Una dosis de optimismo
Mientras datos alentadores en el escenario epidemiológico global y en la Argentina abren la puerta a decisiones importantes, como la no obligatoriedad del uso del barbijo, comienza a vislumbrarse cómo serán las campañas de inmunización a mediano y largo plazo: todo apunta a vacunas que habiliten la aplicación de un solo refuerzo anual.
“Todavía no estamos allí, pero el final está a la vista”, sostuvo Tedros Adhanom Ghebreyesus la semana pasada, durante su habitual rueda de prensa. Aunque la pandemia de Covid-19 no terminó, según el director general de la Organización Mundial de la Salud la actual coyuntura es la mejor desde marzo de 2020. Y si bien en lo que va de 2022 la enfermedad ya provocó un millón de muertes en todo el mundo, los decesos descendieron a un piso de 11 mil en la segunda semana de septiembre, el registro más bajo desde el inicio de la emergencia sanitaria global.
En la Argentina, los datos epidemiológicos que pueden considerarse alentadores también motivaron decisiones de peso: este miércoles, el Ministerio de Salud de la Nación resolvió que ya no será obligatorio el uso del barbijo como medida preventiva general. Se mantiene la recomendación de su uso en espacios cerrados si se diera una alta circulación de SARS-CoV-2 u otro virus respiratorio, pero ese no es el escenario actual. Por el contrario, gracias al avance sostenido de la vacunación, el número de contagios y las internaciones en terapia intensiva descienden por quinta semana consecutiva, y la tendencia a la baja de la cifra de muertes por Covid-19 acumula cinco meses.
¿Cómo sigue esto? Las recomendaciones de la OMS trazan cuatro objetivos generales: continuar invirtiendo en vacunas, extender la inmunización de los grupos de riesgo, proseguir la estrategia de detección para controlar la aparición de nuevas variantes y, en líneas generales, mejorar los sistemas de salud. La inequidad en la distribución de dosis no se ha resuelto del todo: a pesar del mecanismo Covax, quedan diez naciones, básicamente en África, donde la cobertura de vacunación anticovid permanece por debajo del 10% de la población. No es esa, claro, la situación de la Argentina donde, según los últimos datos del Monitor Público de Vacunación, se aplicaron más de 109 millones de dosis.
NEXciencia consultó a la secretaria de Acceso a la Salud, Sandra Tirado, para saber cómo proyectan las autoridades sanitarias la continuidad del Plan Estratégico de Vacunación contra el SARS-CoV-2. “Estamos viendo lo que pasa en otros países, sobre todo los del hemisferio norte, que están, como España, colocando el segundo refuerzo –explica la médica tucumana–. Todo esto se discute en la CoNaIn, la Comisión Nacional de Inmunizaciones, teniendo en cuenta todo lo que se va publicando, los datos de la evolución epidemiológica de la enfermedad en el país y la circulación del virus en el resto del mundo, y allí se tomará la decisión de modificar o no la actual estrategia de refuerzos cuyo objetivo es prevenir las formas graves de la enfermedad y disminuir la mortalidad. Y si es posible, en función de las recomendaciones, estirar el período entre un refuerzo y otro”.
La cobertura de vacunación con esquema completo, es decir, con las dos primeras dosis, ha sido muy alta en la Argentina. En números redondos, 40,9 millones de personas iniciaron el esquema en todo el territorio nacional y 37,8 millones lo completaron. El alcance del primer refuerzo es menor: lo recibieron 21,5 millones. El segundo refuerzo es, lógicamente, el que presenta la tasa más baja de cobertura, con una cifra todavía muy por debajo de las anteriores: esa cuarta dosis de la vacuna anticovid fue aplicada a 5.870.576 personas.
El detalle de la inoculación a grupos de riesgo y por edad ofrece un contexto aún más auspicioso. Computadas las vacunas aplicadas desde el inicio de la campaña hasta el 6 de septiembre pasado, el 82,5% de la población general y el 81,7% de los mayores de 3 años recibieron al menos una dosis. La cobertura con el primer refuerzo alcanza al 46,7% del total, pero crece sustancialmente entre los mayores de 60 años: el 73,5% tiene al menos tres dosis.
Gracias al avance sostenido de la vacunación, el número de contagios y las internaciones en terapia intensiva descienden por quinta semana consecutiva.
Sin embargo, es evidente que la baja de los casos y los fallecimientos ha generado una merma en la afluencia a los vacunatorios. “La percepción del riesgo influye notablemente en las tasas de vacunación –advierte Tirado–. En la segunda y la tercera ola, cuando se registraron los picos de contagio y una fuerte circulación del virus, con un mayor número de personas sufriendo una evolución más complicada de la enfermedad, muchísima más gente acudió a vacunarse. En la situación que tenemos ahora, con circulación baja, pocos casos y las internaciones disminuyendo, también disminuye esa percepción del riesgo y las personas no se vacunan. Por supuesto, ya atravesamos ese período crítico en el que nos enfrentábamos a un virus totalmente nuevo frente al cual nadie tenía inmunidad, y ahora, a más de dos años del inicio de la pandemia y con más de 37 millones de personas vacunadas con dos dosis, obviamente la susceptibilidad al virus ha disminuido”.
Para el bioquímico Jorge Geffner, especialista en inmunología, investigador del CONICET y vicedirector del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida (INBIRS), el concepto de “esquema completo” en esta fase de la pandemia debe ser más amplio. “La campaña de inmunización en la Argentina ha sido, en efecto, muy buena, con una extensa cobertura con dos dosis, pero la pata floja es que no logramos avanzar por arriba del 60 o 63% en la tercera dosis. Mucha gente se dio las dos primeras y no fue a darse el primer refuerzo, que tendría que haber sido objeto de una campaña de difusión más enérgica, porque podía no ser necesaria frente a las otras variantes pero sí lo es frente a Ómicron para disminuir la probabilidad de evolucionar hacia cuadros graves. O sea, hoy esquema completo contra Ómicron significa tres dosis, y ahí es donde hay que apretar un poquito. Nos falta avanzar en las terceras dosis, sobre todo en ciertos segmentos como el pediátrico, y desde luego en las cuartas”.
Las vacunas que actualmente distribuye el Estado nacional son las de ARN mensajero, que producen Pfizer y Moderna, en dosis para adultos y formulaciones pediátricas. “Tienen buena respuesta para las variantes en circulación, con lo cual no se necesitaría por ahora una condición distinta en su formulación –explica la funcionaria del Ministerio de Salud–. El stock está asegurado y ya están suscriptos los contratos con los laboratorios para la provisión de dosis durante 2023. Si las recomendaciones indicaran que hay que adquirir otro tipo de vacuna, se verá en su momento”.
El investigador del INBIRS coincide en la efectividad de las vacunas hoy disponibles: “Toda la primera generación fue diseñada en función de la variante Wuhan, el virus original que ya no circula, pero todas sirven para prevenir la infección grave. Tienen mucha menos eficacia para prevenir la infección asintomática o leve, tan es así que mucha gente con tres dosis se contagia igual, pero cursa la enfermedad sin hacer cuadros graves. Hace un mes, en Estados Unidos se aprobó una vacuna bivalente de Moderna, que también previene contra Ómicron. Pero el paper no muestra grandes diferencias en términos de inmunización. Realmente no se evidencia que hoy haya que producir vacunas contra linajes específicos. De hecho, esta bivalente fue diseñada para las subvariantes BA.1 y BA.2 de Ómicron, que ya están siendo desplazadas por BA.4 y BA.5.”
¿Cómo será la estrategia de inmunización en el mediano y el largo plazo? ¿Se podrá establecer para Covid esta enfermedad no estacional un modelo de vacunación anual como el que se implementa para la gripe? “Sabemos que no tenemos vacunas que permitan erradicar la enfermedad o evitar que el virus circule, como puede ocurrir con las vacunas de la poliomielitis o el sarampión –puntualiza Tirado–. Aquí aspiramos a disminuir la mortalidad y las formas graves de la enfermedad. Es un virus respiratorio. No genera una inmunidad duradera o anticuerpos de por vida. Quien tuvo la enfermedad o recibió la vacuna no desarrolla una respuesta inmunológica persistente. Por eso, las personas de los grupos de riesgo reciben la vacuna de la gripe todos los años. Covid se comporta igual. Entonces, si en algún momento obtuviéramos una dosis de refuerzo con un efecto más prolongado, quizás termine siendo una dosis anual, como la de la gripe”.
“Hoy no está del todo claro con qué frecuencia deberemos aplicarnos refuerzos –agrega Geffner–. Cuando una persona se vacuna, su nivel de respuesta inmune se eleva, y después va decayendo en el tiempo, pero no siempre de la misma manera. En la respuesta inmune hay dos grandes compartimentos: por un lado, los anticuerpos; por el otro, los linfocitos T, que perduran más en el tiempo y parecen tener un efecto protector importante. En cualquier caso, yo también creo que iremos hacia un régimen de refuerzos de tipo anual”. Una perspectiva inmunológica que, alerta el especialista, se vería necesariamente afectada si surge una nueva variante o un nuevo sublinaje de Ómicron que ponga en jaque la eficacia de las vacunas disponibles.
«Realmente no se evidencia que hoy haya que producir vacunas contra linajes específicos» (Jorge Geffner)
¿Es posible hablar, todavía, de inmunidad de rebaño? “El problema es que este virus es muy contagioso. Tendríamos que tener, con este nivel de contagiosidad, arriba del 90% de cobertura con cuatro dosis para pensar en inmunidad de rebaño –explica Geffner–. Veamos lo que pasa en otros países. En Estados Unidos, donde el fuerte movimiento antivacunas les impide perforar el 70% de vacunación, siguen con un número de entre 450 y 500 fallecimientos diarios, quintuplicando, en proporción, la tasa de decesos de Argentina. Y en Portugal, con una altísima tasa de vacunación, no se muere nadie. La vacuna sigue siendo la clave”.
En este contexto, entonces, se renueva la centralidad estratégica de avanzar hacia la producción de una vacuna argentina. Los proyectos para elaborar dosis de AstraZeneca y Sputnik V a nivel local se frustraron por diversas razones: el primero, por la crisis global en la cadena de suministros que se desató en el momento más álgido de la pandemia, que impidió cumplir con las metas de producción acordadas; el segundo, por la grave reconfiguración geopolítica que supuso la invasión de Rusia a Ucrania.
Pero hay cuatro proyectos 100% argentinos que siguen en carrera. Y el más avanzado es la ARVAC Cecilia Grierson, el desarrollo de la UNSAM y el CONICET, con apoyo del Laboratorio Cassará, liderado por la bióloga Juliana Cassataro. “Está terminando la Fase I de ensayos clínicos, y pidiendo autorización para Fase II y III. En el INBIRS hicimos los estudios de anticuerpos y los resultados son muy alentadores. Yo creo que hacia 2023 deberíamos tener una vacuna propia de la A a la Z”, se entusiasma Jorge Geffner. Y Sandra Tirado concluye: “Ese es el objetivo, que en algún momento las dosis de refuerzo puedan ser producidas en el país”.