El ADN de la verdad
En una charla que se llevó a cabo en el Aula Magna del Pabellón II, cuatro panelistas de perfiles diferentes expresaron sus distintos puntos de vista acerca de la importancia que tuvo la ciencia en general, y la genética en particular, en la recuperación de la identidad de los chicos desaparecidos buscados desde hace más de tres décadas por la Abuelas de Plaza de Mayo.
“Por entonces buscábamos mirando las caritas. Más de una vez yo misma he seguido mujeres que llevaban en brazos a un bebé que se parecía a uno de mis hijos (…) O si no, íbamos a la Casa Cuna a ver a los chiquitos como si eso nos fuera a ayudar en algo. Pero no teníamos otro argumento, ni natural ni científico. Era decir ´tiene que estar acá´”. El testimonio de Estela Carlotto revela la oscuridad en la cual hacia fines de los años 70 se desarrollaba la búsqueda de las Abuelas de Plaza de Mayo.
Sin embargo, una mañana de 1979, la noticia sobre un caso de filiación en el cual la Justicia había sometido a un examen de sangre a un hombre para determinar si era el padre de una criatura, les disparó una idea: ¿Podría la genética ayudar a identificar a sus nietos? Y más aún, dado que los padres estaban desaparecidos la mayoría de las veces, ¿serviría la sangre de las abuelas? Para contar todo lo que ocurrió entre las Abuelas y la genética, desde que se planteó este interrogante hasta la actualidad, la agrupación estudiantil Flor de Ceibo organizó un encuentro con integrantes o colaboradores de esta asociación, que tuvo lugar el jueves pasado en al Aula Magna del Pabellón II.
Participaron de la charla Víctor Penchaszadeh, médico, miembro del Panel de Expertos en Genética Humana de la OMS, profesor de la Universidad de Columbia en Nueva York, asesor en Genética e Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo; Diego Golombek, doctor en biología, investigador del Conicet; Alan Iud, coordinador del equipo jurídico de Abuelas; y Pedro Nadal, nieto recuperado.
Ciencia a demanda
Golombek comenzó su intervención recordando que en 1979 las Abuelas leyeron una noticia, bastante novedosa para la época, acerca de un caso de filiación en el que se utilizó un examen de sangre para determinar la identidad de un chico. “Las Abuelas, que ya estaban en la misma búsqueda de ahora, se preguntaron: ¿y si los padres no están, qué pasa?”. A partir de allí, comenzaron a recorrer laboratorios preguntándoles a los científicos si se podía hacer algo con eso. Y la mayoría respondió que no se podía hacer nada. “Afortunadamente, algunos investigadores dijeron: ‘No sabemos, vamos a ver’”, señaló el biólogo. Y agregó, “uno de ellos fue Víctor Penchazsadeh, que además las conectó con otros investigadores y entre todos se dispusieron a hacer algo”.
Luego de mucho trabajo desarrollaron un dispositivo absolutamente novedoso que se llamó Índice de Abuelidad. Para Golombek se trata de extraordinario ejemplo de cómo un hallazgo científico surge a partir de una demanda social. “Muy pocas veces viene la sociedad a pedirnos que hagamos tal o cual cosa porque, en general, no tienen idea de lo que hacemos o de qué podemos ofrecerles. Fue una genialidad de Abuelas haber pensado ´¿y si los científicos nos pueden ayudar?´. Me parece muy destacable que nos hayan venido a buscar y que hayan insistido en sacar lo mejor de los científicos y lo mejor de la genética”, subrayó.
Asimismo, Golombek consideró que es bastante raro que la sociedad se dirija a los científicos para pedirles algo y que ello se debe a que no hay puentes que conecten lo que se hace en los laboratorios con la realidad social. Por eso remarcó la actitud de los investigadores que no contestaron con una rotunda negativa sino que pidieron tiempo para pensarlo. “Lo maravilloso es que el final de esta historia es tremendamente feliz, con más de 100 nietos recuperados”.
“Las abuelas provocaron un avance en genética forense y en genética humana que no hubiera existido. Lo que han hecho avanzar a la ciencia estas mujeres es impresionante. Me parece que vale la pena que nos detengamos a pensar, como científicos, todo lo que les debemos”, cerró Golombek en medio de un cerrado aplauso.
Genes de los cuatro abuelos
El segundo orador fue Víctor Penchaszadeh, quien rememoró el encuentro que tuvo en 1982 en Nueva York -lugar en el cual se encontraba exiliado- con Estela Carlotto y Chicha Mariani, por entonces presidenta y vice de Abuelas. “Allí comenzó todo”.
Para el investigador, “visto retrospectivamente, resulta insólito que hubiera científicos que dijeran que no se podía hacer nada, porque, en última instancia, ningún nieto recibe genes de otro lado que no sea de sus cuatro abuelos. Es decir, que todo marcador genético de un individuo tiene que estar en sus cuatro abuelos”.
Luego de un arduo trabajo del que participaron genetistas y matemáticos, surgió el famoso Índice de Abuelidad “que en realidad es una formulación estadística que hoy en día esta casi perimida simplemente porque apareció el ADN con todo su poderío identificatorio”, afirmó.
Penchaszadeh se preguntó, entonces, cómo elegir los marcadores adecuados para identificar a una persona entre los tres mil millones de nucleótidos que tiene el ADN humano. Explicó que actualmente los expertos ya tienen el método absolutamente estandarizado y que se utilizan de trece a quince marcadores ultravariables. “El principal requisito es que tengan gran variabilidad en la población si no, no serviría para la identificación porque muchos de nosotros los tendríamos. En cambio al tomar marcadores que tienen cientos de alelos posibles y multiplicarlos por los trece o quince que se utilizan, surge la probabilidad en un millón de que pueda intervenir el azar en una identificación genética. Esto permite, hoy en día, una identificación prácticamente sin espacio para la duda, porque ese 99,99% más todos los datos circunstanciales hacen que la identificación sea pan comido desde el punto de vista técnico”.
El científico sostuvo que, en la actualidad, los aspectos éticos, sociales y jurídicos de esta problemática son los más complejos. En ese sentido tomó como ejemplo el debate en torno a si las pruebas genéticas deben ser voluntarias o no. “Yo soy un convencido del libre albedrío y de la autonomía individual pero también soy un convencido, y esto lo establece la legislación internacional, del deber de los Estados de investigar los delitos de lesa humanidad. Si ello implica conseguir el ADN de una persona que está un poco remisa, bueno, para eso esta la ley y para eso vivimos en un Estado de Derecho”, aseguró.
La ciencia de superar los obstáculos
Alan Iud relató que, a lo largo de los años, numerosos abogados, fiscales y jueces han puesto todo tipo de obstáculos para evitar que se pueda dilucidar la identidad de una persona y para evitar que las Abuelas y los familiares logren reencontrarse con sus seres queridos desaparecidos. “Muchas veces la ciencia nos ha ayudado a superar esas barreras”, indicó.
Así, en el año 2003, la Corte Suprema (todavía formada por la mayoría automática menemista) dispuso que una persona no podía ser sometida a una extracción de sangre contra su voluntad para realizar posteriormente un análisis de ADN. En ese momento, Abuelas comenzó a utilizar un método que ya había sido desarrollado por la ciencia pero que todavía no se aplicaba y que le permitió seguir avanzando en su búsqueda: la obtención de material genético a partir de objetos personales que se recababan en los domicilios de los presuntos nietos apropiados. “Luego de un tiempo empezamos a ver cosas raras, como cepillos de dientes con perfiles genéticos de cinco o seis personas. En fin, empezaron a contaminar de diferentes formas esos objetos. Esto obligó a implementar nuevas estrategias que consistían en pedirles a estas personas, durante los allanamientos, que entreguen también las prendas íntimas que estaban usando”, cuenta Iud.
En el año 2009, la Corte Suprema reconoció la constitucionalidad de este tipo de procedimientos alternativos para obtener material genético cuando una persona se niega a entregarlo voluntariamente. “El problema surge cuando uno no puede obtener muestras de ADN ni siquiera a través de estos métodos alternativos. La posición de Abuelas -y creemos que la posición de la Corte Suprema también- es que el procedimiento que reconoce la ley en estos casos es la obtención de una muestra de sangre, saliva, o pelo, piel, aun contra la voluntad de las personas”, sostiene el abogado con firmeza.
De todas maneras, Iud afirmó que la principal demanda que actualmente las Abuelas le hacen a los científicos es que desarrollen algún otro tipo de procedimiento menos intrusivo que el allanamiento o el pinchazo para obtener sangre y que sea igualmente eficaz para conseguir el material genético de una persona. “Les dejo la inquietud. Para nosotros, los abogados que trabajamos en este tipo de causas, resulta fundamental tener el aporte de la ciencia para superar los obstáculos que aparecen para frenar los avances en este tipo de procesos”.
Nada de culpa
Pedro Nadal se presentó como el nieto recuperado 79 e indicó que recuperó su identidad en el año 2004. “Gracias al aporte de personas como Alan y de científicos que escucharon en su momento a quienes pidieron una solución para este problema, es que yo estoy hoy acá. El esfuerzo realizado durante tanto tiempo, tanto en lo jurídico como en lo científico, es lo que permite que sigan recuperando su identidad muchos de quiénes todavía no saben quienes son”.
Pedro relató que fue secuestrado cuando tenía nueve meses, que su mamá está desaparecida y que su papá vive en el exterior desde 1979. Cuenta, también, que las Abuelas lo buscaron desde 1984 pero que hasta el 2004 cada vez que se acercaban a él surgía algo que desviaba la pesquisa. “Fue como un trabajo de obstrucción constante. Burlar las citaciones, llevar a alguien que no era yo a hacer la extracción de sangre. Por suerte, cuando la Justicia finalmente me ubicó, acepté voluntariamente la extracción de sangre”.
Por otro lado, Pedro manifestó que en el panel tendría que haber participado también algún psicólogo “para que explicara qué nos pasa interiormente a todos quienes fuimos apropiados y cómo impacta en nosotros la situación en la que nos dicen: ‘podés ser hijo de desaparecidos’. En ese momento se te derrumba toda la vida que construiste hasta ese momento. Y dudás de todo”.
Pedro también sostuvo que del lado de los represores todos actúan como si hubieran leído un “manual del buen apropiador”, porque “cuando compartimos con otros nietos nuestras experiencias nos encontramos con que a todos nos educaron con culpa, con un sentimiento de deuda hacia ellos tan fuerte que nos sentimos culpables por permitir que nos extraigan la sangre para exigir el derecho a la identidad”. Y añadió, “no me extraña que hoy en día haya personas que duden sobre su identidad y esperan a que se mueran sus apropiadores para poder dar ese paso”.
Por todo esto, Pedro aprovechó la ocasión para realizar una exhortación a todas aquellas personas que están dudando día sobre su identidad. “Sepan que no son culpables de nada. Que no son victimarios sino víctimas. Que por dar una muestra de ADN no son responsables de que sus padres de crianza vayan presos. No le deben nada a nadie, simplemente somos personas y tenemos derechos”.