El cóndor pasa. Y mata
Escuchando la voz de los pobladores de las yungas argentinas, un equipo interdisciplinario de científicas y científicos busca identificar los conflictos entre humanos y animales que ponen en peligro la supervivencia de especies amenazadas.
“Los cóndores predan el ganado”, dicen los lugareños. Hace rato que lo explican. Décadas. Pero la ciencia no los escuchaba: no es un predador, dicen los académicos; insisten con que es un ave carroñera.
“Cada vez hay más reportes, incluso a nivel científico, que señalan al cóndor como un predador” revela la investigadora del CONICET María Eugenia Suárez, responsable del Grupo de Etnobiología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. “Es bastante brutal la manera en la que efectúan la predación: a los terneros les pican el ano hasta que empiezan a desangrarse. Cuando mueren, los consumen”.
Suárez es parte del equipo que participó en una investigación en las provincias de Salta y Jujuy para evaluar si había conflictos entre los humanos y los animales que pusieran en riesgo la conservación de especies amenazadas. Fueron a las yungas, regiones de bosque y selva que se extienden a lo largo del borde oriental de la cordillera de los Andes.
Originalmente, el estudio estaba enfocado en el águila poma, una especie que está en peligro de extinción, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). “A medida que avanzaba nuestra investigación, fuimos extendiendo el estudio a otras aves rapaces, porque pensamos que podía haber conflictos con muchas de ellas”.
Mediante entrevistas semiestructuradas que relevan características sociodemográficas de los pobladores, sus percepciones y actitudes con las aves rapaces y sus conflictos con la fauna silvestre, los investigadores conversaron con 115 pobladores de 21 sitios diferentes, dispersos en un área de varias decenas de miles de kilómetros cuadrados.
Conflictos
El análisis de las respuestas mostró que, aunque en general no hay conflictos, los habitantes de las yungas se sienten afectados por la acción de algunos predadores en particular, porque les matan las aves de corral, los corderos, los chanchitos y los terneros.
Los lugareños señalaron a varias aves rapaces y, también, a algunos felinos como los responsables. “De todas las especies que les generan algún conflicto, el cóndor y el puma fueron consideradas por los pobladores como las más conflictivas, porque depredan ganado mayor”.
El puma no es una especie en peligro. Pero el cóndor sí: integra la lista roja de especies amenazadas que confecciona la UICN. “Vimos que hay distintos tipos de actitudes que toma la gente con los cóndores y otras especies conflictivas: desde no hacer nada al respecto hasta ahuyentarlos o matarlos”.
Según la investigadora, hay un número creciente de envenenamientos de cóndores en masa efectuados por algunos pobladores en distintas regiones del país: “Esto es un problema para su conservación, por lo cual es necesario abordar este conflicto humano-animal de manera integral”.
En ese sentido, este estudio inicial permitió asociar lo que está sucediendo con algunos cambios socioculturales ocurridos durante las últimas décadas, que llevaron a muchos habitantes de las yungas a expresar cierto conflicto con los cóndores y la fauna silvestre por proteger su hacienda: “Para mucha gente, la cría de animales se convirtió en una actividad secundaria, porque ahora tiene un empleo, o porque realiza otro trabajo y heredó el campo. Este fenómeno dejó de lado una práctica ancestral del noroeste argentino, la trashumancia, que consistía en acompañar al ganado por senderos que ya son históricos. Ese acompañamiento, daba oportunidad a los pobladores de espantar a las aves rapaces y otros predadores que se acercaban a su hacienda. Ahora, el ganado queda solo mucho tiempo y el cóndor aprovecha”.
Suárez explica que los crecientes ataques del cóndor al ganado están relacionados con la expansión territorial humana, que redujo el hábitat nativo del ave dificultándole la posibilidad de encontrar alimento. “Hay un conflicto territorial que afecta tanto al cóndor como a los pobladores locales”.
La investigadora destaca la importancia de que las acciones tendientes a la conservación de la biodiversidad tomen en cuenta la perspectiva de los actores locales. “Los investigadores y los conservacionistas todavía asumen que esta especie es un carroñero obligado y, por lo tanto, no logran manejar el problema y comprometer a los pobladores locales en las prácticas de la conservación”, señala en uno de sus párrafos el estudio publicado por María Eugenia Suárez, Amira Salom, Cecilia Destefano, Joaquín Cereghetti, Félix Vargas y Juan Manuel Grande en la revista científica Animals.
“Tenemos que trabajar interdisciplinariamente y codo a codo con los pobladores locales, tratar de escucharlos para entender su perspectiva. Tenemos que poder hacer conservación de la biodiversidad y, también, contemplar la conservación biocultural”, finaliza Suárez.