Diálogo con Vladimir de Semir

“Los científicos comprendieron que la comunicación importa”

El periodista y divulgador español pasó por Exactas UBA para contar su trayectoria y brindar sus conocimientos a los estudiantes de la Especialización en Comunicación Pública de la Ciencia y la Tecnología. El rol de las nuevas tecnologías, la relación con los científicos y los cambios en el oficio fueron los principales ejes de su charla.

12 Nov 2018 POR

«Seminario Comunicar la Ciencia: Diálogo con Vladimir de Semir». Foto: Juan Pablo Vittori. Exactas Comunicación.

Con un ejemplar de su último libro “Decir la ciencia. Divulgación y periodismo científico, de Galileo a Twitter” bajo el brazo, Vladimir de Semir ingresa al aula del Pabellón 2 de Exactas, y se dispone a dar por primera vez una clase magistral en la Universidad de Buenos Aires. Estuvo a cuatro materias de finalizar sus estudios en Matemáticas, y al periodismo llegó por oficio más que por estudio. Es un orador apasionado a la hora de relatar su experiencia en el ámbito de la divulgación científica.

Su carrera comenzó en 1975, y para el 82 ya se encontraba trabajando como periodista especializado en temas de ciencia en La Vanguardia, uno de los principales diarios de España. De la linotipia a la informática, se adaptó rápidamente al cambio tecnológico, aunque guarda sus recelos hacia los actuales tiempos de la inmediatez: “En la sociedad analógica, las cosas fluían con una cierta cadencia que permitía la reflexión”, recordó. “Los tiempos atentan contra el buen periodismo científico”, analizó, al ser consultado acerca de la creciente disponibilidad de noticias de ciencia en Internet.

En pleno proceso de reconversión tecnológica, allá por 1988, La Vanguardia realizó una encuesta entre sus lectores, con resultados reveladores: la sección Ciencia era una de las más valoradas. Fue así como un año después comenzaba a publicarse el suplemento “Ciencia y Tecnología”, un cuadernillo independiente de 16 páginas para el cual se necesitaba colaboración externa. “Pensé que una sección de ciencia tenía que ser híbrida, interdisciplinaria, con científicos que asesoraran para tratar más o menos todos los temas”, relató de Semir. “Esto hoy es impensable”, admitió, a la vez que disparó: “Si no se contextualiza, la ciencia se vuelve anecdótica”.

¿Quién comunica mejor?
“La comunicación es poder, notoriedad, y no solo es esencial publicar en una revista científica, sino darse cuenta de que hay otros mecanismos que ayudan a la notoriedad del científico”, subrayó de Semir. Foto: Juan Pablo Vittori. Exactas Comunicación.

“La comunicación es poder, notoriedad, y no solo es esencial publicar en una revista científica, sino darse cuenta de que hay otros mecanismos que ayudan a la notoriedad del científico”, subrayó de Semir.

“Por un lado, los periodistas hoy tienen mejor formación. Por el otro, los científicos se han dado cuenta de que la comunicación importa y mucho”, dispara, quien fuera uno de los responsables del programa “La ciudad por la ciencia”, implementado en Barcelona entre 2003 y 2007. “La comunicación es poder, notoriedad, y no solo es esencial publicar en una revista científica, sino darse cuenta de que hay otros mecanismos que ayudan a la notoriedad del científico”, subrayó de Semir. El periodista español consideró que las actividades de divulgación “son esenciales para la formación de vocaciones científicas”, pero que “no se puede esperar a que el público se acerque, sino que hay que movilizarse hacia él”.

Consultado acerca de la relación entre el periodista y el científico, el director del Máster en Comunicación Científica, Médica y Ambiental de la Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona, estimó que la fórmula reside en “la complicidad” que debe existir entre unos y otros. Y que en el entramado de relaciones no solo importa quién comunica o divulga mejor, sino cómo el Estado ayuda al sostenimiento de las acciones de comunicación pública de la ciencia en el largo plazo: “Debe haber voluntad política. Hay muchas prioridades en una ciudad y en un país, pero la ciencia también debe ser una prioridad. Y es que, con la mejora de la calidad cultural, mejoramos también la democracia. Porque la clave de la sociedad del conocimiento es la capacidad de elección. Esto es, gente con suficiente capacidad para elegir y no ser engañada”, opinó.

Asimismo, de Semir afirmó que la comunicación pública “es hoy un eje vertebrador en todos los ámbitos, no solo en la divulgación de la ciencia. Las empresas, las universidades, también necesitan esta divulgación. Es por eso que en todos estos sitos han nacido Departamentos de Comunicación”. Es allí donde el maestro de periodistas ve el futuro del periodismo, que atraviesa una transición con final todavía desconocido.

Ciencia y fakenews

Internet y las redes sociales revolucionaron la manera de comunicar los acontecimientos que a diario suceden en todo el mundo. Pero, también, propiciaron la aparición de noticias falsas e información sin chequear que, en el ámbito de la ciencia y la salud, constituyen un riesgo importante. En ese sentido, de Semir advirtió que “lo falso suele ser más espectacular que lo real, es muy difícil de combatir”. Es por ello que siempre aconseja a sus alumnos del Máster el constante chequeo como primer principio ético.

“En la Web cabe todo. El espacio es prácticamente infinito y eso es bueno, pero también es malo por aquello de que la competencia es prácticamente infinita. ¿Cómo sobresales por encima de un video de un animalito haciendo piruetas?”, se preguntó, con un dejo de incertidumbre.

El especialista adelantó entusiasmado algunos detalles de su próximo libro, centrado en relatar la historia de la ciencia del siglo XX con la perspectiva de los artículos originales de los diarios de la época. “En los diarios está la historia fosilizada”, apuntó.

A la hora del buen divulgar, su lista es extensa: ser “sexy”, seducir con los temas, ir hacia donde está el gran público, y descubrir nuevos temas. Y –como bien señaló de Semir– la recompensa es grande: “Ser corresponsal del mundo de la ciencia nos hace jugar con gran ventaja, y es un privilegio. Nos podemos permitir el lujo de hablar de cosas novedosas y diversas todo el tiempo”.