El renacer de los arroyos
En el conurbano bonaerense, un arroyo puede ser un sumidero de residuos y contaminación o, por el contrario, recuperar su diversidad de especies vegetales y animales, y ser aprovechado como ámbito de recreación para la comunidad. Un equipo de científicos y científicas está abocado a la tarea de revitalizar un arroyo de la localidad de Claypole.
Los arroyos urbanos, esos cursos de agua que atraviesan las ciudades en el conurbano bonaerense, muchas veces se convierten en basurales. En ellos desembocan los desagües pluviales y llegan a contaminarse con efluentes cloacales e industriales. Suele pensarse que lo mejor es sanearlos mediante obras de infraestructura, por ejemplo, entubarlos. Sin embargo, es posible realizar un manejo adecuado para revitalizar esos arroyos e, incluso, lograr que puedan ser aprovechados como áreas de recreación y contacto con la naturaleza.
En tal sentido, un equipo de investigadores e investigadoras trabaja junto con la comunidad de la localidad de Claypole (partido de Almirante Brown), para mejorar las características ambientales del arroyo San Francisco, que desagua en el Río de La Plata.
“Intervenimos en el arroyo con el fin de mejorar sus condiciones ambientales y sanitarias, evaluando alternativas de manejo ecológico, por ejemplo, recuperando la vegetación ribereña y las plantas acuáticas”, afirma Martín Graziano, docente e investigador en el Laboratorio de Limnología, en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
En las localidades del conurbano bonaerense funcionan algunas cooperativas de trabajo que se ocupan del manejo de los arroyos urbanos, que se ocupan de retirar los residuos, podar la vegetación de las márgenes y quitar con rastrillo las plantas acuáticas. Sin embargo, según los especialistas, este tipo de manejo no es adecuado para preservar o recuperar la calidad de un curso de agua.
“La visión hegemónica es que el arroyo es un canal receptor de efluentes, y tiene que estar lo más liberado posible para que el agua circule en forma más rápida hacia su desembocadura”, señala Graziano, que es investigador de CONICET.
Por el contrario, desde la perspectiva ecológica, se considera que las plantas acuáticas pueden contribuir a descontaminar el agua, pues captan nutrientes; y también pueden atenuar las inundaciones gracias a su capacidad para retener el agua de lluvia. Además, al sacar la vegetación acuática, el arroyo se convierte en un ecosistema mucho más simplificado, porque pierde la heterogeneidad de especies que se benefician de la presencia de las plantas: se limita el hábitat para los microorganismos, y para insectos y peces, como las madrecitas. “Lo que nos cuentan los vecinos es que hace 50 años ese arroyo era muy diferente, había tortugas, otro tipo de vegetación y de fauna”, comenta Graziano.
Sumando vegetación
En consecuencia, Graziano, junto con su equipo, se dispusieron a trabajar en conjunto con las cuadrillas introduciendo plantas acuáticas en un tramo del arroyo. Según el investigador, “al reintroducir las plantas acuáticas, se puede optimizar el hábitat logrando una mayor diversidad y, a su vez, se puede mejorar la calidad del agua”.
“Una vez introducidas las plantas, analizamos si se producen cambios en la calidad del agua, la concentración de nutrientes y contaminantes, y si se modifica la diversidad de algas presentes en el arroyo”, detalla el investigador.
El equipo de investigación, que está compuesto por las estudiantes Grecia de Groot y Laura Pilato, y las investigadoras María Laura Sánchez, Irina Izaguirre y Haydée Pizarro, realizó dos intervenciones, en la primavera-verano de 2015/16 y en la de 2016/2017, evaluando la supervivencia de las plantas en el arroyo, y midiendo algunos parámetros microbiológicos, químicos y de diversidad de algas.
Si bien las plantas no han sobrevivido más de un año como consecuencia de factores sociales y ambientales que fueron evaluados por el grupo de trabajo, el análisis de los parámetros biológicos y químicos del agua mostró una mejora a corto plazo. Por ejemplo, se evidenció -con respecto a tramos no intervenidos- una reducción temporaria en la concentración de fosfatos y en la abundancia de Escherichia coli en el agua, así como un aumento de grupos algales presentes en ambientes menos contaminados. Estos resultados están dando lugar a distintos proyectos del equipo que intentan mejorar las condiciones de supervivencia de las plantas.
Entubar el arroyo puede brindar una solución a corto plazo, que mejora las condiciones de acceso y transporte, pero puede tener consecuencias río abajo, adonde las aguas van a llegar en peores condiciones. Además, los entubamientos, dada la deficiente recolección de residuos, se tapan con frecuencia.
Generar un humedal
Los investigadores, junto con la comunidad, lograron que la Municipalidad de Almirante Brown haga un ensanchamiento del arroyo, y proponen generar allí un humedal natural para seguir purificando las aguas y, además, atenuar las inundaciones.
“Estamos evaluando qué tipo de vegetación plantar en el humedal, queremos que sea atractivo a la vista y que cumpla una función ecosistémica”, comenta Graziano.
El trabajo de los investigadores e investigadoras con la comunidad responde a un enfoque que busca combinar la investigación con la acción. “Distintos paradigmas científicos dicen que hay que hacer investigación básica y luego alguien va a usar esos trabajos en beneficio de la sociedad. A mí me interesa otro paradigma: el de la investigación-acción, combinar la investigación con la intervención y la acción social”, destaca Graziano.
Y agrega: “Buscamos trabajar con los sectores más vulnerables de la sociedad que, en particular, son los que habitan en las cercanías de los arroyos, y se ven afectados ya sea por las inundaciones o por las condiciones deficientes”. Y concluye: “Además de mejorar el hábitat de un barrio, se genera trabajo y se está intentando generar otro tipo de manejo un poco más ecológico del ambiente urbano”.