Un dulce contra el virus
Un nuevo compuesto elaborado a partir de azúcares provenientes de biomasa obtuvo resultados promisorios, en estudios in vitro, para inhibir al virus Junín, el agente que causa la Fiebre Hemorrágica Argentina. La sustancia resultó más efectiva que las terapias actuales.
“Avenida de los Azúcares”, dice el cartel en la puerta del laboratorio de la doctora en química, Norma D’Accorso, en Ciudad Universitaria. Ella y su equipo desde hace años prueban, exploran, experimentan y combinan esta familia de compuestos con distintos fines. Uno de ellos, apunta y con resultados promisorios, a inhibir el virus Junín, causante de la Fiebre Hemorrágica Argentina (FHA), que afecta principalmente a la población rural en contacto con roedores infectados.
“Nosotros, a partir de azúcares provenientes de la biomasa renovable, como glucosa o galactosa, hacemos modificaciones químicas. Transformamos eso en un compuesto que busca ser activo para combatir al virus Junín. La idea es hacer algo novedoso que tenga menos toxicidad y más actividad que la ribavirina, el antiviral existente en el mercado”, detalla D’Accorso, directora del Centro de Investigación en Hidratos de Carbono (CIHIDECAR) del CONICET, en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.
Varones de entre 15 y 60 años, suelen ser los más afectados por esta dolencia, también conocida como Mal de los Rastrojos, que suele hallarse en la zona cerealera de las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y La Pampa. La laucha del maíz o ratón maicero infectado transmite la enfermedad a través de su saliva u orina. Al principio, puede generar en las personas fiebre, dolor de cabeza, desgano, dolores articulares y oculares. “Estos síntomas se intensifican produciéndose alteración vascular, renal, hematológica y neurológica, shocks y crisis convulsivas. La mortalidad de la FHA alcanza el 30%”, indica la Organización Panamericana de la Salud.
Si bien hay vacuna preventiva y tratamientos, los investigadores intentan mejorar las terapias existentes. “La idea era hacer compuestos multivalentes con muchos grupos parecidos a la ribavirina, que también se obtiene del azúcar. Lo hicimos, nos costó mucho”, reconoce la profesora de Exactas UBA sobre el trabajo realizado junto con Mario Contin, Claudia Sepúlveda, Mirta Fascio, Carlos Stortz y Elsa Damonte, recientemente publicado en Bioorganic & Medicinal Chemistry Letters.
Ellos buscaban diseñar un producto efectivo que pudiese interactuar con el virus y, luego de ingresar en su interior, que pudiera colocar estratégicamente los elementos para impedir o desactivar el crecimiento del virus Junín. Al principio, los resultados de los experimentos no fueron los esperados. Pero un cambio sugerido por un colega, resultó clave. “Hicimos moléculas más pequeñas que fueron más activas. Por lo tanto, debía haber un problema de espacio para meterse”, desliza.
Punto caramelo
Los experimentos -realizados in vitro– son evaluados según un índice de selectividad que mide la eficacia de la sustancia diseñada para inhibir al virus, así como también los efectos perjudiciales que deja en el organismo del enfermo. De ese balance, entre las ventajas y sus contras, se establece su conveniencia en una escala. “Encontramos algunos compuestos pequeños con una actividad más alta contra el virus que la ribavirina, y con una toxicidad de orden similar, con lo cual presenta una selectividad mayor. Es decir, al tener más actividad, es posible que el tratamiento requiera menos dosis del compuesto y, por ende, se minimizan los aspectos adversos”, precisa D’Accorso, ganadora 2016 de uno de los premios de la Asociación Química Argentina.
Conforme con los resultados obtenidos, la experta destaca la importancia del equipo interdisciplinario para este logro y, a la vez, resalta la complejidad del elemento que manejan entre sus guantes y pipetas. “Al azúcar que se tiene en la cocina basta calentarlo para que cambie totalmente y se convierta en caramelo. Aquí -señala-, en el laboratorio, también trabajamos con azúcares que son lábiles y requieren de una buena manipulación”.
Con la mirada puesta en el futuro, D’Accorso observa: “Los resultados son bastante promisorios. Se debe seguir investigando en este tema. Hay ideas para probar nuestros análogos con otros virus como dengue y zika”.
Pero esto no es todo. “Estamos trabajando en cápsulas para envolver antivirales con nanotecnología. La idea es que se vayan liberando en el organismo según necesidad y que sean biodegradables”, anticipa.