Geología planetaria

En busca del meteorito pampeano

Hace un mes un asteroide cayó sorpresivamente en La Pampa. Sin perder tiempo, un equipo argentino se organizó para hallar y estudiar sus fragmentos. Es la primera vez que se puede trazar la órbita de un objeto caído en el país. La infinidad de relatos y filmaciones permitieron armar el rompecabezas de su ubicación, pero también atrajo a cazadores de meteoritos que compiten con los científicos. Temidas, codiciadas y sorprendentes, estas rocas espaciales guardan las huellas de los orígenes del sistema solar.

5 Nov 2025 POR

El pasado 13 de septiembre, faltando pocos minutos para que el reloj marcara las siete y media de la tarde, el cielo de La Pampa se convirtió en un escenario digno del cine. Un objeto brillante irrumpió de golpe, como un pequeño sol en desgracia, cayendo velozmente y dejando una estela de descomposición y gases a su paso. Era un asteroide de aproximadamente dos metros. Ínfimo para los atentos telescopios que custodian los cielos, lo suficientemente grande como para ser el centro de atención de todo un pueblo.

Hay quienes vieron allí una señal divina, otros un espectáculo natural digno de historias y selfies para las redes. Desde la ciencia, generó entusiasmo por encontrar un valioso objeto de estudio que puede brindar pistas sobre el origen de nuestro sistema solar, incluso, de la vida como la conocemos. Sin embargo, también atrajo a los cazadores de meteoritos. “Una competencia desleal”, dicen desde el equipo científico. Gente que los trafica en el mercado negro. Para todos, se trata de un tesoro del cielo.

Su irrupción fue totalmente sorpresiva. Si bien diversos telescopios realizan un seguimiento de asteroides, al ser menor a los cincuenta metros es muy probable que pase desapercibido. “Es muy chico, sólo se hubiera visto si un telescopio justo estaba observando de noche ese punto preciso del cielo”, comenta Mauro Spagnuolo, director del Laboratorio de Geología Planetaria (LGP) del Instituto de Estudios Andinos “Don Pablo Groeber” (UBA-CONICET) en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

Su irrupción fue totalmente sorpresiva. Si bien diversos telescopios realizan un seguimiento de asteroides, al ser menor a los cincuenta metros es muy probable que pase desapercibido.

Eso no significa que haya que empezar a temerle al cielo. “Es muy poco probable que caiga un objeto mayor a los cincuenta metros, pasa una vez cada cientos de miles de años”, agrega Felipe Neuss, becario doctoral en el LGP especializado en meteoritos. “Lo más probable es que caigan objetos menores. Uno de dos metros parece grande pero es muy chico y quizás llegan a la superficie sólo fragmentos del tamaño de un puño. Eso presenta algún nivel de peligrosidad para las personas, pero no es un peligro real”, suma. El argumento sigue siendo probabilístico: el setenta por ciento de la superficie terrestre es agua. Del resto, los centros urbanos son pequeñas manchas de la totalidad continental.

El laboratorio que dirige Spagnuolo reúne a geólogos y geólogas que estudian cuerpos rocosos del sistema solar: “La superficie y el interior de planetas, lunas, asteroides, cometas y objetos menores”, precisa Neuss. Y agrega: “En ese marco, como tesista de Mauro, me ocupo de los meteoritos. Son objetos que nos hablan del origen y evolución del sistema solar, pero también de nuestra atmósfera, de nuestra hidrósfera y, eventualmente, de la vida en nuestro planeta”.

El científico manifiesta su deseo de dedicarse a formar un grupo para verlos caer e ir a encontrarlos. “Qué mejor que poder recuperar algo que se vio caer y estudiar de dónde vino” –exclama–. “Para saberlo con precisión hay que ver la velocidad con la que cae, la energía que libera, el ángulo. Éste sería el primer objeto de la historia de Argentina que tiene reconocida su órbita, es decir, su lugar de origen”.

Mauro Spagnuolo y Felipe Neuss. Fotografía: Luiza Cavalcante.

“Uno puede encontrar algo que cayó hace cinco mil años, como el de Campo del Cielo, en Chaco, un objeto enorme que se considera como el segundo más grande del mundo, completamente metálico”, compara Neuss. Los investigadores señalan que se encontraron cerca de ochenta mil meteoritos en el mundo, de los cuales sólo sesenta y dos tienen trazado su origen. “Hay medidas indirectas que se pueden estimar, pero en este caso se trata de saberlo con certeza”, afirman.

Detectives de meteoritos

Según Spagnuolo, “todo comenzó casi de casualidad. Estábamos viajando a un congreso sobre astronomía en Mendoza a la mañana siguiente de la caída del asteroide. Yo no me había enterado. Allí nos encontramos con dos astrónomas y surgió la idea de hacer algo en conjunto. Felipe comenzó a coordinar un grupo internacional y ya estaba planeando ir a buscarlo junto a una colega de La Pampa que trabaja con él en el Museo de Ciencias Naturales (“Bernardino Rivadavia”). El trabajo de preparación llevó un mes”, relata.

Finalmente, confluyeron en un equipo internacional que reúne a especialistas de la Universidad de Buenos Aires, La Plata (UNLP), Córdoba (UNC), La Pampa (UNLPam), de Uruguay y de España. Es la primera vez que un equipo científico argentino puede ir a buscar un objeto que acaba de caer. “Es que ahora es más fácil, porque todos tenemos la posibilidad de filmar. Antes, se difundía de boca en boca y era muy difícil calcular dónde había caído”, aclara Neuss.

“Trabajamos con Eloy Peña-Asensio, un astrofísico del Politécnico de Milano, en Italia, que se especializa en cálculos de órbitas. Junto a Lucía Velasco, de Uruguay, y Nair Trómbolo, de la Universidad de Córdoba, abordaron los videos de las cámaras y realizaron una triangulación. Se calcula en función de las estrellas que se ven, entre otras cosas, y se realizan planos con la que se traza una recta de la trayectoria, luego, se extrapola y se calcula de dónde vino”, precisa Spagnuolo, que detalla que se trata de un objeto proveniente del cinturón de asteroides ubicado entre Marte y Júpiter.

Los investigadores señalan que se encontraron cerca de ochenta mil meteoritos en el mundo, de los cuales sólo sesenta y dos tienen trazado su origen.

El rastrillaje se realizó en el Departamento de Lihuel Calel. El superbólido, es decir, el fenómeno con intensa luminosidad que irrumpe en el cielo, fue visto en distintas localidades de la zona y registrado por una inmensidad de cámaras de seguridad y de teléfonos celulares. El principal trabajo fue la sistematización de toda esa información. “Al equipo académico que armamos se le anexó un grupo de profesionales y aficionados de La Pampa. En total, fuimos diez personas en el lugar, con gente que lo conoce bien. Además de hacer estudios científicos necesitamos algo para lo que estamos poco acostumbrados: recabar información con testimonios, llamar a la policía, a los bomberos, a las radios, generar una especie de difusión y de gestión de personas que fue tan divertido como difícil, todo un aprendizaje”, destaca Neuss.

Por su parte, Spagnuolo resalta el trabajo de Irina San Sebastián y de Nair Trómbolo en lo que fue una suerte de “call center”, tras haber solicitado que se aportara información: “Empezaron a recibir una infinidad de llamados con datos falsos. Hubo mucha participación ciudadana y un trabajo importante de confirmar datos y chequear información”, comenta.

Según Neuss, con todas las imágenes se obtiene un modelo que establece dónde buscar con un error de tres kilómetros. “El error se puede reducir a cientos de metros, pero también había que ir reduciéndolo a partir de testimonios. Quién fue el que más cerca lo vio del sur, quién del este, del oeste y así. Siempre tomando como eje el modelo y viendo cómo encajaban en él los testimonios. Además, con la premisa de que la aparición de un primer fragmento ya restringe la zona”, explica.

La historia de las rocas

Con toda esa preparación, un mes después del evento fueron hacia La Pampa aún sin contar con la certeza del lugar exacto. “Había un campo de una familia con la que fuimos a hablar porque tenían información. Como justo era el día de la madre, no estaban allí, sino celebrando a varios kilómetros. Tuvimos que ir”, relata Spagnuolo. Neuss continúa: “Pudimos hablar con esta familia de la que teníamos rumores de que quizás algo les había caído en los pies y nos abrieron la puerta de su casa”.

Se estima que estos objetos hablan del origen y evolución del sistema solar y de nuestro planeta, tanto de su superficie, su agua, su atmósfera y quizá, de sus organismos vivos.

Ambos celebran que les fue mejor de lo que pensaban. Previamente ya los habían abordado algunos cazadores de meteoritos. La familia no los había dejado pasar. Con ese “viento en contra”, buscaron convencerlos, lo cual incluyó compartir algunos mates, incluso, un asado y explicarles lo que iban a hacer. Finalmente, al otro día lograron entrar y rastrillar el campo. “Pudimos encontrar algunos candidatos. Son fragmentos que hay que estudiar”, comparte Spagnuolo. Se analizarían en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y en el Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia.

Lo primero es hacer una clasificación. “Es primordial ver qué tipo de meteorito es, eso y su trayectoria nos podrían indicar, aunque es difícil, el asteroide del cual provino. Sería como tener una muestra de mano de algo que está entre Marte y Júpiter y podríamos vincularlo con lo que se observa por espectrometría con un telescopio”, explica Spagnuolo. Y suma: “También ver su composición interna, en geología realizamos cortes como láminas de rocas para observar los minerales con un microscopio. De contar con fondos, mediante isótopos buscaríamos saber su edad. Por todo esto, habiendo encontrado posibles candidatos, vale la pena volver. Sospechamos que debería haber algo más, incluso más grande. Es importante contar con fondos, al menos, para estadía y comida”.

“Somos geólogos y estudiamos los procesos de la Tierra. A partir de estudiar la historia de las rocas entendemos que hubo una evolución, que nuestro planeta es algo vivo y dinámico y que en el pasado no era lo que vemos hoy. Entonces, la posibilidad de estudiar estas rocas que están en el espacio y que no han sido sometidas a la dinámica terrestre y quedaron preservadas desde su formación nos permite observar procesos súper primitivos. En su gran mayoría, son rocas que tienen la misma edad del sol. Son los objetos más antiguos del sistema solar”, expresa Neuss, quien aclara que es posible saber la edad de nuestro planeta a partir de datar meteoritos, ya que las rocas terrestres han sido recicladas por la tectónica de placas antiguas.

El científico también afirma que pueden brindar pistas sobre el origen de la vida. “Hay meteoritos particulares y muy pequeños, incluso microscópicos, como si fuese polvo cósmico, que cae todo el tiempo como lluvia sobre nosotros y que son ricos en compuestos de carbono, los ladrillos de los que está hecha nuestra vida. Entonces, es posible imaginar que la Tierra era una superficie inhóspita y que estos componentes pudieron ser un motor para la evolución. Se estima que estos objetos nos hablan del orígen y evolución del sistema solar y de nuestro planeta, tanto de su superficie, su agua, su atmósfera y quizá, también, de sus organismos vivos”, concluye Neuss.

Equipo completo

Además de la dirección de Mauro Spagnuolo desde el Laboratorio de Geología Planetaria de Exactas UBA, el equipo que rastrilló la zona de la caída del asteroide en La Pampa, recabó y chequeó la información recibida y que estimó su trayectoria estuvo compuesto por: Eloy Peña-Asensio, doctor en Física (Politecnico di Milano, Italia); Lucía Velasco, licenciada en Astronomía (Universidad de la República, Uruguay); Irina San Sebastián, doctora en Astronomía (Universidad Nacional de La Plata); Nair Trógolo, licenciada en Astronomía (Universidad Nacional de Córdoba); Felipe Neuss, licenciado en Geología (Universidad de Buenos Aires); Gonzalo Tancredi, doctor en Astronomía (Universidad de la República, Uruguay); Martín Osio, técnico electromecánico astrónomo aficionado (Grupo de Astronomía Pampeano); Julio Spagnotto, contador público (Grupo de Astronomía Pampeano); Fany Arrese, magíster y profesora en Física (Universidad Nacional de La Pampa); Mariano Sardiña, observador meteorológico (Servicio Meteorológico Nacional) y Fernando Tourn, licenciado en Geología (Universidad Nacional de la Pampa).