Comportamiento animal

Pelear sin lastimarse

Un estudio efectuado en peces demostró que, a través del alimento, se puede disminuir la agresividad de los machos que pelean por el territorio. Es la primera vez que se hacen estos experimentos en peces adultos. Los resultados de la investigación tienen particular relevancia para la cría comercial de especies comestibles y ornamentales.

28 Nov 2019 POR
Cuando dos machos se encuentran por primera vez, se miden. Se evalúan durante un tiempo. Después, se desarrolla el “conflicto”: orinan, se dan golpes de cola, golpes de cabeza, se agarran de la boca. Foto: Felipe Alonso.

Cuando dos machos se encuentran por primera vez, se miden. Se evalúan durante un tiempo. Después, se desarrolla el “conflicto”: orinan, se dan golpes de cola, golpes de cabeza, se agarran de la boca. Foto: Felipe Alonso.

Conocido popularmente como “chanchita”, Cichlasoma dimerus es un pez que habita en las cuencas de los ríos Paraná y Uruguay. Suele vivir en aguas poco profundas, con poco espacio, “amontonado” en grupos grandes. Esas condiciones de “hacinamiento” resultan en una fuerte competencia entre los machos por el acceso a los recursos y a las hembras, lo que se traduce en un comportamiento muy agresivo.

Para sostener la convivencia, las chanchitas tienen una organización social jerárquica conformada por un macho dominante –el único que puede aparearse- y una escala descendente de subordinados.

Para definir su posición en esa “escalera” social, los machos pelean. Y basta una única contienda para resolver el conflicto: el derrotado se somete para siempre al vencedor y nunca más lo desafiará. Tal vez, más adelante, probará su fuerza ante otros congéneres hasta, finalmente, encontrar su lugar en la escala social.

La pelea incluye golpes y mordidas que pueden provocar daños físicos, estrés, infecciones y pérdida de peso. Estos efectos son particularmente indeseables para quienes se dedican a la cría comercial de peces, tanto de especies comestibles como ornamentales.

Agresividad y estrés

En el Laboratorio de Neuroendocrinología y Comportamiento (LNC) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA utilizan desde hace muchos años a la chanchita como modelo experimental. Una de sus líneas de investigación está dirigida a disminuir la agresividad y el estrés.

En ese camino, en el año 2015 demostraron que, mediante una dieta especial, se pueden disminuir los niveles de estrés. En aquel estudio, adicionaron a la comida de los peces un aminoácido, el triptofano, con el que el organismo fabrica la serotonina.

“La serotonina es un neuromodulador muy importante en la conducta, está relacionada con un montón de funciones, pero fundamentalmente en los animales genera una sensación de bienestar, disminuyendo en parte la agresividad”, explica Matías Pandolfi, investigador del CONICET y director del LNC.

El estudio publicado en 2015 analizó parámetros morfológicos y bioquímicos y mostró que la dieta suplementada con triptofano aumenta la cantidad de serotonina en el cerebro y reduce el cortisol en la sangre –una hormona que refleja el grado de estrés-, sin alterar el peso y el tamaño del animal, ni los niveles de hormonas sexuales.

Entonces, quisieron ver qué efectos tiene esta dieta especial sobre la agresividad y, para ello, estudiaron el comportamiento de la chanchita.

Otra manera de pelear

Cuando dos machos se encuentran por primera vez, se miden. Se evalúan durante un tiempo. Es el llamado “período de latencia”. Después, se desarrolla el “conflicto”: orinan, se dan golpes de cola, golpes de cabeza, se agarran de la boca. Finalmente, el conflicto “se resuelve”: uno de los dos animales comienza a emitir señales de sumisión y se subordina. “Esta secuencia es aplicable prácticamente a cualquier animal. Con los peces tenemos la ventaja de que podemos observarlos en una pecera, que es un ambiente muy controlado”, acota Pandolfi.

Precisamente, en ese ambiente controlado, los experimentos diseñados para estudiar el comportamiento consisten en colocar a dos machos separados entre sí por un vidrio opaco y, luego de dejarlos aclimatar por un tiempo a ese ambiente nuevo, se levanta el vidrio divisor y se comienza a contar el tiempo.

“Comprobamos que en los animales que ingieren una dieta suplementada con triptofano se duplica el período de latencia. O sea que hay una motivación mucho menor de los animales por pelear”, informa Pandolfi.

Matías Pandolfi. Foto: Diana Martinez Llaser. Exactas Comunicación.

Según el investigador, el tiempo de duración del conflicto no mostró diferencias significativas entre los peces que ingieren triptofano y los que no lo hacen. Sin embargo, “la cantidad de interacciones agresivas que realizan los animales se reduce mucho. No solo la cantidad, que eso ya de por sí es un resultado bastante motivador, sino que, además, los animales que comen triptófano optan por tener interacciones agresivas que no son de contacto. Es decir, que son amedrentaciones, amenazas, persecuciones, pero sin contacto físico, no se agarran tanto de la boca, no se golpean tanto, no hay tantas mordidas. Y sin embargo el conflicto se termina resolviendo”.

Los resultados del estudio acaban de ser publicados en el Journal of Comparative Physiology, y llevan la firma de Leonel Morandini, Martín Ramallo, María Florencia Scaia, Christian Höcht, Gustavo Somoza y el propio Matías Pandolfi, quien remarca: “Es la primera vez que se hace este tipo de estudio en peces adultos que, en general, suelen ser mucho más agresivos que el individuo juvenil”.

Reducción del daño

La chanchita requiere de la agresividad para lograr el éxito reproductivo: la hembra necesita ver los despliegues agresivos del macho para tomar la decisión de reproducirse con él. Por otro lado, “uno de los atractivos comerciales de esta especie es que a la gente le gusta que peleen un poco”.

Por lo tanto, no se trata de eliminar ese comportamiento natural sino de disminuirlo, para que puedan mantener su organización social sin lastimarse. “El bienestar en los peces es un tema olvidado. Hay mucho estudiado sobre bienestar en animales domésticos, vacas, ovejas y otras especies, y hay muy poco en peces”, comenta Pandolfi.

Tras aclarar que los resultados son válidos en el contexto de los experimentos, en este caso un acuario que es nuevo para los dos peces, Pandolfi considera la posibilidad de que se pueda aprovechar el conocimiento obtenido para la cría comercial de especies comestibles y ornamentales: “Un pez con menos daños y mayor bienestar va a generar una carne de mejor calidad que uno que estuvo estresado. Por otro lado, en la cría de peces ornamentales se suele seleccionar a los más vistosos que son los que tienen más testosterona, lo que los hace más agresivos que las especies salvajes”, sugiere, y completa: “La suplementación del alimento con triptofano es algo que se puede hacer con mucha facilidad y que no requiere mucho dinero ni una gran infraestructura”.

Finalmente, Pandolfi anuncia los próximos experimentos: “Ahora queremos ver si lo que observamos en un encuentro entre dos individuos se replica en un grupo ya formado dentro de un acuario comunitario”.