Ecología

Los riesgos de la agricultura global

Los modelos agrícolas globales, el uso intensivo del suelo y el deterioro de los recursos naturales fueron los ejes de la conferencia que brindó el ingeniero agrónomo Walter Pengue en el marco del II Congreso Internacional de Ciencia y Tecnología Ambiental que se desarrolló en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

15 Feb 2016 POR
Foto. www.opsur.org

Las transformaciones agrícolas que se dieron en Argentina y en gran parte del mundo, están produciendo un avance de lo urbano sobre lo rural, y de lo rural sobre lo natural. Esa expansión, que genera una merma en los bosques, es creciente en América del Sur. Foto. www.opsur.org

 

La voracidad del mercado y el capital concentrado origina una demanda cada vez mayor de tierras para hacerlas rendir y generar enormes ganancias. El argumento es la necesidad de alimentar a una población que crece. Sin embargo, esa sobreexplotación de los recursos naturales pone en riesgo la posibilidad misma de seguir produciendo alimentos.

Frente a esa situación, y en oposición a una economía que sólo persigue el crecimiento económico a través del uso de los factores de producción, surge lo que se conoce como economía ecológica, un campo de investigación interdisciplinario, que estudia la sostenibilidad de la interacción entre los sistemas económicos y el sistema natural, introduciendo la dimensión humana.

Esa es la perspectiva en la que trabaja Walter Pengue, ingeniero agrónomo y doctor en Agroecología. En su conferencia habló sobre los diferentes modelos agrícolas que existen en la actualidad, y alertó sobre los riesgos que representa el uso intensivo de los recursos naturales para la estabilidad del sistema.

En las dos últimas décadas, las transformaciones agrícolas que se dieron en la Argentina y en gran parte del mundo generaron grandes cambios en aspectos agronómicos y económicos, pero abrieron interrogantes sobre el impacto en el ambiente y en su sustentabilidad”, sostuvo Pengue, que es profesor en la Universidad Nacional de General Sarmiento y director del Programa de Economía Ecológica del Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente (GEPAMA), en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (UBA).

En efecto, a partir de la década del 90, en la Argentina se produjo un cambio tecnológico que generó una gran intensificación en el empleo de insumos, y modificó la gestión agropecuaria y el manejo del capital económico y financiero. Ese cambio tuvo también un fuerte impacto social, especialmente sobre los pequeños agricultores y los campesinos.

Por otra parte, factores como el cambio climático global, la contaminación química, la pérdida de biodiversidad, el derroche del agua dulce, entre otros, “pueden afectar la producción de alimentos”, señaló Pengue.

La sociedad se encuentra con límites, uno de ellos tiene que ver con el agua: en el año 2030 vamos a tener un puente roto del 60% entre la oferta y la demanda de agua”, afirmó Pengue. Y continuó señalando que otro límite es la tierra: “La superficie mundial de los continentes es de alrededor de 15 mil millones de hectáreas. Y las proyecciones muestran que, en el 2050, habrá una demanda de unos 420 millones de hectáreas”.

Otro aspecto a tener en cuenta es la expansión de la especie humana, que ha ido generando “un uso desaforado de los recursos naturales”. Hoy en día, “disciplinas como la economía ecológica, a través de la construcción de indicadores, intentan comprender qué está pasando con esos procesos”, destacó.

En esa perspectiva, las sociedades son estudiadas como si fueran organismos vivos, que captan energía, utilizan los recursos y la energía de la naturaleza, y eliminan residuos. Por ello, los investigadores acuñaron el concepto de “metabolismo social”. El objetivo de quienes trabajan en esta disciplina es alcanzar un crecimiento más armónico y sustentable del proceso económico y asegurar un desarrollo social integrado.

El segundo gran modelo global es el que se conoce como “la revolución verde”, y se sostiene con una fuerte carga de agroquímicos, fertilizantes, riego intensivo y maquinaria.

El segundo gran modelo global es el que se conoce como “la revolución verde”, y se sostiene con una fuerte carga de agroquímicos, fertilizantes, riego intensivo y maquinaria.


La demanda de biomasa

Hoy en día estamos pasando de un modelo de producción de alimentos a un modelo de producción de biomasa”, sostuvo. Esa biomasa puede destinarse a la producción de comida para los seres humanos, pero ahora empiezan a competir por ella otras industrias como la de los biocombustibles, de biomateriales, la producción de alimento para vacas y cerdos, y la de alimento para mascotas. En la Argentina, la mayor demanda de biomasa proviene de la agricultura.

Actualmente, somos testigos de la creciente urbanización de la población: “Estamos enfrentando un proceso por el cual, en 2050, más del 70% de la población mundial va a vivir en ciudades, pero si miramos la Argentina, hoy en día casi el 90% de sus habitantes vive en áreas urbanas, y el resto es territorio vacío”.

Cuando se considera el uso global del suelo, la tendencia cada vez más creciente es la de extender los cultivos en detrimento de los pastizales, y ello se observa principalmente en los países en vías de desarrollo. “La Argentina ha sido pionera en la expansión de algunos productos y algunos cultivos, principalmente la soja. Un proceso que ya no solo reside en la región pampeana sino en la extra pampeana, con avance sobre los bosques. Lo señaló Jorge Morello cuando dijo que estábamos condenando el bosque nativo a la silla eléctrica”, recordó Pengue. Morello fue un reconocido ecólogo, profesor emérito de la UBA, que falleció en 2013.

Se está produciendo un avance de lo urbano sobre lo rural, y de lo rural sobre lo natural. Esa expansión, que genera una merma en los bosques, es creciente en América del Sur, y resulta de la demanda de la agroindustria, de la producción de biocombustibles, de biomateriales, y de la llegada del capital financiero que busca un anclaje en el suelo y la producción.

Diferentes modelos

La pregunta es cómo hacer agricultura y al mismo tiempo reducir el impacto ambiental y social en el medio. Al respecto, Pengue planteó que actualmente hay tres modelos de uso del suelo. El primero de ellos es el de la agricultura industrial, el más intensivo, basado en la biotecnología, que da de comer a unos 2 mil millones de personas.

El segundo gran modelo global es el que se conoce como “la revolución verde”, y se sostiene con una fuerte carga de agroquímicos, fertilizantes, riego intensivo y maquinaria. Este modelo se está expandiendo en una parte de África, Asia, América Latina y también Europa, y de él dependen otros 2.500 millones de personas.

El último de los modelos es el de la agricultura familiar, de pequeños agricultores, campesinos y comunidades originarias. Este es un modelo de agricultura sustentable, que da sustento a 1200 millones de personas, y fue desplazado hacia los espacios no rurales.

Un tema importante es qué sucede con ese modelo de producción cuando esta agricultura se ve amenazada por la demanda de tierra mundial. “El costo de una hectárea agrícola hace que sea inaccesible a miles y miles de agricultores en todo el planeta. Este aumento del precio de la tierra resulta mucho más crítico en países como la Argentina, pues, en la zona núcleo de la región pampeana, hemos pasado de 4 ó 5 mil dólares la hectárea, a unos 22.000 dólares”, subrayó.

Además, ese precio incide y eleva el valor de las tierras de menor calidad que están en áreas cercanas, lo que explica también los procesos de expansión hacia zonas de bosques nativos.

¿Falta de alimentos?

En términos de la situación global del planeta, el riesgo que enfrentan muchos países no es la falta de alimentos, sino el acceso a los alimentos, por diversos motivos.

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Walter Pengue. Foto: Diana Martinez LLaser

Cuando miramos el consumo de alimentos a escala global, ya sea per capita o considerando la demanda total, vemos claramente que ha aumentado. En América Latina el aumento es notable, y mucho más en los países asiáticos, particularmente China”, advirtió.

La tendencia es hacia un aumento del consumo de kilocalorías en el mundo occidental. “Actualmente, el valor es de 3500 kilocalorías diarias por persona, cuando un adulto podría vivir con menos de 3000 kilocalorías”, afirmó, y continuó: “Esto explica los 1100 millones de personas con problemas de obesidad, y 800 millones de personas con problemas de desnutrición. Hay un desequilibrio importante vinculado con eso”.

Asimismo, acotó: “Desde el año 2000, en el África subsahariana, la población está por encima de las 2000 kilocalorías por día y por persona; la tendencia es consumir más kilocalorías”.

Antes el problema era de distribución de los alimentos y el mundo tenía mil millones de seres humanos con hambre y la misma cifra de sobrealimentados, ¿qué pasará ahora con las nuevas competencias?

Demanda de tierra

Actualmente, conociendo cómo se usa la tierra en distintas partes del mundo, y cuáles son las tendencias y los escenarios a futuro, algunos investigadores, mediante trabajos de simulación, están mostrando que “los países desarrollados demandan menos tierra por año que los países en desarrollo, que exigen cada vez más tierra”, señaló el investigador y continuó: “Es interesante ver esos datos y revisar por qué algunas economías y algunas sociedades, particularmente las desarrolladas, se hacen más verdes, y por qué otras generan más impacto o más procesos de degradación de su base de recursos”.

En el mediano plazo, se estima que las empresas seguirán compitiendo por la tierra, porque es buen negocio, aunque el precio de la soja no esté en su mejor momento, la tendencia y la competencia van en aumento.

Lo cierto es que la especie humana está demandando cada vez más recursos naturales, y el consumo de estos recursos no es sostenible. Por otro lado, hay técnicas que intentan suplir o atemperar este impacto socio ambiental relacionado con este proceso. “La demanda de biomasa, no ya la producción de alimentos o biocombustibles, sino la biomasa como tal, y su vinculación con los cambios de uso del suelo, se encuentran entre las principales fuentes de este impacto”.

La sociedad podrá ser más justa, equilibrada y sustentable cuando madure y adopte una mirada distinta sobre la economía y el uso de los recursos. De lo contrario, el resultado será el sufrimiento y el impacto ambiental, de manera ineludible”, concluyó Pengue.