Aedes aegypti

Una buena y una mala

Un experimento efectuado con el mosquito transmisor de dengue, Zika, chikunguña y fiebre amarilla muestra que, “en la vida real”, al insecto no le va tan bien como se estima en el laboratorio. Esa es la buena. La mala es que un recipiente abandonado puede servir de criadero para el desarrollo de las larvas independientemente del tiempo que haya sido dejado a la intemperie.

20 Dic 2021 POR

Los cálculos que se hacen para estimar la abundancia del mosquito Aedes aegypti –transmisor de dengue, Zika, chikunguña y fiebre amarilla- podrían ser erróneos. Porque los modelos matemáticos que predicen la dinámica poblacional del insecto a lo largo del tiempo, y también la evolución epidemiológica de las enfermedades que transmite, se apoyan en datos que se obtienen en el laboratorio.

“La comida que las larvas tienen en la naturaleza suele tener peor calidad que la que les damos en el laboratorio. Es decir que, en condiciones naturales, las larvas están sometidas a estrés nutricional y les va bastante peor de lo que uno supondría a partir de los experimentos”, explica Sylvia Fischer, investigadora del CONICET en el Grupo de Estudio de Mosquitos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

Para sostener esta afirmación, Fischer se apoya en los resultados de un trabajo que efectuó junto con el biólogo Pedro Montini cuyos resultados acaban de publicarse en la revista científica Medical and Veterinary Entomology.

Curiosamente, existen muy pocos estudios a nivel mundial que evalúen el desarrollo de las larvas del mosquito Aedes aegypti en condiciones naturales de alimentación, es decir, fuera del laboratorio. Mucho menos -dado el origen tropical del insecto- en un lugar de clima templado, como Buenos Aires.

Por otra parte, las escasas investigaciones que hay al respecto utilizan como alimento cantidades preestablecidas de materia orgánica del ambiente, lo cual no refleja las condiciones reales que encuentran las larvas en la naturaleza.

“En este trabajo, nos propusimos recrear, lo más fielmente posible, el ambiente de los criaderos de mosquitos que existen en nuestro ecosistema”, señala Montini.

Laboratorio “de entrecasa”

Las larvas de Aedes aegypti son acuáticas y se desarrollan en cualquier recipiente que acumule agua. Por eso, es una especie asociada al ámbito urbano y se encuentra presente en el entorno doméstico del ser humano. En esos recipientes con agua, se alimentan de detritos, partículas de materia orgánica provenientes de la descomposición de flores, hojas, semillas, insectos y otros productos del entorno.

Para el experimento, los investigadores colocaron recipientes idénticos en nueve domicilios del Área Metropolitana de Buenos Aires y los dejaron al aire libre, en jardines o patios, para que acumulen detritos naturalmente.

En cada una de esas viviendas dejaron dos recipientes. Uno acumuló detritos durante 28 días -simulando un recipiente que había sido recientemente descuidado-, y el otro durante 70 días -representando un trasto abandonado durante mucho tiempo-.

Después, los detritos acumulados en cada uno de los 18 recipientes fueron recolectados por separado. Luego los pesaron y los colocaron en 18 tarros con idéntica cantidad de agua. Entonces, en cada uno de los tarros colocaron 19 larvas recién nacidas.

La etapa final del experimento se llevó a cabo a finales de la primavera -época en la que naturalmente las larvas comienzan a desarrollarse- en el patio de un único domicilio, en un sitio protegido de la lluvia. Allí se colocaron los 18 tarros con las larvas, a los que se sumaron tres tarros idénticos con 19 larvas en igual cantidad de agua que, en lugar de detritos, tenían levadura en polvo, que es la “comida” que se les da habitualmente en el laboratorio.

Los tarros se taparon para que no ingresen más detritos y para que, cuando las larvas completaran su desarrollo, los mosquitos adultos no se escaparan. Todos los días registraban lo que observaban en cada tarro: la supervivencia de las larvas, su tiempo de desarrollo y, cuando aparecía algún individuo adulto, lo retiraban del tarro y medían su tamaño.

Realismo científico

Los resultados del experimento muestran que trabajar con metodología científica, pero fuera de las condiciones ideales del laboratorio, puede marcar algunas diferencias. “Obtuvimos parámetros más realistas”, acota Montini.

Por ejemplo, la investigación puso en evidencia que los mosquitos adultos que nacen de los recipientes con detritos son diferentes de los que se crían alimentados con levadura en polvo. “La variable en la que más diferencias encontramos según el tipo de alimento fue en el tamaño corporal de los adultos, especialmente en las hembras. Las que se criaron con alimentación natural tuvieron una mayor variabilidad en su tamaño y, en general, eran más pequeñas que las que se criaron con levadura”, cuenta Montini.

Que las hembras criadas con alimentación natural sean de menor tamaño podría tener consecuencias ecológicas y epidemiológicas. “Es esperable que esas hembras tengan menor fecundidad y, según muestran varios estudios, que tengan menos capacidad de transmitir enfermedades”, apunta Fischer.

Por otra parte, la investigación no encontró diferencias significativas entre la supervivencia de las larvas que se criaron en tarros con mayor o menor tiempo de acumulación de detritos y la de las que se alimentaron de levadura. “Una de las conclusiones de nuestro trabajo es que, tanto en los recipientes que se abandonan mucho tiempo a la intemperie como en los que se dejan relativamente poco tiempo, la productividad es la misma. O sea, pueden producir mosquitos de manera muy similar”, revela Montini.

“Esto es una prueba más de que este mosquito es capaz de prosperar en situaciones diversas”, advierte Fischer, en referencia a las numerosas investigaciones efectuadas por el Grupo de Estudio de Mosquitos que dan cuenta de la creciente capacidad de adaptación de este insecto de origen tropical a las condiciones climáticas de nuestras latitudes.

“Nuestros resultados confirman la amplia gama de condiciones que puede aprovechar este mosquito en los sitios de cría, que incluye tanto agua relativamente limpia como agua con abundante materia orgánica. Por eso, hay que tratar de no dejar abandonado un recipiente a la intemperie ni un solo día”.