Para los productores de granos, el daño provocado a los gigantescos sacos de plástico donde almacenan sus semillas es una contrariedad recurrente y económicamente relevante. Un conjunto de trabajos científicos analiza algunas causas del problema y propone estrategias de manejo que no requieren de dinero. Una especie de armadillo, el peludo, en el centro de la escena.
David Bilenca
Un proyecto relacionado con el manejo ganadero en pastizales de la provincia de Buenos Aires, llevado adelante por un equipo interinstitucional encabezado por el biólogo David Bilenca, obtuvo el segundo puesto entre los premios “Fidel Roig 2014” al uso sustentable de la biodiversidad, entregados por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.
El oso hormiguero, que había desaparecido hace unos cincuenta años de los Esteros del Iberá, está de vuelta gracias a un proyecto de reintroducción de especies que incluye también al venado de las pampas y al yaguareté. Luego de diez años de esfuerzos, el resultado ha sido positivo. Sin embargo, restaurar un ecosistema es una tarea compleja, y los especialistas no siempre concuerdan acerca de la mejor estrategia a emplear.
Conceptos como agua virtual y huella hídrica responden a la necesidad de cuantificar el consumo de este recurso esencial. El comercio de granos y frutos representa una gran transferencia de agua desde las regiones donde abunda. Según los especialistas, las ganancias del sector agropecuario deberían contemplar la compensación por la degradación del suelo y el agotamiento de recursos hídricos.
Cada año se abren las tranqueras para que nuevas hectáreas sean cultivadas, mientras el paisaje original pierde terreno. El borde de los caminos constituye un espacio cuya conservación serviría de refugio para la flora y fauna silvestre ante el avance de los sembradíos.
Según un estudio, si en vez de eucaliptos o pinos, se plantaran árboles de hojas caducas, disminuirían las cotorras y palomas torcazas que pueden afectar cultivos bonaerenses.