Un reciente estudio argentino demuestra que la biodegradación del glifosato en los cuerpos de agua dulce, algo que podría considerarse positivo, genera altos niveles de toxicidad y modifica completamente el ecosistema. Los resultados se basan en distintos experimentos y suman evidencias en contra del polémico pesticida.
Haydeé Pizarro
Un grupo de investigación de Exactas UBA cuestiona -mediante experimentos- la manera en la que se habla del polémico herbicida, tanto en los medios de comunicación como en el propio campo científico, y advierte sobre los riesgos.
En el conurbano bonaerense, un arroyo puede ser un sumidero de residuos y contaminación o, por el contrario, recuperar su diversidad de especies vegetales y animales, y ser aprovechado como ámbito de recreación para la comunidad. Un equipo de científicos y científicas está abocado a la tarea de revitalizar un arroyo de la localidad de Claypole.
Se realizó, en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, el Primer Seminario de Biología Forense, en el que se presentaron los diferentes roles que puede jugar esa ciencia en el ámbito judicial. Participaron investigadores de diversas disciplinas, y se destacó la importancia de la biología de los cuerpos de agua para indagar las causas de muerte en el caso de un cuerpo hallado en un río o lago.
En algunos cuerpos de agua del país, el efecto combinado del glifosato y la acción de un molusco invasor que lo degrada liberando una buena cantidad de fósforo, nutriente preferido de las algas, genera una proliferación excesiva de especies que deterioran la calidad del agua.
Hasta hace poco, en todo el mundo se los combatía y eran sinónimo de las peores pestes, a pesar de que son sitios de reserva y purificación de agua, que amortiguan inundaciones y mitigan los efectos del cambio climático. Hoy se los revalorizó, y la Argentina discute en el Congreso Nacional proyectos para su preservación y manejo sustentable.