Protistas y biodiversidad

Microsorpresas

Un consorcio internacional de científicas y científicos, con participación argentina, puso al descubierto a numerosos de estos microorganismos clave para la vida en el planeta. El equipo analizó cientos de muestras de sitios de todo el mundo, muy distantes entre sí, y detectó una mayor diversidad de la esperada, en especial, en aquellos que habitan ambientes terrestres.

18 Mar 2021 POR

Protista fotosintético. Foto: Gábor Borics.

Investigadoras e investigadores de siete países europeos y de la Argentina pusieron la mira en pequeños y grandiosos organismos que habitan los más recónditos sitios del planeta: los protistas. Los secuenciaron y descubrieron que muchos de ellos eran desconocidos hasta entonces. Aun más: encontraron que mostraban más diversidad que la esperada, en especial, en aquellos que habitan los suelos. También observaron que los sistemas terrestres ofrecen mucho más de lo pensado.

“Estos ambientes no han sido muy estudiados y la diversidad encontrada en este trabajo es altísima. Esto está demostrando que sólo conocemos la punta del iceberg”, señala la bióloga Irina Izaguirre. Ella integró este equipo científico internacional que analizó cientos de muestras de estos microorganismos en tierras, mares, ríos y lagos de distantes sitios del mundo.

Toma de muestras en una laguna patagónica. Foto: Mathias Deming.

Los protistas son fundamentales para la vida en el planeta. Su nombre proviene de una palabra que en su origen significa “los primerísimos”. Constituyen las bases y el sustento de las cadenas alimentarias de muchos ecosistemas. Unicelulares en su mayoría, y muy distintos entre sí, algunos, por ejemplo, son parásitos y causan enfermedades como la malaria; otros son fotosintéticos y captan el dióxido de carbono atmosférico contribuyendo al balance global del planeta. Pero todos son pequeñísimos.

“Como son organismos muy chiquitos resultan muy difíciles de estudiar. Por eso, estos trabajos se basan en métodos moleculares, porque es la única manera de analizar su biodiversidad. Por su aspecto o morfología es muy complejo hacerlo porque hay especies muy parecidas entre sí”, describe Izaguirre, investigadora del Departamento de Ecología, Genética y Evolución de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, y del IEGEBA (UBA-CONICET), y cuenta su propia experiencia con muestras extraídas en sus campañas científicas en la Antártida. “Aun puestos bajo los más precisos microscopios no lográbamos distinguir a cinco protistas diferentes, en tanto que, con los medios moleculares -compara- encontramos a cientos”.

Tras desentrañar la información genética del ADN del microorganismo, se envía la secuencia para registrarla en el GenBank, la base de datos de secuencias genéticas del National Institutes of Health de Estados Unidos. Este banco de datos de libre acceso permite corroborar si la secuencia obtenida ya había sido asentada o hallada en otras investigaciones. “De este trabajo, un porcentaje muy bajo de lo que se encontró, sobre todo en muestras de suelo, mostró alta similitud con lo ya registrado en el GenBank. Es decir, era casi todo nuevo”, nota.

Tierra a la vista

Lagos de Bahía Esperanza en la Antártida Argentina. Uno de los sitios de donde se obtuvieron muestras para el estudio. Foto: Gentileza Irina Izaguirre.

Mares como el Mediterráneo, océanos como el Atlántico, lagunas pampeanas, lagos patagónicos o antárticos, o distintos suelos del planeta, son solo algunos de los 122 sitios de donde se obtuvieron muestras con protistas. “Algunos de estos organismos son fotosintéticos. Y algunos de ellos, inclusive, cuando no tienen suficiente luz pueden ingerir bacterias, lo que se denomina mixotrofia. Es como si los humanos, además de comer, pudiéramos hacer fotosíntesis”, remarca con admiración biológica.

Este mundo, minúsculo en tamaño pero gigante por su relevancia en el planeta, mostró en este trabajo diferencias según los hábitats de estudio. “El suelo alberga la mayor diversidad de protistas, seguido de los océanos y el agua dulce”, publica este equipo multinacional, bajo la dirección de David Singer, en Environment International

En otras palabras, esta investigación puso al descubierto que en la tierra, bajo nuestros pies, estaban ocultas la mayor cantidad de especies protistas no descriptas hasta entonces. Asimismo, mostró al suelo como un gran tesoro de microorganismos, al guardar una mayor variedad que la hallada en aguas saladas o dulces. “Por primera vez se puede poner en evidencia que la tierra tiene una diversidad muy importante de protistas, hecho que tal vez se subestima porque no hay tantos estudios realizados sobre ambientes terrestres”, puntualiza.

Hasta ahora se considera que en el mar habitan microorganismos, entre ellos numerosos protistas como las microalgas, que llevan adelante la fotosíntesis y son responsables de gran parte de la producción de oxígeno y de la fijación de carbono en el planeta. Esta investigación no encontró diferencias significativas en la abundancia relativa de organismos fotosintetizadores en las muestras marinas y de suelo, aunque mostró que son dominantes en el agua dulce.

“Esperábamos que hubiera muchos organismos fotosintetizadores en el mar, pero no pensábamos encontrar una cantidad tan grande en la tierra. Esto es sorprendente y podría sugerir que en el suelo se realiza una contribución, en el ciclo global del carbono, mayor de lo que se suponía”, indica Izaguirre, al tiempo que concluye: “El mundo microscópico terrestre está poco explorado. Y su relevancia puede llegar a ser mayor de lo que se sabe”.