Los cuentos sobre el clima
Se está produciendo un cambio de paradigma en la manera de estudiar el cambio climático y en la forma de comunicar los resultados de las investigaciones sobre el clima.
El cambio climático está ocurriendo. De manera creciente, distintos actores sociales –productores, ONGs, gobiernos, entre otros- demandan información que pueda ser de utilidad para tratar de adaptarse a los posibles impactos. Pero existen diferencias entre lo que los científicos consideran conocimiento útil y lo que realmente es utilizable en la práctica.
En los últimos años, esa “grieta” entre la ciencia del clima y la acción climática comenzó a reducirse a partir del paulatino reconocimiento de que tanto el método científico como la comunicación de la ciencia dependen de procesos narrativos.
“El concepto de ‘narrativa’ es un vehículo que podemos usar en el mundo académico para abordar esa grieta, porque nos permite tener en cuenta la dimensión social del cambio climático”, señala Julia Mindlin, del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA, UBA-CONICET). “El uso de narrativas puede ayudar a la toma de decisiones frente a problemas tangibles, cuando la información es incierta o cuando se requiere una acción urgente. También nos permite explorar nuevas maneras de comunicar la ciencia”, consigna.
El uso de narrativas puede ayudar a la toma de decisiones frente a problemas tangibles y permite explorar nuevas maneras de comunicar la ciencia.
Mindlin es coautora de un estudio en el que se analizaron todos los artículos científicos publicados en inglés a lo largo de casi 23 años (enero de 2000 a junio de 2022) que contenían dos palabras clave: “storylines” (narrativas) y “climate” (clima). “La palabra storyline se está usando cada vez más en trabajos de investigación de áreas muy distintas. De hecho, es una palabra que tuvo mucho protagonismo en el último informe del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático)”, destaca Mindlin, y puntualiza: “Nosotros queríamos entender por qué se está usando esa palabra y de qué manera se está usando en la investigación en torno al clima”.
La búsqueda en las bases de datos resultó en 270 artículos que contenían las dos palabras. Eran investigaciones del área de las ciencias exactas y naturales y, también, del campo de las ciencias sociales. Para tratar de entender y sistematizar cómo se usan las narrativas en relación al clima analizaron los 270 artículos.
Tres relatos
“Encontramos que hay, de momento, tres formas distintas de utilizar narrativas”, revela Mindlin. “Una de ellas, que es más propia de las ciencias sociales, trata de exponer cómo se construyen los discursos políticos respecto del clima. Por ejemplo, cómo se llega al negacionismo climático en los Estados Unidos, que después conduce a que ese país se baje del Acuerdo de París”.
Ahora, lo que importa son los impactos que tiene un evento particular en un mundo con cambio climático.
Según la científica del CIMA, hay una segunda manera de utilizar narrativas que nace cuando se empiezan a producir los informes del IPCC, en los que se plantea el futuro climático a partir de diferentes escenarios. Por ejemplo, qué puede suceder si continuamos con el mismo nivel de emisiones, o qué ocurriría si las emisiones se reducen a la mitad para 2030. “Cada uno de esos escenarios tiene una narrativa asociada a ese futuro. Por ejemplo, ‘la humanidad cambia su matriz energética’, ‘la humanidad cambia su modo de producción’, ‘los países se ponen de acuerdo para reducir las emisiones’, etcétera”.
Finalmente, en los últimos años y con un crecimiento exponencial, se están publicando artículos científicos que presentan una tercera manera de utilizar narrativas. Curiosamente, son investigaciones provenientes de la física del clima, es decir, de la investigación básica.
“Se está produciendo un cambio de paradigma en la forma de investigar el clima y, también, en la manera de comunicar el resultado de las investigaciones”, subraya Mindlin, y amplía: “La palabra storylines captura distintas metodologías mediante las cuales diferentes grupos de investigación tratan de modificar su manera de investigar con el fin de obtener resultados que puedan ser útiles para que los actores sociales puedan usar esa información para adaptarse al cambio climático”.
– ¿Lo que estás diciendo es que se están cambiando las hipótesis con las que se plantea una investigación?
– Claro, la forma de realizar la pregunta de investigación.
Finales diferentes
Las consecuencias de este cambio de paradigma pueden percibirse mediante un ejemplo.
Supongamos un fenómeno climático de gran intensidad y poca frecuencia, que tiene efectos ambientales y sociales adversos en un lugar determinado. Lo que en climatología se denomina un “evento extremo”, como puede ser una ola de calor.
En este caso, una pregunta de investigación sería: ¿Se puede atribuir el evento extremo al cambio climático? Para responderla habrá que analizar estadísticamente si la frecuencia de olas de calor en esa región es distinta ahora con respecto a cuando no había cambio climático. Y después, a la hora de comunicar los resultados, se informará si la frecuencia de olas de calor se modificó con el cambio climático.
Pero, otra manera de hacer la pregunta de investigación es: ¿este evento tiene mayores impactos en un mundo con cambio climático? De esta manera, ya no importa si la ocurrencia se debe o no al cambio climático. Ahora, lo que importa son los impactos que tiene ese evento particular en un mundo con cambio climático. Por ejemplo, si fue más intenso, si tuvo más efectos en la salud de las personas o si afectó más la producción.
Habría que reconocer que el conocimiento del que se dispone hasta ahora no permite saber con certeza hacia qué futuro nos estamos acercando.
“De esta manera, se genera una narrativa en torno a ese evento”, acota Mindlin, y agrega: “Es otra forma de generar información utilizando las mismas herramientas de modelado con las mismas condiciones de robustez, pero lo que uno comunica es distinto y puede ser más útil”.
Precisamente, teniendo en cuenta la utilidad de la información, Mindlin utiliza un caso personal para contrastar de manera contundente dos maneras de investigar. “A la hora de predecir los cambios en las precipitaciones hacia el futuro, la investigación estándar toma un conjunto de modelos climáticos globales, que son los que usamos para estudiar el clima futuro, y analiza cuál es el promedio de las respuestas entre todos esos modelos. Actualmente, el promedio de los modelos indica que en verano nuestra región tendrá más humedad, o sea, más precipitaciones. Sin embargo, en un paper que nos acaban de aceptar, nosotros analizamos los modelos por separado y encontramos que hay algunos que predicen mayor humedad, pero hay otro conjunto de modelos que indican que nuestra región se puede volver más seca en verano. Entonces, hay dos futuros posibles. Pero el promedio está enmascarando a uno de ellos y, por lo tanto, no se está dando información que podría ser útil para adaptarse a una probable sequía”.
Según Mindlin, habría que reconocer que el conocimiento del que se dispone hasta ahora no permite saber con certeza hacia qué futuro nos estamos acercando: “En vez de dar un futuro posible con muchísima incertidumbre, se trata de, en realidad, explicar que hay más de un futuro posible y que la incertidumbre está en hacia dónde estamos yendo. Para el público es más útil entender esto que recibir una respuesta única que, encima, puede ser errónea”.
El trabajo fue publicado en la revista científica Global Challenges, y lleva la firma de Eulàlia Baulenas, Gerrit Versteeg, Marta Terrado, Julia Mindlin y Dragana Bojovic.