Distinción a científica argentina en Estados Unidos

Valeria en el cielo con cristales

La argentina Valeria Molinero acaba de ser elegida miembro de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, la mayor distinción gubernamental a la que puede aspirar la comunidad científica. Molinero está radicada en el exterior desde el 2000 y es reconocida internacionalmente por sus aportes en química de la formación de cristales, entre otros temas.

12 May 2022 POR

El peso de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos resulta único en occidente. Es una legendaria y honorífica sociedad científica que asesora al gobierno de los Estados Unidos, donde confluyen especialistas destacados de las más diversas áreas. Tener acceso a una de las sillas del organismo es un reconocimiento superlativo para científicos y científicas de ese país y también para quienes habitan en otros territorios, ya que cuenta con un cupo para miembros extranjeros. La llave de entrada a ese selecto grupo la tienen los propios integrantes de la Academia, que postulan y promueven el ingreso de pares, y ese reconocimiento de pares es sin duda un valor agregado de la membresía.

Pocos días atrás, el 3 de mayo, la doctora en Química Valeria Molinero recibió la llamada de un colega miembro de la Academia: le comunicó que se había convertido en miembro de la institución. Molinero tiene 52 años y vive en el estado de Utah desde hace dos décadas. Es graduada en Química en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires y en la misma institución hizo su doctorado. En el 2000 decidió continuar su formación en los Estados Unidos y allí, finalmente, se radicó. Profesora e investigadora en la Universidad de Utah, hoy pasó a ocupar, formalmente, un lugar destacado en el conocimiento del país del norte y más allá.

Es imposible iniciar el diálogo con Molinero sin hacer la pregunta de Perogrullo: qué significa para ella el ingreso a la NAS (por la sigla de National Academy of Science). La comunicación con NEXciencia es por WhatsApp, desde el aeropuerto de Utah, mientras Molinero espera el vuelo para ir a exponer a un congreso en Hawái. “Fue totalmente inesperado para mí, lo cual resulta mucho mejor”, dice y se ríe. “Es maravilloso que reconozcan el trabajo de una. Ahora, también considero que yo me llevo el festejo pero claramente mi trabajo es algo que no hago sola, lo hago con mis colaboradores, con mis estudiantes. Y sin duda el reconocimiento también le cabe a la gente que está allá (por Argentina), los que me formaron y trabajan conmigo”, agrega.

“Es maravilloso que reconozcan el trabajo de una. Ahora, también considero que yo me llevo el festejo pero claramente mi trabajo es algo que no hago sola, lo hago con mis colaboradores, con mis estudiantes».

– Ahora, como miembro de la NAS, vas a convertirte en asesora en políticas públicas y vas a colaborar en la determinación de temas relevantes para la investigación, entre otras obligaciones. ¿Cómo te imaginás en ese rol?

– Espero poder contribuir de la mejor manera. La Academia forma grupos de trabajo que elaboran informes para el Gobierno y para la comunidad científica. Se investiga en un tema en particular y se proponen soluciones a problemas a partir de la publicación de documentos. Espero aprender más sobre todo esto muy pronto.

– Tu edad de ingreso es baja respecto al promedio.

– Sí, me decía un colega, que es miembro de la Academia, que los ingresos fueron de un promedio de más de 65 años. Yo tengo 52, así que estoy una docena antes. Y otra particularidad es que la mayor parte hizo su formación en los Estados Unidos mientras que yo estoy formada en la UBA, en Exactas. Soy de allá.

– ¿Cómo fue tu partida a los Estados Unidos?

– Hice mi doctorado en Ciencias Químicas entre 1996 y 1999 en temas de química teórica. Terminé a fin de diciembre y empecé a buscar puestos para investigación en los Estados Unidos. En el 2000, un amigo me recomendó que fuera al Caltech (N. de la R: el Instituto Tecnológico de California). Me habló sobre lo interesante que era trabajar con Bill Goddard, me gustó la idea y me fui en septiembre. Fue una buena elección ir al grupo de Goddard, trabajaba en temas muy variados, era un grupo enorme, de 60 personas, todo un cambio para mí.

– ¿Tenías planificado quedarte en los Estados Unidos?

– Me fui sin plan, pero justo después vino la crisis de 2001 en la Argentina. Yo, en general, no planifico mucho a futuro, voy siguiendo lo que viene. Cuando me di cuenta de que estaba bastante formada y que no había muchas oportunidades en la Argentina me pareció lo natural optar por quedarme y me vine a la Universidad de Utah.

A Molinero le gusta hacer un chiste: “Soy muy reconocida por estudiar el agua fría, por haber comprobado que el agua fría forma hielo”, dice con una sonrisa.

A Molinero le gusta hacer un chiste: “Soy muy reconocida por estudiar el agua fría, por haber comprobado que el agua fría forma hielo”, dice. La referencia del “descubrimiento del hielo” viene por un trabajo suyo publicado en 2011 en la revista Nature sobre la relación entre la trasformación estructural del agua sobreenfriada y su capacidad de cristalización. El trabajo tuvo resonancia mundial y la ubicó como referente en el tema de transiciones de fase entre agua y hielo, una línea de investigación inducida -de acuerdo a su testimonio- en su paso por el grupo del fallecido Austen Angell de Caltech, toda una autoridad en el tema del agua. Este no fue su primer ni su último paper sobre el tema. De hecho, hace dos años publicó un trabajo junto con otros colegas en el cual se demostró que la nanogota de agua más pequeña posible que puede convertirse en hielo está formada por alrededor de 90 moléculas. El paper ganó el premio anual 2020 de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos.

Pero no solo con papers se construye el reconocimiento. El investigador Damian Scherlis, que es profesor en el Departamento de Química Inorgánica de Exactas UBA y colaborador de Molinero, aporta en ese sentido: «Valeria Molinero estudia el agua a nivel molecular. Si bien esto es algo en lo que trabajan miles de químicos y físicos teóricos, lo especial en su caso es que lo hace utilizando un modelo teórico que diseñó ella misma y que ha posibilitado abordar problemas fuera del alcance de otros métodos semejantes», explica y agrega un dato más: «Hoy su modelo es utilizado por múltiples especialistas de varios continentes».

– La agenda científica de tu grupo de investigación va más allá de la formación de cristales.

– En mi grupo hacemos lo nuestro, que es, básicamente, simulaciones moleculares. Somos nueve integrantes pero tenemos mucha diversidad de temas: nanoburbujas, membranas para celdas de combustibles, hielo y zeolitas son los cuatro temas centrales.

– Es un grupo chico para esa diversidad, ¿no?

– En todos los proyectos tenemos colaboradores que tienen otros conocimientos. Solo podés tener diversidad si colaborás con otros grupos, para que uno pueda entrar a otros temas y lograr un impacto mayor al que uno puede conseguir solo. Eso es lo que hace que podamos diversificarnos. En mi grupo estamos divididos en temas de membranas, agua y hielo en forma muy genérica porque mucho del estudio no es en agua sola sino en proteínas que forman hielo, cómo es que los microorganismos ayudan a la formación de hielo, o incluso cómo diseñar materiales a los que no se les adhiera el hielo. También ahora estamos trabajando en el estudio de zeolitas y cristalización en general, no solamente en agua. Para poder hacer contribuciones al conocimiento uno tiene que usar lo que aprendió en un área y traer una perspectiva distinta, esa es la idea. Si uno está siempre en su área, en un punto se vuelve todo muy endogámico. Está bueno ir moviéndose, por supuesto que con cierta continuidad como para poder desarrollar un programa de investigación.

Hace dos años publicó un trabajo -que fue premiado- en el cual se demostró que la nanogota de agua más pequeña que puede convertirse en hielo está formada por alrededor de 90 moléculas.

– ¿Cómo es tu relación con la Argentina?

– Siempre estoy conectada. Trabajamos mucho con el grupo de Damián Scherlis, en el INQUIMAE, del CONICET. Encontramos puntos en común desde que llegué a Utah y colaboramos hasta ahora en estudiar transiciones de fase en sistemas confinados. Mucha gente del grupo de él estuvo trabajando conmigo por períodos cortos o incluso como posdocs.

– ¿Qué elementos en común encontrás en tus distintos caminos en investigación?

– Hay cosas en común pero no es que tengo un único tema. Uno tiene que aventurarse a otras cosas, a mí me gusta probar siempre cosas nuevas, aprender. Lo que tienen en común casi todos los temas es que hay transiciones de fase que, en general, están acopladas a algún otro tema, como confinamiento, electrodos, una reacción química. Mi objetivo en general es proveer un conocimiento, un entendimiento fundamental de cómo es que la estructura molecular impacta en la dinámica, transiciones de fases y transformaciones en materiales.