Inspirado por la naturaleza
La UBA otorgó el doctorado Honoris causa al francés Jacques Livage, padre de la denominada “química suave”, quien en 1977 anticipó que en el siglo XXI el agua y el aire sustituirían al petróleo. Fue periodista y es un prolífico científico. Actualmente, es profesor honorario del College de France y miembro de la Academia Francesa de Ciencias.
Desde hace milenios, la fabricación de vidrios y cerámicas se realiza calentando arena o arcilla en hornos que trabajan a temperaturas muy altas. Sin embargo, cuando fabrican sus caparazones, algunos organismos vivos pueden sintetizar estos materiales a temperatura ambiente.
Hoy en día, el término francés chimie douce (química suave) lo utilizan los científicos de todo el mundo para referirse a un área de la química que busca crear materiales imitando los procesos que se llevan a cabo en la naturaleza. Es decir, sin recurrir a altas temperaturas.
Una de las ventajas de la química suave es que permite desarrollar materiales que combinan componentes inorgánicos y orgánicos. De esta manera, se logra aunar las propiedades de los sólidos inorgánicos con la flexibilidad de los polímeros orgánicos. Esto ha dado lugar a la creación de vidrios y cerámicas con características novedosas que permiten múltiples aplicaciones.
Invitado por la Universidad de Buenos Aires para recibir el título de doctor Honoris causa, Jacques Livage, padre de la química suave y autor de cerca de 400 trabajos científicos, visitó la Facultad. Allí, luego de dar una conferencia titulada “Materiales bio-inspirados”, charló con el Cable.
– En un artículo periodístico publicado en 1977 en Le Monde usted acuñó el término “química suave”.
– Sí. Fue el 26 de octubre, que es el día de mi cumpleaños.
– ¿Por qué eligió ese nombre?
– No lo sé. Tan solo quería dar a entender que se podía hacer química en condiciones suaves.
– ¿Qué es la química en condiciones suaves?
– Cuando no se utilizan altas temperaturas y se trabaja exactamente como lo hace la naturaleza.
– En ese mismo artículo usted afirmaba que “en el siglo XXI el agua y el aire podrán reemplazar al petróleo”.
– Creo que decir eso treinta años antes de que ocurra fue muy acertado. Porque es una verdad, de hecho. En definitiva, no es otra cosa que la fotosíntesis, y todos los compuestos orgánicos que hay en el mundo viviente provienen de la fotosíntesis. Y es realmente cierto que podemos hacer combustibles a partir de dióxido de carbono y agua. Eso es lo que hacen las microalgas y en un futuro cercano podremos fabricar combustibles con microalgas. De hecho, hay algunas plantas piloto que están utilizando microalgas, la energía del sol, el dióxido de carbono del aire y agua para producir biocombustibles que podemos ponerle a nuestro automóvil. Hoy eso es una realidad.
– ¿Qué ventajas tiene para usted la química suave?
– Primero que nada, que es ecológica. De hecho, el título del artículo en Le Monde era, “Hacia una química ecológica. Cuando el agua y el aire reemplacen al petróleo”. Podemos imitar a la naturaleza. La naturaleza hace cosas maravillosas. Lo que yo quería decir en aquel artículo era eso: miremos a la naturaleza, observemos cómo trabaja y tratemos de hacer lo mismo.
– Estamos hablando de una química ecológica y sostenible…
– Sí. Creo que no hay mucha diferencia entre química suave y lo que ahora llamamos química verde. Es casi la misma cosa. Ahora está más de moda decir “verde”.
– ¿Qué aplicaciones puede tener la química suave?
– En el área en la que yo trabajo, que es la de los vidrios, hay unas 40 compañías en el mundo que están fabricando vidrios mediante la química suave. Y están haciendo un montón de cosas. Por ejemplo, en vidrios para ventanas, les cambian sus propiedades ópticas para impedir que se vea desde afuera, o para evitar que reflejen la luz o para darles un color bonito. Otro ejemplo de aplicación: las fibras de alúmina del transbordador Columbia fueron hechas mediante química suave. Si se quiere fabricar fibras de alúmina de manera tradicional hay que trabajar por encima de los 1700 ºC.
– Antes de dedicarse a la ciencia usted trabajó como periodista.
– Fue durante mi doctorado y hasta dos años después de doctorarme. Tenía un cargo docente en la universidad pero no tenía un laboratorio y hacía muy poca investigación. Por lo tanto, tenía mucho tiempo libre. Así que para no quedarme en casa sin hacer nada comencé a escribir para L’usine nouvelle, un periódico sobre la actualidad industrial. Allí le contaba a la gente de la industria aquello que se hacía en los laboratorios que podía tener alguna aplicación en el futuro. También escribí para Le Monde y para La Recherche.
– ¿Cuál es su opinión acerca de la comunicación de la ciencia al público?
– Creo que es muy importante. Porque creo que la ciencia es muy importante en la vida diaria. Nuestra vida depende de la ciencia. Yo soy químico y generalmente a la gente no le atrae mucho la química. Por lo tanto, tenemos que mostrar que se pueden hacer cosas hermosas con la química. También con la física y las otras disciplinas, por supuesto.
– ¿Por qué abandonó el periodismo?
– Porque tuve la oportunidad de incorporarme a un laboratorio de investigación y yo quería hacer investigación. Disfruté muchísimo del periodismo. Pero cuando era periodista me dedicaba a visitar los laboratorios y ver qué era lo que allí estaba sucediendo, y yo quería estar adentro del laboratorio haciendo investigación.