Sin lugar para la ciencia
La convocatoria correspondiente a 2018 confirmó la tendencia de que el CONICET incorpora cada vez menos investigadores formados por las propias instituciones del Estado. Esta vuelta, son más dos mil los que quedan fuera del sistema de ciencia y técnica. Este martes, la comunidad científica se concentró frente al CONICET para demostrar su descontento y preocupación.
La cifra de marginados de la Carrera de Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) marcó un nuevo récord el pasado viernes 5 de abril, cuando el organismo difundió el listado de científicos que serán incorporados al sistema. Apenas 450, un exiguo 17,3% sobre un total de 2595 postulantes. Es decir, el número más reducido de ingresos en más de una década. Y como contrapartida, 2145 científicos que no podrán continuar sus proyectos de investigación y cuya opción más verosímil es migrar en busca de oportunidades que la Argentina ya no les brinda.
Desde 2015, la tasa anual de crecimiento de la planta de investigadores del CONICET estuvo siempre por debajo del 4%, cuando el objetivo previsto en el Plan Argentina Innovadora 2020 (anunciado en 2013) era que se incrementara en un 10% cada año. El aumento sostenido en el tiempo de ingresos a la carrera, que en 2014 sumaron 957, se desplomó desde entonces. Una proyección trazada por aquel plan indicaba para esta última convocatoria una cifra de ingresos no menor a 1.200 científicos, pero el progresivo vaciamiento del sistema los redujo a 600 en 2017, y a 450 ahora.
El área de Ciencias Sociales y Humanidades volvió a ser la más castigada. Ingresó sólo el 6,8% de los 556 postulantes. Pero la sangría de investigadores se manifestó en todas las disciplinas. En Ciencias Exactas y Naturales se aprobó apenas una cuarta parte de los proyectos de investigación: hubo 255 postulaciones y 64 ingresos a la Carrera de Investigador: 22 de Ciencias de la Tierra, del Agua y de la Atmósfera (sobre 88 postulantes), 15 de Física y 15 de Química (sobre un total de 119 presentaciones en ambas disciplinas), 7 de Matemáticas (de 30) y apenas 5 de Astronomía (sobre 18 postulantes).
Mientras el sistema genera doctorados como para incorporar cada año más de mil nuevos investigadores al sistema (según datos de la Secretaría de Políticas Universitarias, en 2015 se superó la vara de los 2400), las puertas de la carrera se cierran y se produce un efecto acumulativo: muchos de los postulantes que no entraron en 2016 se presentaron al año siguiente, abultando aún más la cifra de rechazados de 2018. Hay que remontarse a 2008 para encontrar un registro menor de ingresos al CONICET: ese año fueron 440.
En consecuencia, la tasa de expulsión no ha cesado de crecer. Mientras en 2014 había ingresado a la Carrera de Investigador el 48% de los postulantes, ese porcentaje bajó al 28% en 2017. En los resultados de la convocatoria publicada el viernes, cinco de cada seis científicos, todos con evaluaciones positivas, se quedaron afuera, sin posibilidades de inserción laboral en el país tras haber realizado doctorados y posdoctorados.
En rigor, desde diciembre de 2016, cuando el drástico recorte de los ingresos a la Carrera de Investigador derivó en fuertes protestas y la toma del entonces Ministerio de Ciencia y Tecnología, el número de nuevos ingresantes al CONICET se conoce con antelación, pero su publicación –con algunas modificaciones en términos de la redistribución según modalidad general, temas estratégicos o fortalecimiento, aún pendientes de explicación– renovó la preocupación sobre el funcionamiento del principal organismo científico. Sobre todo, luego de que se revelara el inédito desfasaje entre la cantidad de proyectos aprobados y el número de postulantes, que el Conicet no había difundido.
“La cifra podría haber sido todavía mayor, pero es evidente que mucha gente que no entró en las convocatorias de 2016 y 2017, ya no se está presentando. Muchos de ellos probablemente elijan irse o tengan que dedicarse a otra actividad”, sostiene Jorge Aliaga, ex decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y ex subsecretario de Evaluación Institucional del Ministerio de Ciencia, hoy Secretaría. “Desde luego, es muy positivo que los investigadores hagan una experiencia en el exterior, siempre y cuando tengas el país les permita volver con infraestructura y financiamiento para continuar sus investigaciones aquí. Pero si se van en un escenario en el que los sueldos están completamente devaluados, no hay subsidios, no hay plata para funcionar y todo se está desmoronando, probablemente el que se vaya, no va a volver”.
Aliaga refiere a las palabras del secretario Lino Barañao, quien en una entrevista publicada en el diario Clarín horas después de conocerse el número de ingresantes al CONICET, expresó que “siempre hay un flujo (de científicos) hacia afuera, van y vuelven. Puede ser que ahora no están volviendo, están esperando a que mejore la cosa”. El ex ministro agregó que “durante mucho tiempo las condiciones para hacer ciencia en la Argentina mejoraron notablemente, entonces era muy cómodo o muy fácil seguir trabajando acá. Ahora se da por sentado de que hay un derecho a tener financiamiento para ciencia y tecnología”.
En el mismo reportaje, Barañao puntualizó que sus colegas del gabinete nacional lo consideran “un privilegiado”, puesto que “nadie está creando puestos de trabajo” en otros ministerios, que, por el contrario, “están reduciéndose las plantas”, y que “en forma comparativa no estamos tan mal”. Confesó, también, que desde el gobierno le habían planteado directamente “cerrar la carrera por dos o tres años y dedicar la plata a otra cosa”. Finalmente, realizó una curiosa comparación entre el CONICET y la Orquesta Sinfónica del Teatro Colón y señaló que “el ballet no reemplaza a la gente anualmente, no todo egresado de un conservatorio pretende ingresar”.
El panorama se ensombrece todavía más si se considera la menguante tasa de ejecución de los fondos destinados al área. Un informe realizado en base a datos de la Oficina Nacional de Presupuesto concluye que, por ejemplo, en 2018 se devengó –en comparación con 2015– apenas el 71% del presupuesto asignado al área de Ciencia y Tecnología, y los gastos proyectados para 2019 indican que la subejecución será mayor.
Como el ajuste no se limita al CONICET, sino que repercute también en fuertes subejecuciones de los fondos asignados a casi todos los organismos de ciencia y tecnología, como el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) o la de Actividades Espaciales (CONAE), es una incógnita la inserción de todos estos investigadores, cuya formación fue financiada por el Estado durante no menos de siete años.
La crisis del sistema científico se completa con la pérdida de poder adquisitivo de los salarios de los profesores universitarios, en su gran mayoría también investigadores, y la baja en estipendios de becas. Y con la drástica reducción de los gastos de funcionamiento, que obstaculizan el desarrollo de los proyectos de investigación: si en 2015 constituían el 10% del total del presupuesto del Conicet, hoy representan apenas el 4%. La virtual parálisis del organismo es el resultado de este desguace.
“Estos números ponen en evidencia que la ciencia y la tecnología no están en el centro del proyecto de Cambiemos. En consecuencia, tanto el CONICET como las otras instituciones del sistema científico y técnico argentino, sobran, o bien se consideran sobredimensionadas –reflexiona Fernando Stefani, investigador principal del CONICET, profesor de Física Experimental de Exactas UBA y vicedirector del Centro de Investigaciones en Bionanociencias–. Hace tres años que los presupuestos se reducen de manera sistemática. Esto va más allá del número de ingresos. Para este proyecto de país, el producto del CONICET no tiene un rol ni un sentido”.
Para Stefani, la analogía con el ballet que mencionó Barañao “es perfecta. El paradigma dominante siempre consideró a la ciencia un bien cultural, algo lindo, neutro, que cada tanto nos gusta mostrar, y a la tecnología, un bien que se compra en el extranjero. En algunos momentos aislados, por el contrario, cambió el paradigma y se consideró a la ciencia y a la generación de tecnologías propias como motor para el desarrollo y el crecimiento económico. Hoy vamos en la dirección opuesta”.
En un contexto crítico, diversos sectores de la comunidad científica convocaron a una movilización para este miércoles 10 de abril en la explanada del Polo Científico Tecnológico y en todos los centros de ciencia y tecnología de todo el país. Ese día se cumplirán 132 años del nacimiento de Bernardo Houssay, y se conmemora el Día del Investigador Científico, pero no hay nada para celebrar.