Como peludo de regalo
Para los productores de granos, el daño provocado a los gigantescos sacos de plástico donde almacenan sus semillas es una contrariedad recurrente y económicamente relevante. Un conjunto de trabajos científicos analiza algunas causas del problema y propone estrategias de manejo que no requieren de dinero. Una especie de armadillo, el peludo, en el centro de la escena.
Cada tanto, nos enteramos por las noticias de la rotura de silobolsas en las que el daño es adjudicado a un acto vandálico. Lo que no suele informarse es que gran parte de esas bolsas que guardan semillas son dañadas por la acción de algunos animales.
Mantener la hermeticidad de la silobolsa es clave para un almacenamiento eficiente de la cosecha. Una rotura puede habilitar el ingreso de microorganismos o insectos que pueden contaminar el producto y reducir su calidad; incluso, a veces, puede afectar el tenor de humedad necesario para su adecuada conservación.
Los productores tratan de combatir este flagelo económico -cada uno de esos grandes sacos puede costar cientos de dólares y contener unas 200 toneladas de granos- mediante repelentes, y también con venenos ilegales. No obstante, el problema persiste.
David Bilenca dirige desde hace años el Grupo de Estudios sobre Biodiversidad en Agroecosistemas (GEBA), de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Sus investigaciones lo llevan a recorrer frecuentemente las zonas rurales: “En reiteradas ocasiones, los trabajadores rurales y otros actores involucrados en las actividades agropecuarias nos han manifestado su creciente preocupación por los daños que los animales suelen causar a las silobolsas”, cuenta el investigador del CONICET.
Una de las líneas de trabajo del GEBA indaga de qué maneras responde la fauna silvestre a los cambios que el ser humano introduce en el paisaje. Abrir un camino, construir un canal o hacer una zanja pueden alterar el comportamiento de algunas especies y, en algunos casos, dar lugar a conflictos entre los animales y los humanos.
“Hasta hace pocas décadas, la silobolsa no existía en la Argentina. Por lo tanto, puede ser entendido como un nuevo elemento que aparece en el paisaje rural generando estos conflictos”, sugiere Bilenca. “Nuestras investigaciones están dirigidas a encontrar estrategias sostenibles para minimizar esos conflictos y lograr el control, el manejo y la conservación de las especies”, remarca.
Fiel a ese objetivo, Bilenca -junto con Emmanuel Zufiaurre y Agustín Abba- encararon el desafío de encontrar soluciones sostenibles al creciente conflicto campestre.
Peludo trabajo
Empezaron en 2017. “En muchos casos, la toma de decisiones de un individuo ante una situación conflictiva con la fauna silvestre suele basarse en sus percepciones. Por eso, hicimos una encuesta online a personas involucradas en actividades agrícolas que utilizan silobolsas que fue respondida por 190 establecimientos rurales de 10 provincias, lo cual nos indica que el daño a las silobolsas por animales es un fenómeno ampliamente extendido a nivel nacional”.
Los resultados de ese trabajo, publicado en la revista científica Human Dimensions of Wildlife revelaron que, de acuerdo con la percepción de los encuestados, los armadillos son los animales más mencionados como los “culpables” de los daños. “Más de dos tercios de los cuestionarios señalaron al armadillo como el vertebrado que más daño genera a las silobolsas”, informa Bilenca.
La información reunida mostró que la frecuencia con la que se producía ese daño variaba de acuerdo con las zonas, siendo mayor en la región pampeana. Entonces, decidieron ir al campo. Querían contrastar la percepción de los productores con la realidad.
Eligieron tres áreas rurales que rodeaban ciudades de la región pampeana: Necochea y Trenque Lauquen en la provincia de Buenos Aires, y Río Cuarto en Córdoba. “Durante el año 2018, llevamos a cabo dos muestreos, uno en verano y otro en invierno, para registrar las roturas en las silobolsas”.
En total, para los dos períodos de muestreo, analizaron 306 silobolsas provenientes de 38 establecimientos. “La mitad de las silobolsas muestreadas presentaba al menos una rotura ocasionada por alguna especie de vertebrado y un poco más del 25% de las silobolsas tenía una rotura debida a peludos, que es una especie de armadillo”, revela Bilenca, y concluye: “De acuerdo con la percepción de los actores involucrados en las actividades agropecuarias y con el daño en las silobolsas que registramos, el peludo es la especie de vertebrado más dañina para las silobolsas”.
Los resultados de este trabajo de campo fueron publicados en la revista científica Wildlife Research, donde los autores señalan que la intensidad del daño es mayor cuanto más tiempo llevan emplazadas las silobolsas en el campo. También advierten que el daño provocado por los armadillos es mayor en verano -la época del año en la que están más activos- y que ese daño decrece significativamente cuanto mayor es la distancia entre la silobolsa y el alambrado perimetral del lote, donde los armadillos suelen ubicar sus madrigueras. “Si una silobolsa estaba a más de cincuenta metros del alambrado ya no encontrábamos roturas por armadillos”.
Ahora, un nuevo trabajo científico publicado en la revista Pest Management Science profundiza el análisis y añade una estrategia simple que reduce en más del 70% el daño a las silobolsas provocado por los peludos. Y sin costos adicionales.
“Estudiamos la disposición espacial de 294 silobolsas y descubrimos que aquellas que están agrupadas y, en paralelo, formando clusters, tienen un 72% menos de roturas por peludos que las que están dispuestas en fila, y un 77% menos que las que están aisladas”, describe Bilenca.
A partir de estos resultados, los investigadores hipotetizan que los peludos no rompen las bolsas buscando alimento, sino porque si están dispuestas linealmente hay más chances de que se las encuentren en su camino. “A veces puede tener que ver con tratar de refugiarse debajo de las bolsas, o de explorar. Si después resulta que la bolsa se rompe y salen granos, se enteran de que ahí hay comida”.
Estrategia simple
El conjunto de investigaciones muestra que minimizar el tiempo que las silobolsas estarán en el campo, localizarlas lejos del alambrado y no disponerlas en fila sino agrupadas reduce de manera muy significativa la posibilidad de roturas causadas por peludos.
“Son medidas bastante simples que no demandan ningún tipo de insumo sino, tal vez, un poco de estrategia. Hay una tendencia a querer implementar insumos o medidas de control o de letalidad como forma de combatir esto, que no son legales. El usuario, el productor, el profesional, ve que los bichos mueren y listo, se acabó. Y no, el problema no se terminó, vas a seguir teniendo ese problema. De lo que se trata es de minimizarlo. No es nada trivial a la hora de levantar la cosecha pensar un poquito, no solo preparar el terreno para acomodar las silobolsas, sino cómo las voy a disponer y en dónde. Eso es central”.