Víctor Yohai, el primer matemático
Por primera vez en su historia la Fundación Bunge y Born eligió el campo de la matemática para otorgar sus reconocimientos científicos 2018. El máximo galardón fue otorgado al experto en estadística Víctor Yohai, profesor emérito de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. En tanto, Pablo Shmerkin consiguió el premio Estímulo destinado a jóvenes investigadores.
“Ha sido una enorme sorpresa y, además, un gran honor. Para mí es una gran satisfacción que me hayan elegido teniendo en cuenta que es la primera vez que el premio se da en matemática”, asegura Víctor Yohai con alegría, casi como si reviviera el momento en el que se enteró del galardón. Y completa: “También me hace feliz que haya elegido un área de la matemática como la estadística, que es de matemática aplicada, un jurado que estaba conformado mayoritariamente por personas que se dedican a la matemática pura. Es como que se llegó a un consenso sobre la importancia de la matemática aplicada en general, y de la estadística en particular. Más allá de mi nombre”.
Justamente, en su comunicación oficial, la Fundación explicitó las razones por las cuales se inclinó a premiar a dos representantes del ámbito de la matemática, cosa que no había ocurrido nunca desde 1964. “Esta premiación pone de relieve la trascendencia de una disciplina que aporta fundamentos teóricos y aplicaciones prácticas tanto para las ciencias sociales y del comportamiento como para la ingeniería, la computación, la geografía, las ciencias biológicas o la música. La matemática es un factor clave para la formación de capital humano y el progreso tecnológico, y constituye un imperativo para el desarrollo económico y social de nuestro país”.
Víctor Yohai es licenciado en Matemática por la Universidad de Buenos Aires y doctor en Estadística por la Universidad de Berkeley. Actualmente se desempeña como Profesor Emérito en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y como Investigador Superior en el CONICET. Además es miembro titular de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
A lo largo de su carrera Yohai ha sido reconocido en numerosas ocasiones. Entre otras, recibió el Mahalanobis Award, otorgado por el Estado de la India; el premio Konex de Platino; fue nombrado Fellow por el Institute of Mathematical Statistics, y Doctor honoris causa por la Universidad Carlos III de Madrid.
Hijo de un inmigrante judío sefardita, casi analfabeto, que comenzó como vendedor ambulante y llegó a tener una tienda importante y una madre que completó la escuela primaria, a Yohai siempre le gustó la matemática desde su educación inicial. En la secundaria le siguió resultando fácil y recuerda a una profesora muy buena que tuvo durante cuatro años seguidos. Sin embargo, lo atraían muchas materias. “Yo tenía interés también por historia, filosofía, pero la diferencia con la matemática, es que el único criterio para establecer la verdad de una teoría o de un resultado, deriva de la lógica. Una vez alcanzado ya nadie va a discutirlo. En cambio, en ciencias sociales hay muchos elementos ideológicos, políticos, religiosos que entran en consideración. Entonces el criterio de verdad es mucho menos estricto y uno puede dudar. Por eso, la matemática me daba una seguridad plena y en mi inseguridad de adolescente eso era algo muy importante”, recuerda Yohai con algo de humor.
En busca de esas verdades inconmovibles se dirigió entonces a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA para realizar la licenciatura en Matemática. De su cursada recuerda con particular cariño a dos profesores. “Misha Kotlar, una persona extraordinaria, y Gregorio Klimovsky, un profesor increíble, nunca tuve otro igual. Ambos eran casi autodidactas y me enseñaron a disfrutar de la matemática”.
A lo largo de la carrera se estudiaba casi exclusivamente matemática pura y le encantaba. “Me atraía mucho. Es que tiene un sentido de belleza que es muy profundo”. Sin embargo a la hora de definir su futuro, Yohai decidió que quería dedicarse a algo más aplicado y eligió la estadística. “Es cierto que las teorías más abstractas de la matemática pura, muchas veces, con el correr de los años, resultaron claves para resolver numerosos problemas prácticos. Sin embargo, a esa edad, yo tenía inquietudes sociales y necesitaba que mi investigación tuviera una aplicación segura y en corto tiempo. Esa fue una de las razones que me hicieron elegir la estadística”, explica.
Dado que, por esos años, en Argentina, prácticamente no se hacía investigación en estadística Yohai viajó a Estados Unidos para hacer su doctorado en Berkeley, California. “Encontré excelentes profesores y un departamento en donde se le daba importancia a los aspectos matemáticos de la estadística, lo que hizo que mi rompimiento con la matemática pura fuera gradual. Allí encontré una fórmula de trabajo que después usé toda mi vida: trabajar en problemas que requieren mucha matemática, pero que, al mismo tiempo, tengan utilidad para el análisis de datos, que es lo que le importa a la estadística», precisa.
En ese marco, Yohai se especializó en lo que se llama “estadística robusta” que es aquella que desarrolla y aplica métodos estadísticos que no resulten afectados por la existencia de valores atípico en la muestra. A lo largo de su carrera, fue testigo y beneficiario del impactante desarrollo de la informática. ¿De qué manera influyeron estos avances en su trabajo? “La estadística robusta requiere un uso intensivo de la computación. De hecho, cuando yo comencé a trabajar en el tema, años 71 ó 72, sólo podíamos resolver problemas relativamente simples con un bajo número de variables. Hoy en día podemos incorporar muchísimas más, cincuenta, cien variables. Por eso creo que el área en la que trabajo no existiría si no fuera por los avances en computación”, concluye.
Para una persona que sabe disfrutar de “la belleza profunda de la matemática”, debe ser muy difícil de aceptar que su disciplina amada, sea considerada por la mayoría de los estudiantes como un verdadero “cuco”, quizá la materia más temida y más odiado por los alumnos. Sin embargo, para él resulta claro el origen de este equívoco. “Es que la enseñanza de la matemática está muy deteriorada. En general, la forma de transmitirla es a través de reglas nemotécnicas para recordar determinadas fórmulas pero, por qué esa regla, qué hay detrás de eso, ni siquiera el profesor lo sabe, en muchos casos. Entonces, creo que para poder interesar a los alumnos hay que cambiar la formación de los profesores. Una cosa importante sería que los profesores se formaran en la universidad”.
En cambio, Yohai valora mucho el trabajo realizado por Adrián Paenza y otros divulgadores que, a partir de libros y artículos en los diarios, han logrado cambiar la imagen de la matemática y hacerla más popular en la sociedad. “Contrariamente con lo que pasa en la escuela, los libros de Paenza son amenos porque plantean los problemas de una manera inteligente y atractiva. Entonces, despiertan el interés de muchos de los jóvenes que después van a la escuela y son aplazados”.
Durante los últimos años se impulsó, discursivamente y con recursos, los aportes que las ciencias en general y la matemática en particular podían ofrecer para el desarrollo tecnológico nacional. Posición que en los últimos tiempos se llevó al extremo cuando algún funcionario intentó dividir la ciencia en “útil” e “inútil”. ¿Qué opina Yohai al respecto? “Creo que hay varias ramas de la matemática aplicada que pueden hacer contribuciones importantes con aplicaciones en el ámbito industrial. Pero creo que se equivocan algunas voces que se levantan priorizando la ciencia aplicada o las aplicaciones tecnológicas respecto de la ciencia básica. Las dos son importantes y no puede haber una sin la otra”, sostiene.
A los 79 años, este matemático multipremiado, mantiene una vitalidad envidiable y asegura que va a seguir investigando. “No voy a dejar de hacerlo, es mi vida. Y lo sigo haciendo con el mismo entusiasmo de siempre”. Además continúa teniendo alumnos de doctorado, aunque ha dejado de dar clases. “Es que me cansan un poco”.
Mirando hacia el futuro Yohai dice sentirse satisfecho y tranquilo por el trabajo que vienen realizando grupos liderados por jóvenes investigadores. “El nivel de la matemática argentina es muy bueno, tanto en las áreas de matemática pura como de estadística. Hay muchos jóvenes que publican en las mejores revistas y que son invitados los congresos internacionales más prestigiosos. Es decir que, en el exterior, se aprecia lo que se hace en Argentina. Tenemos un futuro promisorio”.