Reconocimiento internacional

La promesa de la inteligencia artificial

La investigadora Vanina Martínez fue recientemente destacada por la prestigiosa revista internacional IEEE Intelligent Systems como una de las 10 jóvenes promesas a nivel global en el ámbito de la inteligencia artificial. Fue la única científica latinoamericana que logró ese reconocimiento.

5 Jul 2018 POR
Vanes Martinez .Foto: Diana Martinez Llaser

Vanina Martínez. Foto: Diana Martinez Llaser

“Un ex jefe mío tuvo la idea de proponerme. Le parecía que mi currículum y mi carrera daban como para estar entre los premiados. Me preguntó y yo, por supuesto, le dije que sí. Pero la verdad es que no esperaba ser elegida. Si bien nuestra comunidad es pequeña hay mucha gente haciendo cosas copadas”, asegura Vanina Martínez sin disimular su alegría por el reconocimiento recibido.

Y no es para menos, porque la revista IEEE Intelligent Systems a través de su sección bienal AI’s Ten to Watch, decidió incluirla en su edición 2018 como una de las 10 “jóvenes estrellas emergentes en el campo de la inteligencia artificial. La nómina para este año incluyó a 5 científicos de universidades chinas, 3 de Estados Unidos, 1 de Israel y la argentina Vanina Martínez, única representante de América Latina.

El Instituto de Ingeniería Eléctrica y Electrónica (IEEE, sigla derivada de su nombre en inglés) es la mayor asociación internacional sin fines de lucro formada por profesionales de las nuevas tecnologías. Cuenta con 425 mil miembros y voluntarios en 160 países. Con esta distinción, la institución busca promover a jóvenes investigadores de todo el mundo que han demostrado logros excepcionales en inteligencia artificial, con resultados de impacto y con respaldo de expertos.

“Desde que recibí el premio, un montón de gente de ámbitos muy distintos se puso en contacto conmigo para dar charlas o hacer proyectos juntos. Yo no puedo aceptar todas las propuestas pero lo que sí puedo hacer es contactar a esas personas con otros colegas y así ir generando redes de vinculación que tanto nos faltan en Argentina”, cuenta con entusiasmo y agrega: «he recibido, incluso, ofrecimientos para trabajar en la industria pero no es mi idea por el momento. Estoy muy feliz con mi trabajo como científica”, asegura Vanina Martinez quien, actualmente, es investigadora adjunta de CONICET.

“Me acuerdo patente el día que vino y me contó de una materia que se llamaba Inteligencia Artificial, donde trataban de hacer que los programas razonaran como personas. A mí me fascinó y dije: ‘esto es lo que quiero hacer’”, evoca.

“Me acuerdo patente el día que vino y me contó de una materia que se llamaba Inteligencia Artificial, donde trataban de hacer que los programas razonaran como personas. A mí me fascinó y dije: ‘esto es lo que quiero hacer’”.

La informática y yo

El interés de Vanina por las ciencias exactas surgió de muy chica cuando concurría a la escuela primaria en Puán, pueblo en el que nació, ubicado en el sudoeste de la Provincia de Buenos Aires. Ya en la adolescencia, ese gusto fue reforzado por su hermano mayor que estudiaba computación en Bahía Blanca. “Me acuerdo patente el día que vino y me contó de una materia que se llamaba Inteligencia Artificial, donde trataban de hacer que los programas razonaran como personas. A mí me fascinó y dije: ‘esto es lo que quiero hacer’”, evoca.

Y así fue que Vanina estudió la Licenciatura en Ciencias de la Computación en la Universidad Nacional del Sur (UNS) y se sumó al Laboratorio de Investigación y Desarrollo en Inteligencia Artificial (LIDIA). Una vez recibida, viajó a Estados Unidos para hacer su doctorado en la Universidad de Maryland en College Park. Luego se trasladó a Inglaterra donde realizó su posdoc en Oxford.

Ahora bien, después de haber estado nueve años en el exterior y con posibilidades concretas de establecerse laboralmente allá, ¿por qué decidió volver al país? “Mi idea siempre fue viajar, estudiar todo lo que pudiera, crear una buena red de contactos y volver. En algún momento me planteé quedarme. Desde el punto de vista económico, obviamente, era mucho más atractivo, pero trabajar en el sistema científico argentino tiene sus ventajas”, afirma Vanina y se explaya: “En los países en los que la ciencia está financiada por empresas privadas los investigadores no tienen tanta libertad para elegir los temas en los que quieren trabajar. En cambio acá, mientras sea algo científicamente relevante y que, eventualmente, se pueda llevar a una implementación tecnológica, lo aceptan sin problemas. Se podría decir que cambié dinero por libertad”, sintetiza.

En concreto, Martínez regresó a la Argentina a mediados de 2014 para reincorporarse al laboratorio de la UNS en el que había trabajado. Hace unos meses, por motivos familiares, decidió mudarse a Buenos Aires e incorporarse al Instituto de Ciencias de la Computación (UBA CONICET) con sede en el Departamento de Computación en la Facultad.

Desde allí, la investigadora seguirá desarrollando sus múltiples líneas de trabajo, por algunas de las cuales ya fue reconocida, y otras iniciadas más recientemente. En la actualidad, una de las iniciativas a la que le está dedicando buena parte de su tiempo tiene que ver con el estudio de los flujos de información en redes sociales para analizar de qué manera el cúmulo de informaciones que una persona recibe en el conjunto de sus interacciones puede alterar su opinión sobre productos, eventos, temas y personas. “Es una tarea complicada porque lo que cada uno ve y cómo lo afecta parece aleatorio y, por lo tanto, difícil de modelar desde el punto de vista matemático. Mi hipótesis es que tiene que existir cierto tipos de comportamientos en los que todos encajamos en determinadas condiciones”, reflexiona.

Por otro lado, una de las líneas más recientes apunta a utilizar técnicas de inteligencia artificial en el campo de la ciberseguridad. En particular, se trata de ver la forma de identificar hackers que cometer delitos en la dark web y utilizan múltiples usuarios para que resulte imposible saber quiénes son.

“Si bien yo trabajo en problemas variados, siempre apuntan, de una u otra manera, a desarrollar sistemas que buscan ayudar al ser humano para tomar mejores decisiones. Esa es la parte que a mí más me gusta de la inteligencia artificial”, asegura Martínez.

Matrix, Terminator y otras yerbas
“Si bien yo trabajo en problemas variados, siempre apuntan, de una u otra manera, a desarrollar sistemas que buscan ayudar al ser humano para tomar mejores decisiones. Esa es la parte que a mí más me gusta de la inteligencia artificial”.

“Si bien yo trabajo en problemas variados, siempre apuntan a desarrollar sistemas que buscan ayudar al ser humano para tomar mejores decisiones. Esa es la parte que a mí más me gusta de la inteligencia artificial”.

Más allá de los gustos de la investigadora, el tema de la inteligencia artificial ha brindado argumentos para numerosas historias de ciencia ficción en las cuales, indefectiblemente, las máquinas se terminan revelando contra los seres humanos y, muchas veces, inician guerras genocidas en busca del exterminio de la especie. Variaciones de estas historias han dado lugar a sagas tan taquilleras como Matrix y Terminator, entre otras.

“Son escenarios muy negativos -se ríe Martínez-, ¿por qué siempre tiene que terminar en una guerra? También podríamos pensar que, en algún momento, las máquinas toman conciencia y deciden unirse a los humanos. Pienso que son argumentos que están buenos para la ciencia ficción pero me parece que es importante que la gente entienda que esto no va a suceder de la noche a la mañana y que, probablemente, no suceda nunca. No obstante, hay cosas más importantes que tenemos que tener en cuenta y que son problemas reales para nuestra sociedad más allá de generar o no una Skynet”.

Martínez se pone seria y se refiere uno de los problemas que más la preocupan en relación con las consecuencias que provoca la incorporación de las distintas herramientas basadas en la  inteligencia artificial en el mundo laboral. “Todos los programas de inteligencia artificial que nosotros estamos generando rápidamente van a ir reemplazando a personas en sus labores. Entonces, mi pregunta es: ¿qué estamos haciendo nosotros como sociedad para darle un lugar a esa gente que va a perder su trabajo? Yo creo que es necesario un cambio en la educación que prepare a las personas para realizar tareas que no sean mecánicas, porque a esas las hacen mucho mejor, más rápido y con menos errores, las máquinas. Tienen que ser labores relacionadas con la innovación, la creatividad, el arte. Y, lamentablemente, no veo que se esté haciendo nada, ni en Argentina, ni en otros lugares del mundo”.

 

Tecnología y género

– En general, en los lugares en que se estudia y trabaja en desarrollos tecnológicos la cantidad de mujeres es muy inferior al número de hombres. ¿Por qué creés que ocurre esto?

– De por sí, hay un estereotipo, una cuestión cultural que nos lleva a que las mujeres, si vamos a hacer algo relacionado con las computadoras, primero tenemos que ir a danza, hacer algo artístico,  algo social y, recién después, si te queda tiempo, podés hacer lo otro. Los hombres, en cambio, se la pueden pasar jugando todo el día con los jueguitos y no hay ningún problema. Después, vos llegás a la universidad y te plantean el estereotipo del que estudia computación o matemática y es tristísimo, porque es una persona que no tiene vida social, que se la pasa sentado solo frente a una máquina. Yo creo que a las mujeres hay ciertas cosas que nos gustan y que no vemos que se puedan desarrollar en el ámbito de las ciencias exactas. Creo que las mujeres tenemos una naturaleza de protección y de ayuda al prójimo. Por eso, me parece que estamos vendiendo mal las carreras tecnológicas. Si nosotros pudiéramos mostrarle a las chicas que estudiando computación, lógica, estadística, programación, uno puede trabajar en salud, en bioquímica, en el desarrollo de medicamentos, en políticas sociales, en fin, que uno puede ayudar a la gente, yo creo que habría muchas más mujeres que estarían interesadas en hacer este tipo de carreras.