Un mal trago
Cómo afecta el alcohol que se consume desde apenas unos días o semanas antes del embarazo y hasta el primer mes de gestación es el interrogante que se plantearon científicas y científicos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA junto con colaboradores de otros institutos de la Argentina y de Chile, quienes acaban de publicar los resultados del trabajo realizado en ratones.
Silvina toma no más de dos a tres copas de vino por día en las comidas. Lo hace desde hace años como un ritual, sin imaginar que en unas semanas estará embarazada. Ella continuará con el mismo hábito hasta casi el primer mes de gestación, cuando finalmente se entere de que será mamá. ¿Cómo afecta el consumo de alcohol en esa situación?, se preguntaron investigadores de Exactas UBA, y abordaron este problema en un modelo experimental de ratón en colaboración con científicos de otros centros de referencia del país y de Chile. Los resultados acaban de publicarse en Reproduction.
“En este trabajo demostramos que por la ingesta de alcohol se está reduciendo la vascularización necesaria que debe tener el tejido materno para suministrar nutrientes y oxigenación al embrión en crecimiento”, remarca Elisa Cebral, doctora en Biología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Junto a ella, Martín Ventureira, agrega: “No había estudios hechos a nivel placentario relacionados con la ingesta materna de alcohol y sus alteraciones en la vascularización. Este es el primero que se hizo acá y en el mundo”.
En líneas generales, la literatura científica se aboca al estudio de los efectos del consumo materno de alcohol en momentos y focos distintos al que estos investigadores centraron su mirada, según coinciden en destacar los autores sobre la novedad de su trabajo. “Está ampliamente estudiado en humanos y en modelos experimentales, el síndrome de alcoholismo fetal. Este es un trastorno severo relacionado con el amplio espectro de efectos alcohólicos fetales, y es uno de los riesgos más importantes, por su gravedad, que presenta el bebé expuesto a alcohol durante su gestación”, indica Cebral.
Alteraciones cráneo-faciales, microcefalia, ojos muy chicos y juntos, orejas a una altura más baja que la habitual, además de múltiples disfunciones orgánicas a todo nivel, en especial defectos del sistema nervioso y del corazón, junto con retraso en el crecimiento, son algunas de las características de este síndrome, según detallan los investigadores. “Hace tiempo, nosotros empezamos a estudiar qué le pasa al embrión y al feto cuando la madre ingiere alcohol alrededor de la concepción, y si esas alteraciones embrionarias tempranas pueden derivar en este síndrome”, puntualiza Cebral, responsable del Laboratorio de Reproducción y Fisiopatología Materno-Embrionaria (LARFIMAE), que funciona en Exactas UBA.
Bajo estudio
Quince días antes de estar preñadas y diez después de la gestación, las ratonas recibieron concentraciones de alcohol equiparables a lo que consume Silvina, es decir, dos o tres copas de vino por día. “Seguimos un protocolo experimental para homologar el tipo de ingesta que se da en la mujer alcohólica de modo moderado o social, y que continúa durante la gestación temprana sin saber que está embarazada”, resume Cebral, investigadora del CONICET en el Instituto de Biodiversidad y Biología Experimental y Aplicada (IBBEA) y directora de la tesis doctoral de Ventureira.
Tras estas semanas de tratamiento con alcohol, el equipo (ver recuadro “Ellos son”) detectó anormalidades en la vascularización materna de la placenta, lo que podría llevar a consecuencias negativas en el crecimiento de los fetos al llegarle menor cantidad de sangre y, por consiguiente, menos nutrientes y oxígeno para su normal formación.
“Nosotros detectamos una reducción de las arteriolas espiraladas, que son parte de la vascularización materna. Nuestras observaciones indican que el calibre de los vasos arteriales del tejido materno en desarrollo –grafica Cebral- es más angosto, y aparece como colapsado”.
Habitualmente, las arterias poseen una capa muscular que es la encargada de mantener la presión arterial. Sin embargo, esta característica sufre modificaciones durante la formación normal de la placenta. “Durante el embarazo normal, las arterias espiraladas maternas pierden esta capa muscular. Esto permite que se relajen y disminuya la presión de sangre en la cara fetal de la placenta para que el intercambio sanguíneo materno-fetal y el suministro sanguíneo al feto, sea el adecuado. En el caso de las hembras de ratón tratadas con alcohol, nosotros vemos que esta pérdida de músculo sucede en menor medida, cuando se compara con los animales controles”, describe Ventureira.
Este es uno de los puntos principales de los sucesivos resultados hallados por este equipo sobre las huellas dañinas del consumo de bebidas alcohólicas por parte de la futura mamá. “En estudios anteriores sobre los efectos del consumo materno ‘perigestacional’ de alcohol, hemos demostrado que el embrión presenta malformaciones de tubo neural y del corazón, microcefalia y baja tasa de crecimiento, entre otras serie de anormalidades”, historia Cebral, y enseguida precisa: “Nuestro trabajo de investigación pone de relieve la trascendencia de los estudios sobre las consecuencias del consumo de alcohol en edad reproductiva, a corto y largo plazo, en la descendencia y nuevas generaciones, así como su imperiosa prevención”.
Cifras inquietantes
Cada año mueren tres millones de personas en el planeta a consecuencia del consumo nocivo de alcohol, lo que representa 1 de cada 20 fallecimientos, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud. “Se prevé que el consumo mundial de alcohol aumente en los próximos 10 años, particularmente en las regiones de Asia Sudoriental, Pacífico Occidental y las Américas”, concluye la entidad en su último informe de 2018.
Como contrapartida a un cuadro de situación inquietante, diferentes organismos e instituciones relacionadas con la salud de la población en Argentina junto a investigadores del CONICET de varios centros de nuestro país, se agruparon y formaron el Equipo de Promoción para la Prevención Intersectorial de Consumo de Alcohol (EPPICA).
“Junto con médicos y profesionales de la salud, conformamos EPPICA con el objetivo imperioso de trabajar sobre la epidemiología del consumo de alcohol y su prevención, ya que nos preocupan las consecuencias nocivas del consumo de alcohol por parte de la mujer y del hombre. Los datos oficiales indican el altísimo grado de consumo, particularmente excesivo y episódico, en nuestro país, y que aparece como el más alto de la región”, finaliza Cebral.
Ellos son
Junto con Elisa Cebral y Martín Ventureira colaboraron en este trabajo publicado en Reproduction, Cristian Sobarzo, del Instituto de Investigaciones Biomédicas (INBIOMED) de la Facultad de Medicina UBA; Felipe Argandoña y Alberto Palomino del Instituto de Investigaciones Materno Infantil de la Universidad de Chile, y Claudio Barbeito del Instituto de Biología, Embriología e Histología de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional de La Plata.