¿Cómo se distribuye el agua en nuestro planeta?
Responde el doctor José Selles Martínez, investigador en el Departamento de Ciencias Geológicas de Exactas UBA.
No es raro escuchar que nuestro planeta, en lugar de llamarse “Tierra”, debería llamarse “Agua” ya que ésta cubre aproximadamente el 70 por ciento de su superficie. Quienes promueven esta idea se basan en un grave error de apreciación. Nuestro planeta no es un círculo sino una esfera y, al tratarse de un cuerpo, deberíamos establecer la proporción en función de los volúmenes involucrados y no de las superficies relativas. En este caso, y a pesar de ser el agua imprescindible para la vida, al planeta no le queda más remedio que llamarse Tierra. El agua sólo forma una delgada capa en su exterior y, a pesar de que algo de ella hay en los materiales de la litosfera y del manto, su proporción no alcanza a modificar la situación si la relación se establece en volumen o –aún peor– si en lugar de volúmenes se comparan las masas respectivas.
Pasamos así de una imagen de recurso abundante a otra, más adecuada, de real escasez a nivel planetario. Si nuestro interés se centra en cuánta del agua existente puede ser utilizada para la alimentación a un costo accesible, nos encontramos realmente en problemas. La mayor parte del agua es salada (95 por ciento), tanto la que se encuentra en los océanos como una gran parte del agua subterránea presente en los continentes. Desalinizar esta agua es aún muy costoso, aunque se están produciendo avances al respecto. Del agua dulce (5 por ciento), la mayor parte reside en los casquetes de hielo de los polos y en los glaciares de las altas montañas (3,4 por ciento). Las aguas de los acuíferos subterráneos aptos para el consumo representan el 1,5 por ciento, mientras que las de ríos y lagos alcanzan sólo al 0,25 por ciento, proporción sólo mayor a la muy pequeña fracción de agua dulce que reside en la atmósfera (0,001 por ciento).
Como se ve, el agua con que cuenta el planeta es poca; el agua dulce, poquísima; y la única manera de que no se agote es, inevitablemente, cuidarla.