El lado B de la invasión
No miden demasiados centímetros, pero estos bivalvos exóticos taponan cañerías de plantas hidroeléctricas, térmicas y nucleares, y provocan otros graves perjuicios en la Argentina, y en las distintas partes del mundo que invadieron. Muchos estudios se han hecho de sus aspectos dañinos, pero pocos de sus beneficios. Aquí, algunos de ellos.
Suelen ser vistos como los malos de la película. Y han hecho mucho para ganarse ese papel. Parecen inofensivos. Se mueven torpes en el agua. Son pequeños, pero obstruyen a gigantes industriales. Estos bivalvos exóticos que invadieron la Argentina y otros sitios del planeta son conocidos por sus efectos destructivos. Aunque, también, ofrecen algún aspecto beneficioso, menos difundido, y que un equipo científico destaca para que se tenga en cuenta a la hora de tomar decisiones medioambientales.
“Las especies exóticas, en general, tienen mala fama, aunque los motivos son heterogéneos. Algunos totalmente justificados, como es el caso de las ratas y ratones, gatos asilvestrados y muchos otros. Pero, la mayoría tienen impactos nulos o variables”, subraya el doctor en biología Demetrio Boltovskoy, de Exactas UBA, y agrega: “Sin embargo, la tendencia dominante es asociar ‘introducido’ con ‘perjudicial’. Frecuentemente, se agrupan en la misma categoría especies con impactos muy disímiles, por el sólo hecho de no ser nativas. Esta tendencia se debe, parcialmente, a que las más perjudiciales han sido objeto de muchos más estudios que las demás porque, lógicamente, el interés que generan es mayor”.
La tendencia dominante es asociar ‘introducido’ con ‘perjudicial’. Esto se debe, parcialmente, a que las más perjudiciales han sido mucho más estudiadas.
En este caso, el equipo científico posó la mirada en tres variedades de moluscos que colonizaron distintos puntos del mundo: Dreissena polymorpha, D. rostriformis bugensis y Limnoperna fortunei. Este último, conocido como mejillón dorado, es originario de China y arribó de polizón en algún barco al río de la Plata en los 90 y, poco a poco, se extendió por la cuenca del Paraná y el Uruguay. Su tamaño es de unos tres centímetros, pero puede armar una coraza cuando se agrupa con pares. Llega a formar incrustaciones de más de 250.000 bivalvos por metro cuadrado.
Si bien, su aspecto destructivo ha sido muy estudiado en nuestro país y en el mundo, esta vez los microscopios apuntaron a otro lado menos conocido. “Teniendo en cuenta la gran cantidad de literatura que describe los impactos negativos de estos mejillones invasores, en este artículo nos enfocamos en sus efectos positivos y revisamos sus servicios ecosistémicos y económicos”, señalan en el trabajo publicado en Hidrobiology.
Pero, los autores de este estudio, entre ellos Boltovskoy, no dejan de destacar un punto clave: poner foco en el lado B de estos forasteros que invadieron tierras y las conquistaron, no significa estar a favor de estas introducciones. “Esta evaluación -subrayan- no debe interpretarse como un rechazo del hecho de que los mejillones invasores tienen impactos negativos, sino como un intento de proporcionar información adicional para científicos, administradores y legisladores”.
Buenas y malas
El lado conocido de estos animales es que causan daños por cientos de millones de dólares al año en todo el mundo. “El impacto negativo incuestionable y más importante es el que tienen sobre las instalaciones industriales (principalmente plantas hidroeléctricas, térmicas y nucleares) que para su funcionamiento utilizan agua de ríos, lagos y embalses invadidos. Estas especies se asientan sobre filtros y cañerías (principalmente de intercambio de calor) taponándolas, lo que involucra procedimientos de limpieza complicados y costosos”, marca Boltovskoy, del Instituto de Ecología, Genética y Evolución (UBA – CONICET).
En América del Norte, varios estudios concluyen que Dreissena “puede tener impactos negativos sobre los bivalvos nativos porque -dice Boltovskoy- usan sus valvas como sustrato de asentamiento, así como sobre algunos otros organismos”.
Por otro lado, el experto no deja de resaltar rasgos positivos de Dreissena spp. -nativo de la cuenca del Mar Caspio, introducido en gran parte de Europa y América del Norte-, y Limnoperna fortunei, originario del sudeste de Asia, que ingresó en varios países asiáticos y en Sudamérica. “Se vio que, tanto en Sudamérica como en el hemisferio norte, estas dos especies son una fuente muy importante de alimento para peces y aves locales, y su presencia mejora notablemente la calidad del agua, a tal punto que se ha sugerido su uso para mitigar la turbidez, el exceso de nutrientes para el fitoplancton, y facilitar la potabilización”.
Los mejillones son grandes filtradores porque lo hacen cada vez que respiran y se alimentan. En Embalse de Río Tercero, en la Argentina, L. fortunei podría potencialmente filtrar todo el volumen del cuerpo de agua (0,48 km cúbicos) en uno o dos días, según estimaron expertos, entre ellos, Boltovskoy.
Tanto en Sudamérica como en el hemisferio norte, estos mejillones son una fuente importante de alimento para peces y aves, y mejoran la calidad del agua.
Otro campo en el que ofrecen posibilidades es en el tratamiento de aguas residuales. “La capacidad de los dreisénidos para filtrar y limpiar el agua de la contaminación orgánica y las sustancias tóxicas, incluidos los metales pesados, atrae cada vez más atención”, señala el estudio. Es que los caparazones de estos animales al contener un 80% de carbonato de calcio pueden usarse como un agente aglutinante de fósforo para su eliminación de los efluentes cloacales. “Los ensayos experimentales con conchas de mejillón cebra eliminaron más del 99% del fósforo, lo que sugiere que pueden ser una alternativa eficiente para su precipitación en las aguas residuales”, agrega.
Alertar sobre la presencia de tóxicos es un papel en el que también se destacan. “Los mejillones -marca el trabajo- se utilizan ampliamente como organismos centinela para la evaluación y el biomonitoreo de contaminantes y patógenos”. En agua dulce, los dreisénidos y L. fortunei reúnen todas las características requeridas para un buen modelo. ¿Cuáles? Su notable capacidad de filtrado que asegura una interacción activa con el medio; su disponibilidad durante todo el año; su tamaño, que los hace fáciles de recolectar y manipular; son relativamente longevos, y sobreviven bien en condiciones de laboratorio.
Estos son algunos de los elementos positivos que el informe busca poner en la balanza. “Dada la distribución generalizada de mejillones invasores y el enfoque a largo plazo de los científicos y administradores sobre los aspectos negativos de su dispersión, es importante evaluar cuantitativamente sus efectos ecológicos positivos y beneficios económicos”, concluye el estudio.
Extinción de nativas
Más allá del caso de estos mejillones de agua dulce, uno de los cargos habituales contra las especies invasoras en general es que acaban con las nativas. En este sentido, Boltovskoy indica: “Los impactos ecológicos generales son muy difíciles de estimar. Al igual que las nativas, casi todas las especies introducidas tienen efectos negativos sobre algunas otras especies o procesos, neutros sobre muchos, y negativos sobre otros. La extinción de especies nativas frecuentemente se menciona como uno de los efectos más importantes. Sin embargo, según estimaciones recientes de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, a nivel global, de los 12 factores más importantes responsables de las amenazas a la biodiversidad (actividades productivas, urbanización, contaminación, cambio climático, etcétera), las invasiones biológicas ocupan el quinto lugar, e involucran a menos del 8% de los casos analizados. Las estimaciones de las cantidades de especies amenazadas o extintas debido a las introducciones biológicas son enormemente variables”.