Desnutrición materna

Estados alterados

Un estudio llevado a cabo en ratones, señala que las madres desnutridas muestran ciertos signos de depresión y están más ansiosas que aquellas que reciben las proteínas necesarias para una buena alimentación. Pero esta carencia, no solo las afecta a ellas, sino que las consecuencias se transmiten a sus crías, a las que les costará más lidiar con el estrés a lo largo de su vida.

27 Ago 2024 POR

Comer mal lleva a vivir peor. Las consecuencias no sólo se sufren en el presente, sino que continúan en el futuro. Un impacto que no sólo afecta a las madres malnutridas, que se ven más alteradas y más descuidadas, en relación con pares mejor alimentadas; sino también a sus hijas, quienes tendrán menos herramientas para enfrentar el estrés en sus vidas. A esa conclusión llegaron investigaciones realizadas en ratones en Exactas UBA.

“Quisimos estudiar cómo las adversidades tempranas afectan el funcionamiento del cerebro a lo largo de toda la vida. Este trabajo en particular, se hizo en un modelo de malnutrición donde se le da al ratón una dieta reducida en proteínas, que es, en general, uno de sus componentes más caros, y observamos cómo afecta esa situación a las madres y a sus crías”, describe la doctora en biología, Mariela Chertoff del Laboratorio de Neuroepigenética y Adversidades Tempranas, del Departamento de Química Biológica, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.

A los animales, durante la preñez y lactancia, se les dio menos de la mitad –el 40 por ciento– de los nutrientes proteicos que requiere una alimentación equilibrada. Y las respuestas se hicieron sentir. “Las madres están más estresadas y cuidan menos a sus crías. Están más ansiosas y tienen algunos parámetros de depresión equivalentes a la humana. En sus crías, también cambia su respuesta al estrés que está aumentada; y cuando son adultas, son también más ansiosas y presentan problemas de memoria”, señala Chertoff y agrega: “Cuando terminan la lactancia, que es la etapa equivalente a la adolescencia humana, observamos que la respuesta al estrés está alterada. Tienen un aumento de los corticoides, que son las moléculas del estrés”.

A los animales, durante la preñez y lactancia, se les dio menos de la mitad -el 40 por ciento- de los nutrientes proteicos que requiere una alimentación equilibrada.

El equipo de investigación centró la mirada en un aspecto poco estudiado hasta el momento. “Focalizamos el trabajo en las crías hembras que son las que están más asociadas a tener problemas emotivos y emocionales. Además, son de las que menos información hay porque históricamente siempre se publicaron trabajos en las crías machos”, indica Chertoff, del Instituto de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (IQUIBICEN, UBA – CONICET).

Cambios a la vista

Alimentarse con pocas proteínas les sienta mal y las predispone peor. “Ya sabíamos –compara– por trabajos anteriores que no eran tan buenas madres cuando están desnutridas”. Uno de los parámetros que se observan en el laboratorio, es el tiempo que dedican a amamantar y en qué posición lo hacen “durante la primera semana de vida, que es la más importante de la lactancia”, remarca.

(De izq. a der.) Sentadas: Mariela Chertoff y Erika Georgieff. De pie: Eduardo Cánepa y Bruno Berardino. Foto: Diana Martinez Llaser.

¿Qué les pasaba a esas madres malnutridas? “Pasan menos tiempo en el nido y le dedican menos atención. La posición que adoptan para cuidar a las crías no es la de cubrirlas para mantenerlas calentitas, sino que están recostadas, protegiéndolas menos; y si las crías van, las amamantan, pero no es tan activo el cuidado como ocurre con una madre con una dieta normal”, indica.

El equipo focalizó el trabajo en las crías hembras que son las que están más asociadas a tener problemas emotivos y emocionales.

No eran las de antes. El acicalado para mantenerse limpias o la conducta exploratoria no se presentaba con la frecuencia que ocurría en los animales con una alimentación adecuada en proteínas. “Dejaban de hacer cosas que les producían placer. Evaluamos la anhedonia, o sea el desgano o pérdida de interés por aquellas cosas que antes hacían porque les resultaban estímulos placenteros”, grafica Chertoff.

En este sentido, el trabajo publicado en Hormones and Behavior es preciso: “Hemos observado que una dieta baja en proteínas durante el embarazo y la lactancia conduce a un comportamiento similar a la ansiedad y a la anhedonia en las madres. La desnutrición proteica durante el período perinatal retrasa el desarrollo físico y neurológico de las crías hembras”.

Siempre alertas

¿Por qué ocurren estos cambios en madres e hijas con problemas de nutrición? “En el sistema nervioso central, las moléculas que silencian la respuesta al estrés están disminuidas, entonces, el circuito está funcionando permanentemente”, responde Chertoff.

La desnutrición proteica durante el período perinatal retrasa el desarrollo físico y neurológico de las crías hembras.

En otras palabras, la especialista grafica que “la respuesta al estrés sigue prendida todo el tiempo. No se apaga. Está siempre en alerta máxima, por lo tanto, no puede responder al estrés de una forma que llamaríamos normal y natural”.

En este sentido, la bióloga Erika Georgieff, segunda autora del paper, subraya la importancia del trabajo “porque mediante el estrés permite ver los cambios que ocurren en el organismo y que esas modificaciones pueden ser transmitidas a las generaciones siguientes”.

Pero, no todo está perdido. Las consecuencias no son definitivas y pueden modificarse. Y así ocurrió cuando a estos animales malnutridos, luego del destete, fueron colocados en un ambiente enriquecido, con una estimulación social y sensorial adecuada. “Ahí lo que vimos en trabajos anteriores es que, a nivel conducta, el animal mejora de manera considerable. Bajan los niveles de ansiedad y de depresión. Ahora, lo que queremos saber es qué está pasando a nivel molecular,”, concluyen.

 

El equipo

Carolina D. Alberca, Erika I. Georgieff, Bruno G. Berardino, Nadina M. Ferroni, Estefanía A. Fesser, Verónica I. Cantarelli, Marina F. Ponzio, Eduardo T. Cánepa y Mariela Chertoff son los autores del trabajo «Perinatal protein malnutrition alters maternal behavior and leads to maladaptive stress response, neurodevelopmental delay and disruption on DNA methylation machinery in female mice offspring» publicado en Hormones and Behavior, y forman parte de las siguientes instituciones: Laboratorio de Neuroepigenética y Adversidades Tempranas, Departamento de Química Biológica, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Universidad de Buenos Aires; el Instituto de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (IQUIBICEN UBA-CONICET), y el Instituto de Fisiología, Facultad de Ciencias Médicas, Universidad Nacional de Córdoba, e Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Salud (INICSA, CONICET-UNC), Córdoba.