Condicionamiento pavloviano en humanos

Cómo fabricar ansiosos

En Exactas UBA diseñaron un modelo experimental para estudiar la relación entre la memoria y los trastornos de ansiedad.

6 Dic 2018 POR

Imagen: Instituto Karolinska.

Una de las funciones del cerebro es anticiparse a lo que pueda pasar a nuestro alrededor para evitar que quedemos expuestos a algún riesgo. La ansiedad es uno de los mecanismos que cumplen esa finalidad: es una respuesta -involuntaria- de anticipación ante algo que es percibido como amenazante o peligroso. Habitualmente, el acceso de ansiedad es breve y, por lo tanto, no afecta demasiado la vida cotidiana. Pero, en algunos casos, la ansiedad puede volverse crónica (trastorno de ansiedad o fobia) y transformarse en un padecimiento que puede alterar seriamente la actividad diaria.

Quienes padecen un trastorno de ansiedad suelen hacer predicciones “catastróficas” respecto de una situación particular que pueda presentárseles. Por ejemplo, quien tiene fobia a los perros cree que cada pichicho que se cruce por su camino lo va a morder y, aunque la profecía no se cumpla, seguirá sintiéndose amenazado por cualquier ejemplar canino que aparezca ante sus ojos.

¿Por qué un individuo que a lo largo de su vida se cruzó con cientos de perros sin sufrir un mínimo rasguño sigue creyendo que el animal lo va a atacar? En otras palabras: ¿Por qué su cerebro no “actualiza” esa información?

“Esa es la pregunta que motoriza nuestro trabajo”, señala María Eugenia Pedreira, investigadora del CONICET y directora del Grupo de Neurobiología Comportamental (GNC) en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

Condicionamiento Pavloviano

A comienzos del siglo XX, el ruso Iván Pavlov, premio Nobel de Medicina en 1904, cobraba notoriedad por sus trabajos sobre reflejo condicionado en perros. El científico se dio cuenta de que al ofrecerle comida al animal, este salivaba. Entonces, diseñó un famoso experimento en el que, cada vez que le daba de comer, hacía sonar un metrónomo. Así, el perro aprendió a asociar el sonido con el alimento. Ese entrenamiento dio como resultado que el animal empezara a salivar al escuchar el sonido aun cuando no se le diera de comer.

El condicionamiento pavloviano, también llamado condicionamiento clásico, se usa actualmente para estudiar los trastornos de ansiedad. Esto ha permitido avanzar significativamente en la comprensión de las bases neurobiológicas de estas patologías y en el desarrollo de algunos tratamientos.

Para efectuar el condicionamiento, en el laboratorio se entrena a animales o a personas para que, mediante exposiciones repetidas, aprendan a asociar un estímulo aversivo (desagradable) con una determinada experiencia. De esa manera, se consigue reproducir, experimentalmente y en condiciones muy controladas, ciertas características del trastorno de ansiedad.

Para evaluar el grado de ansiedad generada, en estos experimentos suele medirse alguna respuesta fisiológica. Por ejemplo, la frecuencia cardíaca o, también, la conductancia dérmica (que refleja la activación de las glándulas sudoríparas).

Pero lo que el trastorno de ansiedad produce en el individuo es mucho más que una respuesta fisiológica. También involucra aspectos cognitivos -como la atención, la percepción o el lenguaje- y elementos conductuales (como la evitación) y emocionales (como el miedo). Por lo tanto, los experimentos que se realizan en el mundo para emular un trastorno de ansiedad y estudiarlo no estarían reflejando la complejidad del fenómeno.

Ahora, un trabajo publicado en Scientific Reports, una revista científica de acceso abierto del grupo Nature, da cuenta del desarrollo de un diseño experimental novedoso que toma en cuenta esas otras dimensiones del fenómeno.

“Nuestro protocolo permite evaluar, bajo un condicionamiento pavloviano, cómo se modifican otros sistemas. Y eso sería una base más fidedigna de lo que es un trastorno de ansiedad”, consigna el psicólogo y doctor en medicina Rodrigo Fernández, integrante del GNC.

Memoria y ansiedad

Se sabe que la memoria está inmiscuida en los procesos cognitivos, emocionales y conductuales. Es como un director de orquesta de esos procesos mentales. De hecho, la memoria es uno de los principales factores que guían la conducta: uno toma decisiones en función de experiencias pasadas y, a la vez, la memoria sirve para anticipar y predecir eventos futuros.

“Los trastornos de ansiedad están basados en una experiencia de memoria”, puntualiza Fernández. “Por ejemplo, si a una persona le roban el auto en una esquina, cuando vuelva a ese lugar va a evocar ese recuerdo”, ilustra, y añade: “Pero, además, se le van a disparar síntomas que son cognitivos, como por ejemplo estar más atento a lo que sucede alrededor, o pensar que ese barrio es feo o peligroso”.

Por otra parte, una característica importante del trastorno de ansiedad es que las memorias y creencias negativas persisten en el tiempo. En este sentido, es bien conocido que para que el recuerdo de una experiencia determinada (una memoria) se consolide, es decir, se haga estable y duradera, deben transcurrir varias horas. Sin embargo, hasta ahora, esta cuestión no había sido considerada en los modelos de estudio de los trastornos de ansiedad, pues los experimentos se realizaban en el momento: “Nosotros extendimos los experimentos hasta las 48 horas posteriores al condicionamiento, es decir, cuando el proceso de consolidación de esa memoria finalizó y el recuerdo se hace duradero”, explica la bióloga Soledad Picco, que utilizará esta investigación como parte de su tesis doctoral.

Las caras del miedo

En el estudio participaron 70 voluntarios, de entre 18 y 35 años de edad, todos ellos estudiantes de Exactas UBA, quienes firmaron un consentimiento informado aprobado por un comité de ética. Una mitad de esos individuos fue entrenada mediante condicionamiento pavloviano para aprender a responder a un estímulo “amenazante”, en tanto que la otra mitad de los voluntarios no recibió ese entrenamiento (grupo control).

Para el condicionamiento se utilizaron fotografías de caras humanas que están codificadas en cuanto a qué emoción expresan y con qué intensidad. En este caso, el diseño experimental incluyó dos caras enojadas y una tercera neutra (sin ninguna expresión): “Se sabe que las caras enojadas facilitan el aprendizaje del miedo”, aclara Fernández.

Con electrodos en sus dedos (para medirles la conductancia dérmica), los voluntarios fueron ubicados frente a una pantalla en la que aparecían, una a una y en orden aleatorio, las tres caras. Pero, a diferencia del grupo control, a los individuos a los que se quería “transformar en ansiosos” mediante el condicionamiento Pavloviano, cuando aparecía una de las caras enojadas se les hacía escuchar un sonido desagradable. Mediante sucesivas repeticiones de este procedimiento, los sujetos aprenden a asociar la cara enojada con el estímulo aversivo. Es decir, están condicionados: cada vez que aparece esa cara enojada esperan escuchar el sonido desagradable.

“Mediante un cuestionario sobre ansiedad percibida, que ambos grupos completan antes y después de ver las caras, se confirma que quienes atravesaron el condicionamiento poseen mayores niveles de ansiedad que los del grupo control”, explica Fernández. “En definitiva, generamos un perfil de respuestas compatibles con algunas características de los trastornos de ansiedad”, subraya Fernández.

Los tiempos de la ansiedad

Para evaluar los efectos del condicionamiento sobre otros procesos mentales los investigadores y las investigadoras sometieron a ambos grupos a nuevas pruebas. Pero, y aquí radica una de los aspectos más originales del trabajo, decidieron subdividir nuevamente a ambos grupos: a unos los evaluaron a los cinco minutos de provocado el condicionamiento, y a los otros, a las 48 horas.

“A los cinco minutos evaluamos la memoria de corto término, que es lo primero que el sistema retuvo como información pero que todavía es lábil y que, después, puede o no ser estabilizado durante la consolidación, que ocurre al día siguiente, y que forma la memoria de largo plazo”, explica Pedreira.

Mediante ejercicios específicos testearon los efectos del condicionamiento sobre dos procesos cognitivos: la atención y el lenguaje: “Comprobamos que en los individuos que fueron entrenados mediante el condicionamiento pavloviano la aparición de la cara que traía asociado el sonido desagradable les afecta la atención a corto plazo y a las 48 horas. Es decir que esa memoria se mantiene y está modificando la atención a largo plazo”, revela Picco. “Pero, en lo que nosotros evaluamos, el lenguaje no se vio afectado por el condicionamiento”, completa.

En otra tarea durante el experimento, que se efectúa antes y después del entrenamiento pavloviano, a los sujetos se les muestran doce caras (la mitad son neutras y la otra mitad son caras enojadas) y se les pide que las evalúen, una por una, con un número, según cuán feas o desagradables les parezcan.

“Observamos que en los individuos que atravesaron el entrenamiento hay un aumento en la aversión que perciben hacia la cara asociada al sonido, tanto a corto plazo como a largo plazo. Pero, más importante, comprobamos que, a largo plazo, todas las caras enojadas les parecen más feas. Es decir, hay una generalización a largo plazo, y no a corto plazo. Y en el medio lo que ocurrió es el proceso de consolidación de la memoria”, señala Fernández. “Esto apoya más nuestra idea de cómo la memoria cambia el procesamiento cognitivo, porque acá estamos viendo cómo la memoria moldea tu opinión”.

Para Pedreira, este fenómeno de generalización puede asociarse a lo que ocurre ante una experiencia traumática: “Si te mordió un perro, después no le vas a tener miedo a un rottweiler solamente, le vas a tener miedo hasta a un chihuahua”.

La valoración del ansioso

Las personas con ansiedad están más predispuestas a hacer predicciones negativas. Suelen estar más atentas al peligro y a valorarlo como más terrible. Con este conocimiento, y para comprobar si el protocolo desarrollado en el GNC reproduce el trastorno de ansiedad lo más fielmente posible, los autores del trabajo -Picco, Fernández, Pedreira y Fernando Messore-, decidieron estudiar de qué manera los sujetos evaluaban diferentes situaciones hipotéticas que se les presentaban.

Para ello, diseñaron un experimento en el que se presentaban, una a una, las tres caras usadas en el entrenamiento pavloviano. Con cada cara, aparecían tres preguntas que planteaban distintos escenarios positivos o negativos: ¿qué probabilidad hay de que esta persona te lleve al aeropuerto?, o ¿qué probabilidad hay de que esta persona te robe?, o ¿que te llame para tu cumpleaños?, o ¿que se ría de vos?, entre muchas otras.

“Es una tarea de valoración, en la que el individuo evalúa la probabilidad de que algo ocurra y su magnitud”, comenta Fernández. “La idea era ver cómo la memoria afectaba esto. Y lo que observamos es que, a corto plazo, el condicionamiento hace ver las situaciones negativas como más negativas, pero no afecta a las situaciones positivas. Pero, a largo plazo, no encontramos esta diferencia, lo cual sugiere que esa valoración negativa no sobrevive al proceso de consolidación de la memoria”.

Extinguir la ansiedad

Ahora, con el modelo de trastorno de ansiedad que desarrollaron, las científicas y los científicos del GNC están trabajando en un nuevo experimento que tiene por objetivo analizar qué sucede cuando se extingue una memoria, es decir, cuando se expone a un paciente a un estímulo aversivo de manera repetida para que deje de tenerle miedo, lo que los psicólogos denominan “tratamiento de exposición”. Para eso, a los sujetos que aprendieron a “tenerle miedo” a la cara enojada tendrán que exponerlos repetidas veces a esa cara, pero sin que esté acompañada por el sonido desagradable.

“Pudimos comprobar que la memoria guía y altera el funcionamiento cognitivo y de valoración. Ahora queremos saber qué ocurre con esos sistemas cuando se extingue esa memoria”, anticipa Pedreira.

Después de finalizar un tratamiento, las personas con algún trastorno de ansiedad  suelen sentirse bien pero pueden mantener un mayor grado de alerta o ser más susceptibles a los eventos negativos.

“Se dice que ese tipo de cosas son factores predictores de recaída. Una persona puede no tener síntomas, no tener una respuesta fisiológica medible, pero eso no quiere decir que el proceso no pueda continuar de manera subterránea. Eso es lo que queremos estudiar ahora”, informa Fernández.