Sorpresa en el fondo del mar
Por primera vez comprueban que en el fondo del mar hay corrientes intensas, un hecho inesperado y no previsto por los modelos vigentes en el Atlántico Sudoeste. Este hallazgo es uno de los tantos que surgen de las exploraciones de un equipo científico de Argentina y Francia.
Diez días intensos a bordo del Buque Puerto Deseado. El objetivo fue cumplido: completar la instalación del equipamiento para sondear el Mar Austral. Ahora a lo largo de 600 kilómetros, a la altura de Puerto Camarones en Chubut, ocho boyas registran a diario las corrientes, la salinidad, temperatura, presión, entre otros parámetros, para saber qué pasa en el majestuoso Atlántico Sur. Ya hay datos, algunos de ellos sorprendentes. “Por primera vez obtuvimos registros de corrientes de un año de duración en esta región. La intensidad de las corrientes en el fondo es mayor a la que se esperaba, se obtuvieron valores de hasta 44 centímetros por segundo en profundidades de 1000 metros. Los modelos hasta ahora asumían que la velocidad del fondo es casi nula. Nosotros comprobamos que no”, señala desde la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA Martín Saraceno, director del proyecto Cassis/Malvinas, una iniciativa del Instituto Franco-Argentino UMI-IFAECI, el Servicio de Hidrografía Naval (SHN) y el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP).
Hace años, Saraceno y su equipo vienen preparando numerosas campañas para auscultar esa masa gigantesca de agua que cada año aumenta en promedio tres milímetros de altura. En realidad, los aparatos registran en el terreno -o mejor dicho en el mar- diferentes mediciones para cotejarlas con las alcanzadas desde los satélites. “Los fondeos se colocan en la línea por donde pasa el satélite para poder comparar los datos que se obtienen en el mar con los que indica el satélite”, explica el investigador del CONICET.
El trabajo es minucioso y con no pocas dificultades propias de las condiciones donde se realizan las observaciones. En 2014, en el marco del mismo proyecto, ya habían tendido los fondeos en la plataforma continental y en el talud a la altura de la ciudad de Mar del Plata. En la plataforma continental la profundidad no es mayor a 200 metros, mientras que en el talud aumenta rápidamente hasta alcanzar la llanura abisal de la cuenca argentina, donde la profundidad es de entre cinco y seis mil metros. Durante un año dejaron a los instrumentos hacer su trabajo y los recuperaron a fines de noviembre de 2015, cuando los volvieron a poner en condiciones para llevarlos más al sur, a la zona ubicada en Chubut, donde hoy se encuentran.
“Fue mucho esfuerzo para lograr que las cosas estén como están. Hay dos objetivos principales: un aspecto más técnico de validación de datos de altimetría de la plataforma continental; y otro, que busca establecer la relación entre la corriente de Malvinas y las corrientes en la plataforma”, describe el experto, quien trabaja de forma estrecha con el grupo de investigadores y becarios que son parte del proyecto. Ellos son: Alberto Piola, Alejandro Bianchi, Elbio Palma, Raúl Guerrero, Ramiro Ferrari y Guillermina Paniagua, de Argentina; y por Francia, Christine Provost, Nathalie Sennechael y Camila Artana.
En la reciente campaña de mayo de 2016 además de cumplimentar el lanzamiento de los fondeos al mar, que “tiene cada uno mil detalles que se deben cumplir para que funcione correctamente”; también tomaron mediciones desde el barco cada siete kilómetros recorridos de un trayecto prefijado de 600 kilómetros de extensión.
Mientras, los científicos estudian la información relevada recientemente y buscan una boya a la deriva que fue chocada por un barco; ellos se muestran esperanzados en los hallazgos. “Es la primera vez que tenemos series largas de información sobre las corrientes a lo largo de un año. Y son completas en varios puntos en la plataforma patagónica. Esto no se había conseguido antes”, destaca Saraceno.
Domos en la profundidad
Casi con obsesiva perfección, los investigadores en cada campaña logran poner a punto el instrumental que monitorea las aguas. En ocasiones, un tema menor como conseguir la pila adecuada para su funcionamiento, puede convertirse en una verdadera traba que hay que sortear. Finalmente, tras surfear los múltiples inconvenientes, llega el momento de lanzar al mar los domos, esas estructuras que permiten montar el aparataje científico para ser fondeado en el sitio preestablecido.
“En cada punto de esos domos –describe- se cuenta con equipos que miden la intensidad y velocidad de las corrientes, que varían a lo largo del año, y son afectadas por las mareas, los vientos, y los distintos gradientes de la densidad generados por múltiples fenómenos”. Luego, todo este equipamiento -ahora ubicado a la altura de Camarones- será recuperado, en 2017.
“Para monitorear el cambio climático en la región es necesario contar con series temporales largas. Gracias a las obtenidas in situ podremos validar las mediciones satelitales en la plataforma continental. Esto permitirá utilizar en la región los datos satelitales de altura del mar que se vienen recogiendo desde hace casi 24 años”, puntualiza.
Finalmente, Saraceno destaca la relevancia de las mediciones obtenidas en el talud, donde fluye la corriente de Malvinas. “Más del 90% del exceso de calor atrapado por los gases de efecto invernadero se ha almacenado en los océanos, tal como se destaca en el último reporte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés). Las mediciones en corrientes como la de Malvinas nos permiten monitorear el intercambio de calor entre distintas latitudes. Obtener esa información -para después cargarla de modo más precisa en los modelos- permitirá mejorar el pronóstico climático finalmente”, concluye Saraceno.