
Detrás de los cascarudos
Los terribles cascarudos que hemos visto en la serie El Eternauta fueron diseñados siguiendo conceptos científicos sobre fisiología de insectos. El biólogo Gabriel Manrique fue quien asesoró a la producción. En esta nota, el investigador cuenta su relación con el cine y cómo un científico que estudia vinchucas puede aportar sus conocimientos a la industria cultural.
“El vínculo inicial fue a través de Fabián Gabelli, un colega biólogo, profesor de la Facultad de Psicología de la UBA en biología del comportamiento que hace mucho tiempo empezó con Luis Puenzo en la filmación de La Peste, entrenando ratas para la película”, comenta Gabriel Manrique, director del Laboratorio de Fisiología de Insectos del Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
“Hoy creo que es el principal entrenador de animales para películas y publicidades, de acá y del exterior”, agrega, mientras relata cómo él mismo comenzó a trabajar en cine: “Por mis conocimientos sobre insectos, Fabián necesitó mi ayuda. Fue cuando Francis Ford Coppola filmó Tetro en Buenos Aires y había escenas con polillas. También lo ayudé en una película de James Ivory, protagonizada por Antony Hopkins, que se hizo en La Plata. En esa ocasión, trabajé con abejas, específicamente con zánganos, que son machos y no pican, para resguardar a los actores. Me ocupé de seleccionarlos y mantenerlos hasta que llegue el momento de la escena, que puede demorar horas hasta que dicen ‘¡las abejas!’ y todo tiene que estar listo. Fui ayudante en esas dos películas”, relata.
Manrique, que además es investigador y vicedirector del Instituto de Biodiversidad, Biología Experimental y Aplicada (UBA-CONICET), expresa que esta vez fue diferente: “Fabián estaba muy ocupado con sus trabajos y directamente me dejó a cargo. Entonces me contactó la productora de El Eternauta para pedir una asesoría técnica”, afirma.
“Necesitaban que los cascarudos fueran biológicamente adecuados y razonables. Trabajamos mucho sobre el movimiento y la sustentabilidad de las patas”.
“Ellos me enviaron varios diseños, escenas y acciones de los cascarudos. Todas imágenes fijas. En base a eso hice un informe crítico y fuimos intercambiando ideas, no solo sobre el diseño sino sobre distintos aspectos que necesitaban”, comenta el investigador, quien tuvo que firmar un contrato de confidencialidad comprometiéndose a no mostrar las imágenes.
Según Manrique, la productora requería lo que llamaban “lógica biológica”: “Necesitaban que los cascarudos fueran biológicamente adecuados y razonables. Después, cada escena exigía cosas distintas. Tenían que ser fuertes y también trabajamos mucho sobre el movimiento y la sustentabilidad de las patas. No tenían ni idea sobre cómo se mueven los insectos. Son cosas que doy en mis clases teóricas”, relata. Y suma: “Me enviaron unas escenas con autos, decían que tenían que tener fuerza. Les mostré unos videos que encontré de casualidad, antes del informe, donde había una pelea entre un escarabajo y un autito de colección, chiquito, y lo movía. También les envié peleas entre escarabajos, para que tengan una noción de la potencia”.
Así, brindó explicaciones sobre cómo está estructurado el cuerpo de un insecto y propuso distintas especies como diseño real: “Hice una búsqueda exhaustiva de distintos coleópteros, que es el grupo en donde están los escarabajos, y les brindé opciones con videos y fotos indicándoles cuál era para mí el mejor”, afirma, aclarando que se basó, principalmente, en el estercolero: “Se lo conoce como ‘pelotero’. También se parece a la hembra del torito”, agrega.
De acuerdo con Manrique, los primeros bosquejos eran una mezcla entre insecto y crustáceo: “Mezclaban escarabajos con cangrejos e hice hincapié en eso. Por supuesto, hay que entender que hay una lógica artística. Además, querían que secreten una seda, como las arañas, y que envuelvan a los humanos. Eso no lo hacen los escarabajos pero tuve que pasar a las arañas y explicarles cómo se forma la seda. No tiene que ser tan estricto, se supone que los cascarudos son alienígenas, pero respetaron lo artropodiano, de alguna manera”.
En los primeros bosquejos eran una mezcla entre insecto y crustáceo. “Mezclaban escarabajos con cangrejos. Por supuesto, hay que entender que hay una lógica artística”.
El científico cuenta que el equilibrio y la sustentabilidad del movimiento fueron muy trabajados. “Había un tema en el diseño original con las patas, parecía que estaban en puntas de pie. Expliqué cómo se mueven en general los insectos caminadores. Es un movimiento que se llama de trípode alternado, donde siempre hay tres patas en contacto con el suelo, dos de un lado y una del otro, mientras el resto se mantienen elevadas. Los videos que usé en mi informe técnico también me sirvieron para mis clases. Todo lo trabajado con El Eternauta me permitió nutrir las clases”, comparte.
La ciencia no es ficción
Después del informe técnico, se encontró con los directores de arte, quienes, a su vez, se reunían con los animadores. “En esas charlas afinamos todo. Preguntaban cómo era la sangre de los insectos. Yo les expliqué que se trata más bien de un líquido circulatorio. Ellos querían saber la coloración, que no es roja, sino que tiene un tono amarillento. Algo importante es que presenta una gran coagulación. Ni bien se corta a un insecto sale la hemolinfa y coagula bastante rápido. Les di esa información y después de esas dos reuniones no volví a verlos más. Eso fue en 2023”, cuenta el experto.
Manrique nunca supo qué resolución habían tomado sobre su asesoría hasta que vio la serie “como todo el mundo”: “Fue una grata sorpresa. Me emocioné porque me hicieron caso prácticamente en todo. No pensé realmente que iba a tener incidencia. La forma de la cabeza, el movimiento, el líquido circulatorio, del que me fijé especialmente en las pocas escenas donde aparece con algún disparo, y es un líquido entre anaranjado y amarillento que rápidamente coagula y queda ahí”, celebra.
“Si bien lo aceleraron un poco, respetaron lo que les expliqué sobre el movimiento de los insectos. También incorporaron los élitros, el primer par de alas, con una línea divisoria que no tenía el diseño original”, explica. Y expresa: “Fue hermoso ver el resultado final. Si le preguntás a cualquier entomólogo va a encontrar muchos detalles para criticar, pero uno tiene que ser plástico y entender que se trata de un producto artístico. Eso fue lo lindo: que en lo que estudiamos y enseñamos también hay una veta artística”.
“Los videos que usé en mi informe técnico también me sirvieron para mis clases. Todo lo trabajado con El Eternauta me permitió nutrir las clases”.
El investigador resume: “Yo tenía en la cabeza el dibujo de Solano López, leí muchas veces El Eternauta, me gusta mucho. En la serie, se tomaron algunas atribuciones, como agregarles pinzas a las patas. En algún momento abren la boca y se parece a la película Alien, pero está bien, tienen el aspecto de un artrópodo. Son licencias válidas para la ciencia ficción, si son alienígenas, la selección en otro planeta pudo haber tomado otros rumbos”.
Si bien Manrique clasifica como “hermosa” su experiencia en el mundo del cine y la adrenalina que se siente en un set de filmación, su pasión son los insectos y la ciencia. Su trabajo es clave para una problemática muy importante a nivel local como lo es el Chagas. “Hacemos investigación básica, nuestro modelo experimental son las vinchucas”, comenta. Y explica: “Tenemos distintas líneas, una sobre comportamiento sexual: elección de pareja, factores que inciden tanto en machos como en hembras; otra que tiene que ver con aprendizaje y memoria en vinchucas; y otra relacionada con la toxicología y efectos subletales luego de la aplicación de insecticidas sobre las vinchucas”.
Son temas que no sobresalen en la escena mundial de la ciencia. “Suele estar relegada porque afecta principalmente a Latinoamérica”, afirma. Sin embargo, matiza: “Distintos tipos de vinchucas se distribuyen desde el sur de Estados Unidos hasta el centro de Argentina, aproximadamente. Pese a eso, en Europa está siendo un problema. No porque haya vinchucas, sino porque no están acostumbrados a monitorear los bancos de sangre. En Argentina se hace permanentemente, que los donantes no sean chagásicos. Allá está empezando a haber problemas por la vía transfusional, que es el otro tipo de transmisión. La principal vía es la vectorial, cuyo vector es la vinchuca. Y es una enfermedad asociada a la pobreza, a las viviendas rurales, pero también hay vinchucas en sectores urbanos”.
En los últimos tiempos, sus investigaciones también se vieron afectadas por el desfinanciamiento en el sector científico, cuya comunidad se manifestó hace poco días utilizando, precisamente, la estética eternáutica. “En lo particular, nos arreglamos con poco. Tenemos mucha inventiva, hacemos nuestros propios dispositivos, es algo tradicional del laboratorio, pero nos pasa lo mismo que a todo el mundo: la desfinanciación total. Ganamos subsidios luego de procesos muy difíciles y no nos transfieren el dinero. Estamos resistiendo con lo poco que nos queda”, manifiesta. Así, de acuerdo con los ánimos de la resistencia que se inicia en El Eternauta, Manrique expresa la necesidad de cuidar el futuro de la investigación en nuestro país sosteniendo el deseo de los estudiantes por hacer un doctorado: “Sostener hasta que se acabe, sostener lo que se pueda”, remarca.