
Buscando un blanco humano
El tratamiento antibiótico de la tuberculosis es complejo y largo y, por eso, suele abandonarse. Un grupo de investigación estudia los diferentes tipos de respuesta inmune que presentan los pacientes con tuberculosis buscando hallar una terapia dirigida directamente al huésped. Acaban de presentar un nuevo avance en una revista científica de prestigio.
La tuberculosis es curable y, en la Argentina, el tratamiento es gratuito. No obstante, según el Boletín Epidemiológico Nacional, en 2024 se notificaron 827 muertes debidas a esta enfermedad que, en el mundo, mata a más de un millón de personas al año.
Una de las causas de que la bacteria Mycobacterium tuberculosis siga causando estragos es que el tratamiento antibiótico es complejo y largo: son cuatro a nueve meses tomando cuatro pastillas diferentes que suelen provocar efectos adversos serios. Es así que, muchas veces, al mes de estar tomando los remedios, el paciente empieza a sentirse mejor de los síntomas de la tuberculosis y abandona el tratamiento antes de tiempo. Esta conducta puede generar bacterias resistentes a los antibióticos lo cual conduce a un tratamiento aun más complicado que, a veces, no es suficiente para eliminar a la bacteria y puede llevar a la muerte.
En el Laboratorio de Inmunidad y Tuberculosis (LIT) del Instituto de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA (IQUIBICEN, UBA-CONICET) intentan hallar una terapia que en lugar de apuntar a la bacteria se dirija al sistema inmune del paciente: “Es lo que ahora se denomina terapia directamente dirigida al huésped”, aclara Verónica García, investigadora del CONICET y directora del LIT.
En el Laboratorio de Inmunidad y Tuberculosis intentan hallar una terapia que en lugar de apuntar a la bacteria se dirija al sistema inmune del paciente.
En ese Laboratorio trabajan desde hace más de veinte años investigando la inmunidad de pacientes con tuberculosis. Más precisamente, estudian las células de su sistema inmune para ver cuáles de ellas podrían ser el blanco de alguna terapia que mejore los mecanismos de defensa contra el patógeno.
El blanco: los glóbulos blancos
“Estamos estudiando todas las poblaciones de células que participan en la respuesta inmune innata y adaptativa para ver si, en algún momento, podemos utilizar alguna de ellas para modular esa respuesta y mejorar el tratamiento”, cuenta García, y subraya: “En general, las investigaciones se hacen con ratones. Nosotros trabajamos con células de pacientes, que es algo muy complejo”.
De hecho, estudian distintos tipos de glóbulos blancos involucrados en la defensa del organismo: “Nosotros investigamos los linfocitos, investigamos los monocitos, y ahora estamos investigando los neutrófilos”.
Precisamente, los neutrófilos -las primeras células que migran al sitio de infección en los pacientes con tuberculosis- son el objeto de estudio en un paper publicado recientemente por el LIT en el Journal of Immunology, una de las revistas científicas más prestigiosas del campo de la inmunología.
En el estudio que acaban de publicar, el grupo presenta un nuevo avance en el sentido de que los pacientes con tuberculosis no son inmunológicamente iguales.
El trabajo -que forma parte de la tesis doctoral de la bióloga Candela Martin- describe por primera vez en pacientes con tuberculosis la existencia de dos subpoblaciones distintas de neutrófilos.
Además, muestran que la mayor o menor presencia de una u otra de esas subpoblaciones en la sangre del paciente se correlaciona con la capacidad del individuo de responder a la infección y, en consecuencia, con el grado de severidad de la enfermedad.
¿Neutrófilos como blanco?
Hace algunos años, estudiando las células del sistema inmune de pacientes con tuberculosis, el equipo de investigación del LIT identificó dos tipos de individuos: los “altos respondedores”, que son los que tienen mejor respuesta contra la bacteria, y los “bajos respondedores” o “no respondedores”, que son los que desarrollan las formas más graves de la enfermedad.
“Esto se correlaciona con la clásica clasificación médica en leve, moderada y grave enfermedad tuberculosa. Entonces, los que tendrían la enfermedad leve serían los respondedores, y moderada y grave serían los no respondedores”, ilustra García.
El trabajo describe por primera vez en pacientes con tuberculosis la existencia de dos subpoblaciones distintas de neutrófilos.
Ahora, en el estudio que acaban de publicar en el Journal of Immunology, presentan un nuevo avance en el sentido de que los pacientes con tuberculosis no son inmunológicamente iguales: “En este trabajo en particular describimos la existencia de dos subpoblaciones de neutrófilos: la N1, que sería la proinflamatoria, y la N2, que sería la antiinflamatoria”, detalla García.
“Lo que nosotros vimos es que los pacientes con fuerte respuesta, los altos respondedores, tienen mayormente neutrófilos de la subpoblación N1, la proinflamatoria. Por otro lado, vimos que los no respondedores, con enfermedad más severa, tienen principalmente neutrófilos de la subpoblación N2, la antiinflamatoria”, revela.
La presencia de dos subpoblaciones de neutrófilos –una muy activa (N1) y otra poco activa (N2)- se había observado en cáncer y en otras pocas patologías, como el infarto de miocardio, la periodontitis o algunas parasitosis, entre otras. “La existencia de las subpoblaciones N1 y N2 nunca había sido descrita en pacientes con tuberculosis”, afirma García.
Para la investigadora, el hallazgo permite pensar en la posibilidad de apuntar a los neutrófilos como blanco de una terapia antituberculosa dirigida directamente al paciente: “Dado que los neutrófilos N1 son los que mejor responden, entonces podríamos, en aquellos pacientes que tienen mayoritariamente una subpoblación N2, que sería la que menos responde, tratar de hacer un viraje de esa subpoblación N2 a N1, para que respondan mejor al patógeno”, considera, y agrega: “Son subpoblaciones muy plásticas. De hecho, en otras enfermedades se vio que ese viraje es posible”.