En línea con Argentina
Diego Laderach se recibió de bioquímico en la Universidad Nacional de Córdoba. Las circunstancias lo impulsaron a viajar al exterior. Se doctoró en Francia y trabajó en Estados Unidos. Luego de 14 años decidió regresar. Ya instalado en la Facultad, describe su experiencia en esos países y subraya que Argentina le dio la posibilidad de desarrollar una línea de trabajo propia.
– ¿Cómo empezó tu carrera?
– Yo soy entrerriano y me recibí de bioquímico enla UniversidadNacionalde Córdoba en el año 91. En esa época estaba muy difícil obtener becas para hacer un doctorado en Argentina pero logré financiamiento para ir a Francia, al Hospital Necker en París. Todo fue muy complejo, porque yo no hablaba francés y eso me complicaba mucho la vida cotidiana. En el laboratorio no tanto porque se usa mucho el inglés. No fue fácil al principio. A pesar de todo, en el 95 ya había terminado mi tesis. En ese momento partí hacia los Estados Unidos, ala Wayne StateUniversity, en Detroit, para trabajar en células dendríticas.
– Cuando finalizaste tu tesis, ¿evaluaste la posibilidad de volver?
– Yo siempre tuve la idea de volver. De hecho, mi beca era con obligación de retorno. El problema era que, en esos años, la situación de la ciencia en Argentina no era muy propicia. Entonces, yo iba dilantando el regreso.
– ¿Cuánto tiempo te quedaste en Detroit?
– Dos años. Después volví a Francia. Trabajé en distintos lugares y finalmente retorné al Hospital Necker, adonde estuve cuatro años antes de regresar al país.
– Luego de haber trabajado en Francia y en Estados Unidos, ¿cómo caracterizarías los sistemas científicos de ambos países?
– Yo creo que el sistema argentino es mucho más parecido al sistema europeo, en el cual el Estado a través de distintos organismos se involucra de una manera muy activa en su financiamiento. Eso en Francia es muy similar. En cambio, en Estados Unidos, si bien hay fondos públicos, todo va a depender de la recaudación que obtenga el investigador que dirige cada laboratorio. Vos hoy podés tener mucho dinero, pero si las cosas no salen como se esperaba, al año siguiente te podés quedar sin fondos. Uno observa que hay laboratorios que crecen muy rápido y otros que, de un día a otro, desaparecen. En Argentina y en Francia eso es poco habitual y son procesos mucho más lentos.
– ¿Y en relación con el trabajo diario?
– A nivel de intensidad de trabajo yo no tuve experiencias en lugares en los que se dice que se trabaja muchísimo. Lo que sí me llamó la atención en Estados Unidos es que era muy raro encontrar jóvenes estadounidenses trabajando en ciencia. Uno se paseaba por los laboratorios y veía gran mayoría de inmigrantes. Por supuesto, el jefe siempre es estadounidense. Pero las generaciones jóvenes no parecen interesadas en hacer ciencia.
– Luego de 14 años en el exterior, ¿qué te llevó a decidir la vuelta?
– El tema es que llega un momento en el cual uno quiere empezar un proyecto a largo plazo, establecer una línea de trabajo propia, formar recursos humanos. Y eso no era posible a partir de los contratos renovables con los cuales yo trabajaba en Francia. En cambio, en Argentina, ingresando al Conicet, yo podía empezar a concretarlo.
– ¿Cómo fuiste armando la arquitectura de tu regreso?
– Hacia el 2005 comencé a hacer un testeo de laboratorios porque es muy difícil volver sin un lugar en donde instalarte. En este caso yo regresé en el marco de un laboratorio dirigido por Gabriel Rabinovich, a quien conozco desde la época universitaria, que está en el IBYME y también tiene un grupo estable enla Facultadal cual me incorporé.
– ¿Cómo te fue con el Conicet?
– El ingreso a carrera yo lo pedí desde el exterior, alternativa que facilita mucho las cosas. El ingreso, a su vez, me abrió las puertas para solicitar una beca para financiarme hasta que mi cargo fuera oficialmente aceptado y pudiera empezar a cobrar. También me cubrió el pasaje de regreso, la mudanza y creo que también tuvo algún monto pequeño para gastos de instalación.
– ¿Influyeron los cambios que tuvo el sistema científico argentino en tu decisión de volver?
– Cuando me fui estaba cerrado el ingreso a Conicet. Ahí ya se puede observar una diferencia importante. Y en los últimos años, la creación del Ministerio de Ciencia, marca la decisión de darle un lugar de importancia a la ciencia. Hay más financiamiento para trabajar, quizás no son los mismos recursos que puede tener un estadounidense o un francés, pero ha crecido bastante.
– Después de tantos años afuera, ¿te adaptaste rápido a tu regreso?
– Cuesta un poco. Yo me había acostumbrado a una manera de trabajar en la que se pensaba más a largo plazo. Acá pensamos mucho en el presente. Entonces, se descompone un aparato, y quizás lo solucionamos de manera provisoria, pero mañana lo tenemos que reparar de vuelta y pasado otra vez, mientras que, si desde un principio le destinamos un poco más de dinero y lo hacemos durar tres años, muchos de esos gastos se evitarían. Es un problema de mentalidad. Pero, por otro lado, creo que las facultades argentinas forman recursos de muy alto nivel con los cuales se puede trabajar muy bien y hacer avanzar los proyectos científicos.
– ¿Estás conforme con tu regreso?
– Estoy conforme. Si bien en el laboratorio arrancamos sin tener nada, Gabriel (Rabinovich) nos ayudó muchísimo a encontrar dinero y, de a poquito, nos vamos equipando. Trabajar a partir de una estructura nueva es una restricción pero también es un desafío, y estoy contento de haberlo encarado.