Regreso a Decepción
Un grupo de investigadoras e investigadores argentinos retomó, después de más de una década, el trabajo científico en la isla Decepción. En realidad, no se trata de una isla sino de la corona de un volcán activo que nace en el fondo del mar y del que emergen los últimos quinientos metros. El equipo llevó adelante una serie de estudios geológicos con el objetivo de conocer mejor el comportamiento del volcán.
Allá por noviembre de 1820, el capitán ballenero estadounidense Nathan Palmer, mientras viajaba por los mares antárticos hacia las Islas Malvinas, se encontró con lo que aparentemente era una isla y decidió explorarla. Al acercarse, se dio cuenta de que, en verdad, no era una isla sino el anillo de tierra correspondiente a la corona de un volcán y cuya caldera estaba totalmente inundada. De allí que decidió llamarla “Deception” palabra que en inglés significa “engaño”. Sin embargo, una desafortunada traducción al castellano selló su nombre para siempre con una palabra dolorosa: “Decepción”.
Sin embargo, a pesar de sus particularidades, esta “isla” no decepcionó a nadie. Al contrario, tiene una forma de herradura con un diámetro máximo de 15 km y cuenta con un estrecho canal, de unos 150 metros de ancho, por donde los barcos pueden ingresar a su caldera interior y protegerse durante las tormentas. Además, las crestas de los montes que la circundan la protegen de los vientos dominantes, lo que genera un microclima que suaviza sus temperaturas manteniendo su interior algunos grados por encima del promedio en estas latitudes.
Este conjunto de características hizo que la isla rápidamente se convirtiera en un centro importante de la industria ballenera y foquera de la época. La caza de focas fue tan intensa que en pocos años llevó prácticamente a la extinción de los lobos marinos en la zona. “Todavía se pueden ver las ruinas de las factorías de los balleneros. En la isla se llegaron a instalar familias. Había hasta un cementerio, pero todo se fue viniendo abajo con el cambio de las condiciones económicas y por la actividad del volcán”, relata la doctora en Geología Clara Lamberti, una de las investigadoras que viajó recientemente a la isla.
A partir de estudios que miden las variaciones de los gases volcánicos, el grupo busca establecer una línea de base para identificar señales precursoras de una futura erupción.
En concreto, Decepción es una isla volcánica que emerge entre el archipiélago de las Shetland de Sur y el noroeste de la Península Antártica, en un estrecho que se conoce como Mar de la Flota (o estrecho de Bransfield). Forma parte de una cadena volcánica que nace en el fondo marino antártico, e incluye una decena de volcanes de los cuales tres emergieron en forma de islas (Decepción, Bridgeman y Pingüino) y el resto permanece sumergido. Además, el volcán de Decepción es el único del que existe registro histórico de erupciones.
Historia argentina
La isla Decepción forma parte del Sector Antártico Argentino. En 1948 se levantó allí una base permanente, que luego se complementó con otras dos, Carlini y Cámara, ubicadas en otras islas del archipiélago. En la década del 60, también Chile y Reino Unido contaban con bases en Decepción pero las violentas erupciones de 1967 y 1969 las destruyeron y ambos países abandonaron el lugar.
A partir de 1967 la Base Decepción dejó de ser permanente y se convirtió en una base de verano dedicada, sobre todo, a realizar estudios de volcanología. A su vez, a fines de los años 80, España instaló una base propia donde lleva a cabo un monitoreo sismológico, entre otros estudios.
“La última vez que viajaron geólogos argentinos a Decepción creo que fue en el 2007 -recuerda Lamberti-. Después no pudimos volver por varios años. A partir de 2017 empezamos a ver la posibilidad de retomar estos viajes, importantes desde el punto de vista científico pero también por una cuestión de afirmación de la soberanía. En 2021 teníamos todo listo pero la pandemia lo impidió. Finalmente este verano pudimos concretarlo”.
“La temperatura media rondó los cero grados durante nuestra estadía y siempre estaba nublado, casi nunca veíamos el cielo. Cuando aparecía con todo su color, me emocionaba”, rememora Lamberti.
Y así fue que partieron hacia el extremo sur del mundo un equipo integrado por Mariano Agusto, Clara Lamberti, Pablo Forte, Lucas Guerriero y Adriana Ariza Pardo (investigadora invitada de Colombia), todos integrantes del Grupo de Estudio y Seguimiento de Volcanes Activos del IDEAN (UBA – CONICET) para llevar a cabo un proyecto desarrollado junto con el Instituto Antártico Argentino y que contó con el apoyo logístico de las fuerzas del Comando Conjunto Antártico.
La expedición llegó a la isla en los últimos días de enero y la campaña se extendió por 45 días hasta el 13 de marzo. Claro que regresar a una base que había permanecido cerrada durante tanto tiempo no anticipaba una estadía cómoda. “La verdad es que nosotros llegamos un mes después que la dotación militar y ellos ya habían hecho los primeros trabajos así que no fue tan duro. Pero igual hacía frío en la base”, reconoce Lamberti y luego se refiere a las condiciones climáticas que tuvieron que enfrentar: “La temperatura media rondó los cero grados durante nuestra estadía. Creo que la máxima, algún día, llegó a tres grados. Pero había muchísimo, pero muchísimo viento, lo que bajaba mucho la sensación térmica. Y siempre estaba nublado, casi nunca veíamos el cielo. Cuando aparecía con todo su color, me emocionaba”, rememora.
Desde el punto de vista del terreno, las características tan particulares de la isla hacen que sea el único lugar de la Antártida donde el color blanco no domina el paisaje porque la nieve y el hielo están cubiertos de ceniza. “Si bien, obviamente, en las alturas hay glaciares, la mayor parte de la isla está cubierta por material volcánico, cenizas, piedritas. Tuvimos algunas nevadas que hicieron que por un momento toda la isla fuera completamente blanca, pero una vez derretida la nieve vuelve a ser casi completamente gris. Incluso algunos glaciares están tapados por el material volcánica y son medio terrosos. Es una vista muy singular”, describe Lamberti.
De casa a la oficina
Una vez instalados, el equipo comenzó a desplegar sus investigaciones que, si bien abarcan diversos aspectos de la volcanología en general, se concentran en el estudio geoquímico de los gases volcánicos, de sus emisiones fumarólicas y de sus aguas termales. Con ese propósito, la rutina diaria consistía -si el clima lo permitía- en salir después de un buen desayuno hacia distintos sitios de interés, caminando o transportados por personal de la marina en un bote Zodiac. En el lugar se instalan equipos, se toman muestras, se realizan mediciones. Al finalizar el día se vuelve a la base para organizar las muestras y pasar los datos a la computadora.
A partir de este tipo de estudios, que miden las variaciones de composición, flujo y temperatura de los gases volcánicos, el grupo obtiene mucha información sobre las características internas del volcán y el funcionamiento del sistema, con la cual buscan establecer una línea de base que permita construir un patrón de comportamiento del volcán, fundamental para la identificación de señales precursoras de una futura reactivación. “Queremos construir una línea de base para darnos cuenta de que, si un día esos parámetros cambian drásticamente, nos pueden estar anticipando una posible erupción. La técnica más fuerte de monitoreo es la sísmica. Pero la química es una muy buena compañera de la sismología volcánica”, explica Lamberti.
“Queremos regresar el año que viene. Queremos volver a poner en funcionamiento el Observatorio Volcánologico Decepción. Decepción es un lugar extraordinario. Una isla para hacer ciencia”.
Dado que se trata de un volcán que tuvo fuertes erupciones en el pasado reciente, el equipo de investigación sabe que trabajar en la isla implica cierto riesgo y es necesario contar con un plan de evacuación ante cualquier eventualidad. “En la isla contamos con información sismológica de la base española y, si los datos indican algún riesgo, sabemos que, emitiendo un alerta en uno o dos días podemos ser evacuados. Hay varios barcos haciendo logística y patrullaje en la zona como el Bahía Agradable o el rompehielos Irízar que nos vendrían a buscar”. De todas maneras es una situación que nadie querría experimentar… ¿O sí? “Mejor, no. Aunque confieso que nosotros un poco queremos una erupción, chiquita, que no le complique la vida a nadie, pero desde el punto de vista de la volcanología sería una situación apasionante”, comenta Lamberti con algo de humor pero también de temeridad.
Mirando hacia el futuro próximo, la científica adelanta que Argentina está evaluando la posibilidad de volver a convertir en permanente la Base Decepción y que el Observatorio Argentino de Vigilancia Volcánica del SEGEMAR tiene planeado instalar una red sismológica en la isla para sumarla al conjunto de volcanes continentales que se están monitoreando en la actualidad.
Por otro lado, el grupo volvió de la campaña con un enorme entusiasmo y con un cúmulo de nuevas ideas para seguir investigando. “Desde ya queremos regresar el año que viene -asegura Lamberti-. Queremos volver a poner en funcionamiento el Observatorio Volcánologico Decepción, creado en 1993. Queremos seguir haciendo investigaciones geoquímicas pero sabemos que la isla puede ser de enorme interés para investigadores de cualquier otro campo dentro de la geología y también para otras ciencias, como la biología, ya que la isla posee una flora muy particular y también aves marinas. Allí está la colonia de pingüinos de barbijo más grande del mundo. En Decepción hay todavía mucho por recorrer, muchísimo por ver y mucho por hacer.” Y completa: “Decepción es un lugar extraordinario. Una isla para hacer ciencia”.