cuatro años.

– Pero llegó el momento en que quisiste convertirte en un protagonista de un emprendimiento propio…

– Esa fue mi etapa de formación para poder convertirme en emprendedor. Estuve buscando proyectos y después de mucho explorar, hace ya un año y meses, me sumé a una startup que tenía un año de vida que se llama ZEV Biotech. Se trata de una empresa de base científica que desarrolla, produce y comercializa kits para diagnóstico molecular de ADN.

“Hoy el paradigma en el que vivimos posiciona a las empresas como un instrumento más a través del cual resolver problemas de la sociedad”.

“Hoy el paradigma en el que vivimos posiciona a las empresas como un instrumento más a través del cual resolver problemas de la sociedad”. Foto: Diana Martinez LLaser

– ¿Te parece que hay espacio en el mercado para que se sumen más emprendimientos de base tecnológica encabezados por científicos?

– Sí, definitivamente ese camino está abierto, mucho más que cinco o diez años atrás. Porque ya hay varios que lo han transitado y algunos de ellos con éxito. La realidad es que si el proyecto está y es potable, el financiamiento lo encontrás. Ese camino está bastante aceitado. Hoy existen cada vez más incubadoras, más inversores dispuestos a asumir el riesgo, no sólo en Argentina, sino en toda Latinoamérica. Y hoy el paradigma en el que vivimos a nivel mundial posiciona a las empresas como un instrumento más a través del cual resolver problemas. Entonces, por qué no animarse a canalizar ese proyecto que ideaste o esa solución a través de una empresa. No todo necesita salir de un instituto de investigación financiado por el Estado.

– ¿Creés que es mejor hacer el doctorado y luego convertirte en emprendedor o te parece que si ya lo tenés decidido es mejor dar el salto a la industria apenas licenciado?

– Conozco amigos que han terminado su licenciatura y emprendido. Algunos que aún están terminando su licenciatura y ya tienen una empresa. Conozco casos de doctores. Y, la verdad, es que no sé qué es mejor. Por supuesto que la formación siempre te da más herramientas. Pero, para mí, si uno siente esa llamada a emprender, lo más importante es hacerlo hoy, ahora, porque el aprendizaje que ese camino te obliga a hacer puede suplir muchas veces cualquier formación de años. Yo hoy estoy en el área comercial de la empresa, me dedico a estudiar el mercado, a la planificación del negocio, a la comunicación de la empresa, y son áreas en las que yo nunca me formé. Entonces, ¿era imprescindible que hiciera el doctorado? Yo creo que no. Ahora, ¿me aportó valor? Muchísimo, porque en una carrera científica incorporás el método científico y el pensamiento crítico y eso es extrapolable a cualquier ámbito en el cual te desenvuelvas.

– ¿Qué le dirías a un chico está estudiando y no se siente atraído por la investigación y la docencia pero, a la vez, no sabe bien qué otra cosa hacer y le resulta difícil animarse a dar el salto hacia un camino diferente del tradicional?

– Lo primero que le diría es que empiece a explorar, que para resolver ese conflicto necesita conocer otras voces, otros ámbitos, otras alternativas. Que se vincule con capacitaciones en emprendedorismo, si es esa su inquietud, o con lo que sea que le esté generando curiosidad. Creo que eso es lo que te permite correr un poco el eje de esa conversación interna que uno suele tener cuando siente incomodidad. La conversación suele ser repetitiva: que esto no me gusta, esto no me llena, esto no me alcanza, esto no está bien. Hay que empezar a tener otro tipo de conversaciones internas acerca de lo que sí te gusta, de lo que sí está bien para vos, de lo que sí te llenaría, y para eso tenés que explorar y conocer. Sé que no es fácil pero es lo que yo me animaría a recomendarle a cualquiera que esté con inquietudes.