Mitos y verdades de la marihuana
El Senado convirtió en ley el proyecto que autoriza al Estado a importar y distribuir el aceite de cannabis para uso medicinal, sin permitir el autocultivo. Para esclarecer un tema que sigue siendo objeto de debate en la sociedad, se realizaron, en el Centro Cultural de la Ciencia, las jornadas Cannabis Sapiens, que reunieron a médicos, abogados, científicos y familiares de pacientes.
En la Argentina, las personas que necesitaban acceder al cannabis para uso medicinal estaban obligadas a pagar un alto precio por el aceite importado. Pero el proyecto que la Cámara de Senadores convirtió en ley, permite al Estado importar y distribuir ese aceite, previa autorización de la ANMAT, y estimula la producción pública de cannabis, y la industrialización destinadas a su uso exclusivo en materia medicinal, terapéutico y de investigación.
La palabra «cannabis» designa un género de plantas, el cáñamo, y también al psicoactivo que se obtiene de la planta. Pero lo cierto es que aún es mucho lo que la sociedad desconoce acerca de la marihuana, la droga ilegal más usada en el mundo. Si bien el nombre científico de Cannabis sativa fue establecido en 1753 por el naturalista sueco Carl Linneo, la historia de esta planta se remonta a miles de años atrás.
“La historia del cáñamo se ha fusionado con la de su principio activo, el THC, pero su aprovechamiento va mucho más allá”, afirmó el médico psiquiatra Federico Pavlovsky, en las jornadas Cannabis Sapiens, que tuvieron lugar días atrás en el Centro Cultural de la Ciencia, y estuvieron organizadas por Marcelo Rubinstein, profesor en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, e investigador del CONICET.
Alrededor de dos mil años antes de Cristo, el cannabis se empleaba en China para tratar enfermedades como la gota, la malaria y el beri beri (causada por deficiencia de vitamina B1). En Grecia y Roma se usó como analgésico y como anticonvulsivo.
“El apogeo del cannabis medicinal se produjo a fines del siglo XIX y comienzos del XX, empleado como analgésico, sedante y para estimular el apetito”, enumeró Pavlovsky.
Además, desde la antigüedad el cáñamo se usó como fuente de fibra, antes que el algodón y el lino, en la fabricación de accesorios náuticos, como velas y sogas, productos textiles y también pasta de papel.
El uso como psicoactivo también se remonta a unos dos mil años antes de Cristo, señaló Pavlovsky, y contó que, en el siglo XIX, el psiquiatra Moreau de Tours se reunía con escritores como Charles Baudelaire, Alejandro Dumas y Victor Hugo, entre otros, para experimentar con la droga. El grupo se audenominaba el Club de los Hachichins.
Historia de la prohibición
Tal vez sea poco conocida la forma en que se gestó la prohibición de cannabis en los Estados Unidos, alrededor de la década de 1930. El hecho involucra al magnate William Hearst y a la petroquímica Dupont. Es que el cáñamo competía con la madera en la fabricación de papel (donde Hearst había invertido sus capitales), así como con las nuevas fibras artificiales que Dupont estaba lanzando, como el rayón y el nylon.
Desde los medios, Hearst insistió en vincular la marihuana con la locura y la delincuencia. Pero el papel protagónico lo representó Harry Anslinger, comisionado del Departamento Federal de Narcóticos (y vinculado a la empresa Dupont), quien, con sus discursos, logró que en 1937 el cáñamo fuera prohibido en ese país. A partir de ese momento, comenzó a prohibirse en la mayoría de los países.
“Si en los años 30 hubo intereses para prohibir el cáñamo, ¿qué intereses inciden hoy en mantener la prohibición?”, disparó Pavlovsky. “La gran inversión en el estudio de los principios activos y en patentes hace sospechar que si alguien puede obtener rédito de la prohibición es la industria farmacéutica”.
Marihuana y cerebro
La explicación de la acción fisiológica del cannabis quedó a cargo de Marcelo Rubinstein, que es director interino de INGEBI, instituto de CONICET y UBA. Comenzó con una referencia a Raphael Mechoulam, profesor en la Universidad de Jerusalén, Israel, quien aisló y describió la estructura del THC, el principal compuesto activo de la marihuana. Mechoulam probó el compuesto en monos y observó, como único efecto, que los animales estaban muy relajados.
Luego realizó otra prueba. “Reunió amigos en su casa y les ofreció una torta de chocolate, preparada por su esposa. En algunas porciones colocó una concentración del principio activo”, relató Rubinstein, y prosiguió: “Lo que vio luego de unos minutos fue una variedad de tipos conductuales: uno estaba muy relajado, otro comía de manera voraz, otro no podía parar de reír, y una mujer se mostraba muy angustiada”.
El THC es uno de los más de 700 compuestos que se han descripto de cannabis sativa, y alrededor de cien de ellos son cannabinoides, uno de los cuales es el cannabinol, o CBN.
“Cuando se buscaron las regiones del cerebro en que actuaban estas moléculas, se vio que hay zonas con alta densidad de marca, como el hipotálamo, la zona nigra, el hipocampo, cerebelo y la corteza, zonas vinculadas al control del movimiento, de las emociones, de la memoria espacial y de memorias asociativas”, detalló el investigador.
En los años 90 se secuenció el gen que codifica para el receptor de cannabinoides, que pertenece a una familia que se conoce como “receptores acoplados a proteína G”. Se encuentran en la retina, las papilas gustativas y la vía olfatoria, entre muchos otros sitios.
“Los llamamos ‘radares’, porque son moléculas que están a la pesca de información, y tratan de decodificar lo que pasa en el ambiente”, describió el investigador.
La planta interior
Pero ¿cuál es la función de esos radares? En 1992, en el laboratorio de Mechoulam, se descubrió, en cerebros de cerdos, un compuesto designado como anandamida (del
sánscrito, felicidad o paz interior), que se une al receptor de la marihuana.
Nuestras células producen moléculas idénticas a la marihuana, que son reconocidas por los receptores. “Nuestro cerebro se inunda de cannabinoides internos cuando nos alegramos o tenemos miedo, entre otras emociones”, dijo Rubinstein. Se producen en sitios del cerebro que están muy activos, en sitios de memoria, cuando se trata de recordar algo, cuando aprendemos una tarea, en el enojo y el miedo.
Rubinstein explicó que, al consumir THC, los efectos son diversos: aumenta el umbral del dolor y el apetito, disminuye la capacidad de aprendizaje y memoria, entre otros. “Ello se sabe a partir de experimentos en ratones que tienen mutados los genes que codifican receptores de cannabinoides”, aclaró.
Esos ratones tienen una mortalidad muy alta, posiblemente, debido a convulsiones. Precisamente, uno de los usos más beneficiosos del cannabis es el tratamiento de la epilepsia refractaria.
Asimismo, esos ratones son incapaces de olvidar señales ambientales que anuncian una situación peligrosa. Justamente, las personas que sufrieron un trauma mejoran con los cannabinoides.
Los efectos de la marihuana
Por su parte, el médico psiquiatra José Capece, especialista en adicciones y docente en la UBA, subrayó la necesidad de que el Estado ponga el acento en la salud y no en las políticas de prohibición de la marihuana. “Lo importante no es prohibir, sino disminuir la demanda”, disparó.
“La marihuana genera dependencia”, destacó, y agregó que hay consenso médico acerca de las manifestaciones de abstinencia. También señaló que hay poblaciones más vulnerables a la dependencia.
“A partir del consumo continuado de marihuana se han observado alteraciones en el aprendizaje, en la productividad general y en los procesos vinculantes, y esos efectos son significativos en la adolescencia”, describió Capece. Las personas que consumen marihuana en forma continua perciben más intensamente las propias emociones pero dejan de percibir las emociones del otro.
“Con respecto a la abstinencia, las manifestaciones claves son tres: aburrimiento, disforia y angustia, que se resuelven consumiendo”, describe Capece. Otros efectos son los trastornos del sueño, un corrimiento del ritmo circadiano y cambios en el apetito.
“Es importante que los adolescentes no consuman, o postergar el inicio del consumo”, destacó, y explicó: “Esto se vincula a la inmadurez del sistema nervioso central, que cuenta con mayor cantidad de receptores, los cuales disminuyen con la edad”.
Bajo potencial adictivo
La marihuana es la sustancia psicoactiva con menor potencial adictivo. Mientras el tabaco tiene un 32% de potencial adictivo y el alcohol un 15%, la marihuana posee sólo el 9%. “Cuando uno estudia ese 9%, se observa que quienes consumen en forma compulsiva buscan la solución a un problema emocional, con trastornos por déficit atencional, del espectro bipolar y del espectro psicótico”, indicó Capece, y agregó que el trastorno más frecuente es el déficit atencional.
Ese trastorno afecta a un 5% de los adultos, mientras que en los jóvenes alcanza al 10%, pero casi el 80% de ellos, según estadísticas, pueden mostrar un consumo continuado de marihuana, destacó el especialista.
“El problema no es la marihuana, sino la vulnerabilidad. Algunos lo somos en mayor medida, o atravesamos momentos en que somos más vulnerables”, subrayó Capece, y concluyó: “Precisamos prevención basada en la investigación local, para disminuir la demanda del consumo”.