Hombre de dos mundos
Esteban Ravaschino se doctoró en Química en Exactas UBA. A lo largo de su carrera, trabajó en la academia y en la industria. Actualmente, es responsable del Laboratorio de Desarrollo de Síntesis de Agrofina. Aconseja a los estudiantes que sigan la carrera de investigación sólo si es es lo que realmente les gusta y asegura que desde una empresa también se contribuye al desarrollo nacional.
– ¿Cómo empezó tu carrera?
– Desde chico tuve inclinación por la ciencia. Otra cosa que no quiero soslayar es que mi mamá es química, fue profesora de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y también aportó lo suyo porque estuve por seguir ingeniería electrónica. Al final, me terminé inclinando por una veta más científica. Ingresé a la carrera en el primer cuatrimestre del 90.
– Mientras estabas cursando la carrera ¿cómo imaginabas tu futuro laboral?
– La carrera de Química tiene ventajas importantes en relación con otras, dado que, aún siendo estudiante podés conseguir un trabajo en donde hacer tu experiencia en un laboratorio y además estar rentado. Así que manejaba como posibilidad ir a la industria y eso se fue reforzando a medida que iba teniendo distintos trabajos mientras iba cursando materias.
– Al final de tu licenciatura, ¿tuviste un momento de incertidumbre acerca de avanzar con un doctorado o ir a la industria?
– Yo ya había formado una familia, me recibí con un hijo y necesitaba un ingreso importante. En esa época, las becas eran por muy poca plata así que la necesidad que tuve de trabajar me fue llevando por sí sola a la decisión de ejercer mi profesión en la industria. Terminé de cursar en el 96 y di mi último final en el 99. Pero la situación cambió cuando, en el 99, apareció una beca de la Unión Europea para hacer un doctorado en Exactas, en Química Orgánica. Yo ya estaba pisando los 30 y pensé: “es ahora o nunca”. Fue una decisión difícil porque tenía que renunciar a mi trabajo pero me pareció que me faltaba formación y que un doctorado me podía dar esos conocimientos que sentía que no tenía. Así que volví a Exactas en el año 2000.
– El doctorado lo terminaste en 2007. ¿Cuáles fueron las razones que te impulsaron a dejar la academia y a volver a trabajar en la industria?
– Por un lado incidió la cuestión económica. En ese momento era muy grande la diferencia de ingresos entre la actividad privada y la universidad. No te olvides de que yo terminé el doctorado con 36 años, dos hijos y muchas responsabilidades. Debido a esta dilatación yo sentía que ya me había quedado un poco atrás y que se me iba a hacer complicado seguir una carrera científica. Y, tal vez, un poco desencantado también. Hacía muchos años que estaba haciendo lo mismo y no veía la manera de crecer. Llegó el ofrecimiento y no te digo que no dudé, porque de alguna manera es una resignación, pero la oferta, además, era muy interesante en cuanto al trabajo en sí. No me iba a hacer una tarea administrativa o de ventas, podía seguir despuntando el vicio de hacer ciencia dentro de lo que el ámbito permite. Yo sigo conectado con un montón de gente que está en la Facultad o en otros institutos, presentamos trabajos en los congresos de química orgánica y tratamos de seguir formándonos en lo científico para poder desarrollarnos en la industria. Creo que eso es súper importante y que tiene que haber mucha más conexión. Yo he visto que, en los últimos años, desde la universidad se ha hecho un esfuerzo grande por contactar y aunar esfuerzos con el ámbito industrial y me parece que desde muchas empresas ocurrió lo mismo. Eso es muy positivo.
– ¿Cuáles son las diferencias más significativas que notaste entre el trabajo en la academia y en el ámbito privado?
– En la academia uno tiene por objetivo investigar en un tema. En un proyecto de investigación en el campo de la síntesis orgánica el objetivo, por ejemplo, es llegar a sintetizar ciertas moléculas para estudiar alguna propiedad, como parte de un proyecto generalmente más grande. El fin es llegar a ese compuesto. En la industria hay muchas más variables en juego y uno tiene que compatibilizar muchos más aspectos. O sea, uno puede tener un objetivo parecido: sintetizar una molécula porque es un activo que a mí me interesa vender pero hay un montón de aspectos mucho más allá de lo técnico. Lo más obvio es que en esa ecuación tienen que cerrar los costos. En realidad, el proyecto no es sintetizar un compuesto sino hacerlo de cierta manera que sea económicamente viable y, además, que pueda llevarlo a una escala de producción industrial, que sea posible hacerlo con materiales accesibles, que puede realizarse de manera segura y controlar un montón de factores que, por ahí, en un trabajo de investigación no los tengo en cuenta. En definitiva, se tiene que convertir en un negocio, en un producto que se pueda vender. Ese es el mayor cambio de paradigma.
– La preparación que da Exactas UBA ¿les resulta útil a los estudiantes para incorporarse al sector productivo?
– Totalmente. Una persona que tiene buena formación básica puede aprender cualquier cosa. Lo demás se adquiere. Puede ser que la Facultad tenga un perfil más bien cientificista pero yo no veo que eso sea un problema, siempre y cuando eso no implique negar o despreciar lo demás, cosa que ocurría en otras épocas donde irse a la industria era una especie de traición. Te hacían sentir que te corrompías por dinero. Lo que yo siento, trabajando en una empresa nacional, es que estoy contribuyendo al desarrollo del país. Puede ser que a la formación, en algún punto, le falte un poco de contacto con lo que ocurre afuera, mostrar un poco más la manera en que se puede plasmar todo ese conocimiento en el ámbito industrial. Eso, tal vez, pueda inhibir un poco a las personas para hacer el cambio o no colabore hacia el final de la licenciatura para decidir si seguir un doctorado o pasar a la industria. Además, quizá todavía haya ciertos prejuicios. Pero cuando la persona pasa a la industria, no veo que eso sea una dificultad. Se adapta.
– Para trabajar en el ámbito de la producción ¿es mejor dar el salto al finalizar la licenciatura o hacerlo después de doctorarse?
– Yo tengo compañeros que son licenciados con mucha experiencia, de los cuales aprendí un montón, que no tiene nada que envidiarle en su formación a un doctor en Química. Mi elección fue porque yo sentía que mi manera de acceder a una buena formación era esa, pero no hay recetas. Las dos opciones son válidas y depende mucho de cuál es el tipo de trabajo al que uno quiere acceder y cuáles son sus intereses. No es verdad eso de que si hiciste el doctorado después ya no podés ir a la industria porque ya te formatearon la cabeza para ser científico ni tampoco lo contrario.
– Desde el sector productivo, ¿hay una demanda de científicos?
– En la química sí, hay demanda. Todo el tiempo hay oportunidades. De acuerdo a mi experiencia de ocho años en esta empresa te puedo decir que hay movimiento, la gente se cambia de empresa. Hoy hay muchas firmas que necesitan gente de la carrera.
– ¿Qué le recomendarías a un chico que está sobre el final de la licenciatura y duda sobre su futuro laboral?
– Le diría que no descarte ninguna opción, que hable, que se asesore, que escuche las experiencias de gente que está trabajando fuera de la facultad. Que trate de vencer la barrera que a veces puede ponerte la facultad y que dificulta mirar hacia afuera. Después, está en cada uno. Si se va a dedicar a la investigación que sea porque es verdaderamente lo que quiere hacer. Que no se quede porque supuestamente es el único destino posible o porque le enseñaron que la carrera de Exactas es para ser investigador exclusivamente. Lo importante es que vea todas las posibilidades.