“Macri aplicó un plan de destrucción del sistema científico”
A tres meses de su asunción como ministro de Ciencia, Roberto Salvarezza mantuvo un diálogo exclusivo con NEXciencia en el que describió con crudeza la crítica situación en la que el gobierno de Mauricio Macri dejó al sistema científico y tecnológico nacional. También arrojó fuertes definiciones sobre la responsabilidad de Lino Barañao y detalló el conjunto de acciones que tomará el Estado para que el sector se convierta en una de las llaves del desarrollo del país.
– ¿Con qué panorama se encontró en el momento de su llegada al Ministerio en diciembre del año pasado?
– Desde el punto de vista macro, todos sabíamos en qué situación estaba el sistema de ciencia de la Argentina: golpeado financieramente, golpeado en lo simbólico, sin ministerio, con una sensación de incertidumbre, de decepción. Aquí, además, encontramos otros problemas. En primer lugar, era un ministerio que estaba sin rumbo, había proyectos que tenían fondos y no se estaban poniendo en juego; había una profunda apatía, en parte, como resultado de la ausencia de una política real de ciencia y tecnología para el país. A Macri eso no le interesaba. Y este ministerio acusó el golpe. A todo esto se le suma un endeudamiento muy irrazonable porque, por ejemplo, nos dejaron una deuda de 10 millones de dólares con la biblioteca electrónica, son más de 600 millones de pesos. En el área de internacionales, entre membresías no pagas y temas de cooperación internacional incumplida, hay otros 350 millones de pesos. Además hay otras deudas que dejaron pendientes, por ejemplo, en la Agencia. El conjunto de la deuda suma alrededor de dos mil millones de pesos que hay que solucionar. Esta situación nos obliga a que, además de atender las cosas que yo te diría más nos preocupan, como cambiar la perspectiva de la comunidad para que la gente vuelva a creer que se puede hacer ciencia en Argentina, tengamos que, en simultáneo, gestionar toda esta deuda.
– Del conjunto de agresiones, tanto materiales como simbólicas, que el gobierno de Macri desplegó contra el sistema científico, a su juicio, ¿cuál fue la más dañina?
– Mirá, no te podría señalar un aspecto en particular. Creo que lo peor es que se logró que la comunidad científica pensara que hacer ciencia en este país no era posible. Sobre todo los más jóvenes, aquellos que estaban en su doctorado y que veían que, si se recibían, si hacían su posdoc, no iban a poder incorporarse al sistema científico. Aquellos cuyas becas estaban en el nivel de pobreza, aquellos que veían que sus jefes iban a un programa de televisión para financiar sus investigaciones. Lograron instalar el desguace del sistema científico. Esa percepción que teníamos todos en el mes de diciembre de que el sistema estaba sin rumbo, que era el sálvese quien pueda, que había que conseguir fondos como fuera, que los laboratorios se estaban vaciando. Todo eso lo instaló Macri. Y lo hizo con una combinación de cosas que fue muy bien pensada: te voy desfinanciando, te reduzco los lugares de trabajo, porque la CNEA tiene mil investigadores menos; el INTA, ochocientos; el INTI, seiscientos. Y después, los llamó vagos, ñoquis, y les sacó el ministerio. Apuntaron a que la gente no quisiera hacer ciencia o pensara que no se podía. ¿Para qué iba a ser becario del CONICET? Era casi suicida entregar siete años a ese proyecto de vida ¿para tener qué futuro? Todo ese daño provocó que mucha gente se fuera al exterior, que abandonara su tesis. Eso es lo que estaba pasando.
. ¿Qué papel jugó en todo este proceso el Ministerio, primero y la Secretaría de Ciencia, después?
– Este ministerio fue cómplice. Esto que dice Barañao de que no me dieron plata debido a la crisis, es mentira. No fue fruto de la crisis porque ya en febrero de 2016, dos meses después de asumir, Alejandro Ceccato estaba diciendo que el CONICET era inviable. Fueron conscientemente cómplices de la destrucción porque lo que querían era ser funcionarios, lo único que les importaba era su conveniencia personal. Ellos transitaron como funcionarios todo el proceso de crecimiento del sistema, entonces, no podés un mes y medio después decir que el sistema es inviable y reducir a la mitad los ingresos al CONICET, dejando a un montón de doctores en la banquina, que estaban embarcados en otra política que ellos mismos habían implementado. Fueron cómplices porque sabían que Macri iba por el sistema científico, como iba por todo del Estado. No fueron salvadores que se quedaron para ayudar. “Hubiera sido peor si yo no estaba”, repetía Barañao. No, si vos implementaste esto desde un principio. Cuando atacaron te callaste la boca, cuando se degradó el Ministerio miraste para otro lado. No fue un problema de crisis, no fue un problema de plata, fue un plan de destrucción del Estado y dentro de la destrucción del Estado, del sistema en ciencia.
– ¿Cuáles son los pasos a seguir para que los actores del sistema científico recuperen la confianza de que es posible hacer ciencia en Argentina?
– Nosotros siempre dijimos que estábamos empezando a recomponer el sistema y, en ese marco, lo primero era cambiar las condiciones que hacían que el sistema fuera expulsivo. La prueba de que era expulsivo fue el Programa Raíces: el Programa siguió, pero no volvía nadie. ¿Quién iba a volver? Entonces, en esta idea de recomponer el sistema, estamos apuntando a que no se vayan, a mostrar que se puede hacer ciencia en el país. Nos hemos ganado, yo diría, en principio, una posición favorable de la comunidad científica que ha visto que el gobierno ha hecho un esfuerzo. Hay 900 millones más en becas, hay 1.100 cargos que son otros 1.100 millones de pesos, hay casi 300 millones en la recomposición de los subsidios. Y, aparte, el presidente ha tomado el tema de la ciencia como propio. Es un gobierno que va a usar el conocimiento, que vuelve a poner la ciencia en la política.
– Pensando un poco más en el mediano plazo, ¿qué medidas se van a tomar para reconstruir el sistema científico argentino?
– Mirá, nosotros en 2015 teníamos tres temas que estaban en disputa: uno era mejorar la transferencia de conocimiento; otro era mejorar la distribución de los recursos humanos, la federalización, si quieren llamarlo así, y el otro tema era la articulación. Bueno, los estamos encarando desde ahora. Necesitamos aumentar la transferencia pero el problema grave que tiene el sistema es que se mueve en forma desarticulada porque no hay una demanda estructural, ni desde el Estado, ni desde la sociedad. La resolución de grandes problemas requiere de una mirada interdisciplinaria y de la articulación de muchos actores. Entre esos actores está las universidades, el INTI, el INTA, el CONICET, según el tema que se va a encarar. Entonces, lo primero que hemos hecho es articular fuertemente con las demandas que hoy tiene el Estado y eso nos permite establecer un cambio, superar lo que teníamos en 2015. Nosotros hicimos la convocatoria “Argentina contra el Hambre” y tuvimos casi 500 proyectos. Ahora los vamos a articular en redes y los vamos a financiar. ¿Para qué? para que el Consejo sepa que hay capacidades en infraestructura, en salud, en alimentos y pueda recurrir a ellas rápidamente. Y vamos a poner a disposición un desarrollo de CONICET y del Ministerio de Salud que es una plataforma que permite saber el peso y talla de los chicos de todo el país en ocho mil centros asistenciales. Entonces, convocando a resolver grandes problemas -agua, salud, alimentos-, empezamos a estructurar otro tipo de ciencia. La verdad es que si uno realmente quiere transferir, tiene que crear la demanda. No es dividiendo la mitad de los investigadores del CONICET en temas prioritarios y la otra mitad en temas no prioritarios que vas a impulsar ese objetivo. Porque esa construcción se hace en la acción, no separando en cajas a la gente. Y ese es el absurdo que yo he visto estos cuatro años.
– ¿Qué respuesta está recibiendo del resto de los ministerios frente a este requerimiento?
– La verdad es que es espectacular. En este momento venimos trabajando con todos los ministros y con la Jefatura de Gabinete en forma articulada y atendiendo múltiples facetas de las demandas que tienen. Nos están pidiendo de todo porque ahora confían en el sector. Y eso es un cambio. Porque, ¿qué hacía Cambiemos? Cambiemos desmantelaba el sistema de ciencia y recurría a consultoras. Este gobierno está decidido a usar el sistema público, está decidido a usar las universidades, el CONICET, el INTA, el INTI, y esa es una decisión política fundamental para estructurar la demanda. Esa es la idea con la cual estamos trabajando y eso nos permite, desde la emergencia actual, saltar hacia el mediano plazo. Y, además, esas demandas también son federales, porque la crisis alimentaria está en todo el país, porque el problema del agua lo sufren los wichís en Salta y en muchos otros lugares, entonces, esto va a generar una atención a partir de los requerimientos de todo el país y no a partir de lo que genera un grupo desde un laboratorio.
– ¿Qué políticas está pensando para fomentar la transferencia hacia el sistema productivo, un tema históricamente difícil en el país?
– En primer lugar, quisimos mandar un mensaje, una serie de señales. Primero estuvimos junto con el ministro de Salud en el anuncio de que ANMAT había aprobado un kit de diagnóstico rápido de dengue. Porque, además de ser una herramienta muy importante para la prevención de la enfermedad, se trataba de un desarrollo de una empresa de base tecnológica incubada con el aporte del Estado en la UNSAM, con investigadores del CONICET y de la universidad. En la misma semana fuimos con Alberto (Fernández) a la inauguración de una nueva planta de la fábrica de anticuerpos monoclonales mABxience, una empresa privada de otra escala. Al día siguiente, estuvimos en el lanzamiento del SAOCOM. Ahí es el Estado el que impulsa porque ese satélite forma parte del Plan Espacial Argentino. Ahora ese proyecto ¿sobre quién impacta? Sobre INVAP que es la principal contratista, sobre VENG y sobre toda la cadena de pymes armadas alrededor de esa iniciativa. Entonces, ahí están las tres esferas que queremos trabajar: la empresa de base tecnológica, la empresa privada y, por supuesto, el Estado como motor del sistema.
– A poco de asumir, este gobierno anunció que se retomaría al construcción de satélites de telecomunicaciones. ¿Nos puede brindar más información sobre este tema?
– El ARSAT-3 yo te diría que ya está en marcha. Ya está hecho el convenio entre ARSAT -que es la empresa de telecomunicaciones-, e INVAP, que lo va a construir. Esto está planeado para el 2023. ARSAT-3 va a tener mayor tecnología, va a ser más moderno que los anteriores. Mientras tanto, en el plan espacial estamos trabajando en el SABIA-mar y, posiblemente, en un satélite meteorológico. Esos serían los proyectos que muestran que el plan espacial va a continuar, relacionado con observación y con comunicaciones.
– En relación con el tema de la energía nuclear, viene siendo muy debatido con qué tipo de tecnología se debería construir la cuarta central. ¿Cuál es su posición al respecto?
– Formalmente es un área que corresponde al Ministerio de Producción, donde está la Secretaría de Energía. En lo personal, yo diría que deberíamos retomar, tal vez, el plan original que estaba en 2015. Me parece que es muy importante que Argentina continúe con su desarrollo propio de centrales tipo CANDU pero también es importante que empecemos a pensar en otras tecnologías que el país no ha explorado todavía. Yo creo que debemos ir por las dos. Creo, a título personal, que también tenemos que sostener la PIAP (Planta Industrial de Agua Pesada), hay que seguir produciendo agua pesada para proveer a nuestras propias centrales y buscar la posibilidad de que también se exporte. La secuencia, qué central se hace primero y cuál después, te diría que, en este momento, es secundario. Lo que me parece importante es que se garantice que ambas tecnologías van a seguir vigentes.
– Después de lo que ocurrió con el sistema científico durante los últimos cuatro años, ¿se puede crear alguna herramienta para que esto no se repita? ¿Una ley de financiamiento de la ciencia puede ser útil en este sentido?
– Sí, desde ya. Nosotros estaríamos pensando en una ley de financiamiento. Había un proyecto del entonces senador (Omar) Perotti. Habrá que ver si esas metas son hoy en día viables o no. Por otro lado, sumaría una ley en donde el Estado reconozca a su sistema de ciencia como el primer consultor de todos los poderes, el Ejecutivo, el Judicial y el Legislativo. El sistema de ciencia tendría que ser el primer lugar adonde el Estado consulte sobre políticas públicas. Abrir a los políticos la posibilidad de tener un ida y vuelta permanente, que no sea vinculante, pero que acerque insumos para tomar decisiones inteligentes. Pero hay algo más que me parece que subyace detrás de las leyes. Yo creo que acá hay un tema de disputa geopolítica. Estos modelos de involución de los sistemas científicos son consecuencia de miradas de subordinación a otros intereses, sean de sectores económicos concentrados o geopolíticos. Si uno discontinúa el plan espacial y se lo da a la empresa Hughes está tomando una postura, si se posterga el plan nuclear por cuatro años sin decir nada, está tomando una postura. Me parece que tenemos que ver que, más allá de las leyes, el desarrollo del sistema de ciencia y tecnología está vinculado al modelo de país que uno quiere. Si un país acepta un rol de neoliberalismo periférico, no hay chance, porque claramente ningún país desarrollado hizo lo que hizo Macri, que es atacar el sistema de ciencia. Nosotros teníamos en 2015 tres investigadores cada mil habitantes de población económicamente activa; hoy tenemos 2,5. Y teníamos una inversión que era 0,65% de un PBI de 630 mil millones de dólares y hoy la inversión es de 0,5% de un PBI que, en 2018, fue de 520 mil millones de dólares y que va a ser más chico aun. Me parece que ese es un proyecto de país periférico, de país productor de porotos de soja. Y contra eso no te protegen las leyes porque hoy dictás una ley y mañana sacás otra. Argentina tiene que ganarse un lugar en el concierto de las naciones desarrolladas y ese lugar se va a ganar a los codazos, no te lo van a regalar. Nadie te regala que le ganes las licitaciones de reactores nucleares, nadie te regala que hagas tus satélites y que en la región seas el que comande las telecomunicaciones. Visto desde ese punto de vista esa disputa es costosa y se avanza y se retrocede en la medida que los gobiernos representan diferentes intereses. Por eso, es necesario que los argentinos tomemos conciencia de que el país no va a avanzar sin conocimientos y que la política neoliberal siempre se caracterizó por desguazar el Estado, y desguazar el Estado es, también, desguazar la ciencia.