Uno, dos, diez INVAP
El presidente de la Agencia I+D+I, en diálogo con NEXciencia, detalla el estado de parálisis en que encontró la institución, describe la urgente reacción que tuvo que desplegar para enfrentar la pandemia y relata las múltiples transformaciones que se están llevando adelante. Asimismo, el funcionario sostiene que el país debe generar nuevas empresas tecnológicas con el perfil de INVAP en diferentes áreas para impulsar el desarrollo nacional.
Fernando Peirano no es un improvisado en la gestión. Economista recibido en la Universidad de Buenos Aires, desde muy joven es un apasionado en temas de innovación y desarrollo productivo. Para especializarse en esas áreas viajó a Europa, donde realizó un posgrado en la Universidad Complutense de Madrid y luego otro en la CEPAL (Comisión Económica para América Latina). La oportunidad de convertirse en funcionario público llegó en 2011 cuando fue nombrado subsecretario de Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva del MINCyT, cargo que ocupó hasta el final del segundo mandato de Cristina Fernández. Durante esa etapa formó parte de un sistema científico que sería muy diferente al que se reincorporaría varios años después. “Efectivamente, conocí una Agencia que, vista desde hoy, tuvo su momento de oro en el 2014 y 2015, y después tuvo una evolución negativa a la par de todo el sistema científico tecnológico”.
Muy crítico de las políticas de ajuste y destrucción del sistema científico aplicadas durante el gobierno macrista, Peirano regresó a la administración del Estado en diciembre de 2019 cuando fue designado por Alberto Fernández como presidente de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación, organismo conocido por todos los integrantes del sistema simplemente como la Agencia. “Me encontré con una Agencia que sufría una crisis presupuestaria, una crisis institucional y una crisis de sentido marcada por la decisión de quitar todo apoyo a las pymes tecnológicas argentinas. Y que en 2019 no había adjudicado PICT (Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica). En términos cuantitativos lo podemos resumir así: de una Agencia que supo tener 25 instrumentos de promoción, solo 3 estaban activos en diciembre de 2019. Así que nos pasamos todo el 2020 saldando deudas que había dejado al gestión anterior”, se lamenta.
En ese marco, en un escenario de reconstrucción incipiente, cuando todavía no se habían cumplido los cien días de gestión, la irrupción de la pandemia trastrocó todos los planes y obligó a redirigir todos los recursos del sistema para hacer frente a la emergencia COVID. “Lo primero que ocurrió fue la convocatoria de Roberto Salvarezza a trabajar distinto en el marco de la Unidad Coronavirus, una experiencia de organización inédita, donde buscamos cómo complementar de una manera muy ágil, los roles del
Ministerio, del CONICET y de la Agencia. Esto fue una novedad. Muy rápido, 10 días después de anunciada la llegada del coronavirus a la Argentina, la Agencia estaba abriendo una convocatoria extraordinaria con la intención de reorientar el trabajo de miles de científicos argentinos que dejaron de lado su agenda y se enfocaron en resolver los desafíos que aparejaba la pandemia”.
– Una convocatoria que tuvo resultados notables…
– Yo creo que fue muy exitosa y, sobre todo, fue muy conmovedora. Recibimos unas 904 propuestas de grupos muy diversos dispuestos a reconvertir todos sus saberes en cosas aplicadas a la pandemia. Y fuimos muy exigentes en la cantidad, sólo nos quedamos con 84 de esas 904 propuestas. Y fuimos muy exigentes también en los plazos. Primero con los evaluadores, y luego con los investigadores, a quienes les pedimos respuestas a 60, 180 y 360 días, cosa que para la ciencia es casi la velocidad de la luz. Y, visto a la distancia, nadie verseó, los programas de trabajo asociados a esos proyectos son los que han tenido el cumplimiento más ajustado en la historia de la Agencia. La Agencia también les dio un acompañamiento diferente, más cercano, toda la gente puso a disposición los trámites, las formas de adquisiciones para que no haya demoras. Terminamos haciendo nueve convocatorias en 18 meses. En total, evaluamos más de mil proyectos e hicimos una inversión de 1.200 millones de pesos en 115 proyectos que finalmente conformaron la cartera total de este ciclo de trabajo.
– Ese conjunto de desarrollos originados como respuestas frente a la pandemia, ¿pueden luego reorientarse en aplicaciones con otros objetivos?
– Sin duda, nos van a quedar muchas cosas de este compromiso. En primera instancia, nos va a quedar una cartera de 115 productos destacados. Productos que incluso se han exportado, como los test rápidos que han llegado a Centroamérica. Que haya exportaciones nuevas basadas en ciencia y tecnología a mí me parece que habla de un paradigma distinto. La empresa Chemtest puso a punto los test vinculados a la brucelosis y los está exportando a Inglaterra. Con lo cual se abrieron nuevas puertas. Por otro lado, se desarrolló un modelo de trabajo distinto con la ANMAT que se expresa en el proceso de desarrollo de las vacunas y que abre la oportunidad de trabajar después no solo frente al coronavirus sino también frente a otros problemas que tenemos como la fiebre amarilla, el dengue, etcétera. Esto nos va a permitir abrir la caja negra de un elemento central, como son las vacunas, para que nuestra población pueda tener seguridad sanitaria.
– Este nuevo tipo de vinculaciones y de procedimientos, ¿son los que te hacen repetir que estás dirigiendo una Agencia en transformación?
– Una transformación que, si nos sale bien, nos tiene que dejar una institución con mejores herramientas de gestión. Hablo de la inversión que estamos haciendo en software, más de 100 millones de pesos por año. También hemos aumentado la cantidad de trabajadores y les hemos brindado capacitación en materia de nuevas formas gerenciales. Hoy somos una entidad descentralizada, lo que nos permite tener un proceso jurídico propio y eso nos da mucha más consistencia y velocidad. Queremos desencadenar un proceso de transformación de nuestro modelo productivo donde lo federal tiene que ser una clave. Hoy hay 12 provincias que han inaugurado agencias de promoción de la innovación y nosotros las estamos acompañando en esa evolución para que sean dispositivos plenamente complementarios a lo que hacemos como agencia nacional. También somos una Agencia muy atenta a la perspectiva de género. Tenemos un directorio paritario, y en los cargos gerenciales tenemos 11 hombres y 9 mujeres. Hemos trabajado en revisar el proceso de evaluación para detectar si tiene sesgos que consoliden una ciencia masculina. Así que estamos en una Agencia que se transforma en lo organizativo, que tiene nuevas herramientas, nuevos valores, que se organiza desde una perspectiva federal. Finalmente, queremos que la Agencia no sea una sino que sean dos: una Agencia que haga bien su trabajo en lo basal sosteniendo una plataforma bien diversificada y nutrida para la ciencia en Argentina, y una agencia que haga bien su trabajo en lo focalizado que consiste en saber desencadenar la metamorfosis de lo general a lo particular cuando sea necesario.
– Algunos de los reclamos más repetidos entre los investigadores están relacionados, por un lado, con las complicaciones burocráticas que tienen que sortear para gestionar los subsidios y, por otro, con la depreciación que sufren los recursos que reciben con el correr del tiempo. ¿Se están buscando soluciones para estos problemas?
– Estamos trabajando. Ambos temas nos preocupan y nos incomodan. En lo personal, desde el 2004 desarrollé mi carrera de investigador en la UNQUI y conformé mi grupo en base a los PICT. Sufrí rechazos en gastos que realicé, sufrí problemas para completar los formularios. El software para realizar los trámites de la Agencia no es muy amigable y si no se actualiza el sistema operativo o el navegador, no funciona correctamente. Todos los días me despierto preocupado con esto. Por otro lado, pude ver cómo un subsidio que empieza teniendo un apoyo equivalente a 100, al segundo año equivale a 75 y, al tercer año, a 50. Ese tobogán no se soluciona únicamente haciéndolo másalto. Se soluciona con un método donde la inflación no erosione los recursos asignados. Vamos a hacer un cambio estructural en las reglas de los PICT para garantizar que el subsidio mantenga su poder de compra a lo largo del tiempo y esta es una de las huellas que quiero dejar en mi gestión. Además, vamos a subir gradualmente el monto total de los subsidios a la par que vaya creciendo el financiamiento que otorga el Congreso de acuerdo con la nueva ley de financiamiento. O sea, va a haber un doble movimiento: sostenimiento en el tiempo del valor del subsidio e incremento del monto general. Estas dos decisiones van a dar mucha más tranquilidad a quien investigue.
– Vos solés repetir que Argentina tiene que tener no uno ni dos sino diez INVAP. ¿A qué apuntás cuando lanzás esta afirmación?
– En esa imagen se resumen múltiples sentidos. Primero, que la ciencia y la producción de tecnología en la Argentina están para más. El INVAP es prueba de ello. Segundo, que nosotros tenemos que vincular de manera más estrecha el desarrollo de tecnologías originadas en la ciencia, con la sociedad. Tener más productos surgidos de nuestro sistema científico va a amplificar el contrato social que estamos escribiendo con los argentinos y argentinas. El barbijo inteligente es una demostración de esa visualización, de que la ciencia y la tecnología pueden brindar soluciones cotidianas. La frase también habla de una necesidad, nosotros necesitamos que esos INVAP desarrollen tecnologías que promuevan la transformación de nuestro modelo productivo y que también sean un espacio de oportunidades de empleo para gente altamente calificada. Diez INVAP no son menos de 15 mil puestos de trabajo altamente remunerados y esto nos permite conducir un traspaso de mucha gente muy formada hacia empresas públicas y privadas. Si tuviéramos un equivalente al INVAP en ciberseguridad, en producción de tecnología para el agro, en nuevos materiales, en internet de las cosas, aprovechamiento de datos, salud y todo lo relacionado con diagnósticos y vacunas, tendríamos un nuevo músculo, muy potente, para concretar la transformación que puede realizarse en Argentina a partir del conocimiento que genera el trabajo de científicos y tecnólogos.
– Para que todo eso se concrete hace falta tiempo. ¿Creés posible lograr que el financiamiento de la ciencia y la tecnología se transforme en una política de Estado a largo plazo?
– Creo que hay un contrato social que se está escribiendo en esta dirección. Me parece que los argentinos y las argentinas hoy saben que tener CyT es una ventaja. Miran el mundo y ven que los países que monopolizan el conocimiento son los países que tienen mejores oportunidades de empleo y también mejores posibilidades de superar crisis extremas, como ha sido la pandemia. Tenemos la Ley de Financiamiento de Ciencia y Tecnología y la Ley de Promoción de la Economía del Conocimiento, que son buenas bases para defender esta idea de políticas de Estado. Pero, la única garantía de continuidad yo creo que está en el contrato social que hay que refrendar con la sociedad. El mismo contrato social que ha permitido defender el valor de la educación pública, gratuita y de acceso universal. Esa universidad está basada en un convencimiento de los argentinos y las argentinas sobre el rol de la educación pública. Ese convencimiento se tiene que expandir e incorporar a la CyT, ahí vamos a tener políticas de Estado. En eso tenemos que seguir trabajando. Obviamente, cuando hay resultados y acciones como las desarrolladas durante la pandemia, el convencimiento crece, la decisión de sostener este rumbo es más fácil. Yo creo que la responsabilidad de los dirigentes del ámbito de la CyT es traducir la experiencia de la pandemia en un contrato social de largo plazo donde cada argentino y argentina sepa que más inversión en CyT es tener mejores oportunidades para que sus planes de vida se hagan realidad.
Algunos números
– La Agencia tiene actualmente una cartera de más de 8.000 proyectos. Más de la mitad adjudicados entre 2020 y 2021.
– 1.700 pymes con proyectos activos, tanto con créditos blandos como con subsidios.
– 30.000 investigadores/as que participan de 5.500 proyectos.
– 200 Empresas de Base Tecnológica.
– Trabajo articulado con 74 instituciones entre universidades e instituciones del sistema de ciencia y tecnología.