Inmunidad al galope
Una investigadora y un investigador de la empresa Inmunova explicaron cómo la pandemia los impulsó a modificar el desarrollo de inmunógenos para tratar el Síndrome Urémico Hemolítico para gestar una de las herramientas más promisorias en la lucha contra el nuevo virus: el suero equino hiperinmune, que ya está en fase de ensayos clínicos. Prometen que en un mes estarán los resultados.
Marzo de 2020, ese momento bisagra en que la pandemia de COVID-19 hizo eclosión en el país, marcó un quiebre en la vida cotidiana de todos y todas, y supuso para buena parte de la comunidad científica un inédito paréntesis en la investigación. Pero esa excepcional coyuntura permitió también a muchos investigadores e investigadoras hacerse una pregunta fundamental: qué de lo que estábamos haciendo y de lo que sabemos hacer podría reformularse y servir para desarrollar herramientas en la lucha contra este virus.
El suero equino hiperinmune, uno de los desarrollos más promisorios de la ciencia argentina en esta carrera contrarreloj que inauguró la irrupción global del SARS-CoV-2, fue una de las respuestas a aquel interrogante inicial.
Vanesa Zylberman, doctora en Biología e investigadora adjunta del CONICET, es la directora técnica de Inmunova, una compañía biotecnológica argentina dedicada a la investigación, diseño y desarrollo de respuestas terapéuticas a enfermedades poco frecuentes, y que lleva adelante, en el marco de una articulación público privada con CONICET y otras instituciones, los ensayos del suero equino con anticuerpos policlonales con el que podría tratarse a pacientes moderados a severos de COVID-19.
En marzo, sin embargo, poco se sabía del nuevo virus y el trabajo de Zylberman apuntaba a tratar otra enfermedad: el síndrome urémico hemolítico (SUH). El relato de cómo esa experiencia se reconvirtió en una herramienta para hacer frente a la pandemia fue la base de su exposición en un coloquio organizado por la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
“El punto inicial de todo esto –comenzó Zylberman– fue nuestro trabajo con una proteína llamaba BLS, muy inmunogénica, muy compacta y estable, que permite el display polimérico de antígenos foráneos. Hace unos años nos interesamos en el SUH, enfermedad transmitida por la bacteria Escherichia coli, que es la que produce la toxina Shiga. Mediante ingeniería genética, buscando la manera de neutralizar esta toxina, generamos una molécula entre la subunidad B de Shiga (que es la que se une al receptor en la célula que se infecta) y nuestra plataforma de BLS”.
Esa molécula, probada en modelo animal como vacuna, previno el desarrollo de SUH, pero en Inmunova optaron por avanzar en una terapia pasiva: inmunizaron llamas, generando anticuerpos policlonales con alta capacidad neutralizante de la toxina, y observaron que los sueros de esos animales, inyectados, también podían inhibir Shiga en otros animales.
“Así avanzamos hacia una terapia basada en suero equino. El suero equino se usa hace más de 30 años como suero antiofídico o antitetánico, es decir que tiene un perfil de seguridad conocido, y además, una respuesta policlonal con mayor poder neutralizante respecto de los anticuerpos monoclonales. Entonces, inmunizamos a los caballos, obteniendo un producto médico que neutraliza hasta ocho variantes de la toxina Shiga y previene el SUH. Y ya estábamos en Fase II/III de ensayos clínicos, con 11 pacientes reclutados con evaluación de seguridad positiva, cuando –suspiró Zylberman– sucedió la pandemia.”
Aquel estudio se postergó, “pero ya teníamos la fortaleza del camino recorrido en la producción de ese inmunógeno, y todo eso nos motivó a pensar en un proyecto nuevo: el desarrollo de un potencial tratamiento para SARS-CoV-2 basado en suero equino hiperinmune”.
La proteína BLS quedó a un lado, y apareció en escena la ya célebre Spike, la espícula viral y su “dominio de unión con el receptor”, o RBD (receptor binding domain), que es, en efecto, la parte del SARS-CoV-2 que se une a un receptor (llamado ACE2) en la célula humana que busca infectar.
“Elegimos utilizar RBD, que era una de las posibilidades que ya se presentaban en marzo y, a partir de la experiencia acumulada sobre SUH, y con la ayuda del Laboratorio de Inmunología y Microbiología Molecular del doctor Fernando Goldbaum en la Fundación Instituto Leloir, empezamos a hacer los primeros lotes de RBD en cultivos de células. Y con este inmunógeno seguimos una lógica parecida: inmunizamos a los caballos para obtener el antisuero”, explicó Zylberman.
Desde entonces, el vértigo de la carrera contra el virus no les ha dado respiro. El primer lote de RBD, con todos los controles para ser inoculado en dos animales, se obtuvo el 22 de abril. El 26 de mayo se realizó la primera colección de suero. Y el 15 de junio ya estaba disponible el producto para iniciar los ensayos en fase clínica.
Del coloquio virtual también participó Santiago Sanguinetti, doctor en Química Biológica, ex director de Vinculación Tecnológica del CONICET y actual director de Nuevos Negocios de Inmunova, que es quien está a cargo de la Fase II/III del ensayo clínico del suero anti-COVID-19 y debió responder varias veces la pregunta más insistente del público: cuándo. “De acá a un mes tendremos los resultados”, repitió.
Un total de 242 pacientes adultos infectados de SARS-CoV-2 con un estado moderado a severo (ni leves ni críticos) recibieron en unos 20 centros de salud una primera infusión endovenosa (o el placebo) y dos días después, una segunda dosis, cuya administración dura 50 minutos. El ensayo busca demostrar la eficacia y la seguridad del suero equino hiperinmune en términos de mejoría clínica a los 28 días de iniciar el tratamiento, apuntando a mejorar al menos dos categorías en la escala ordinal del estado clínico de ocho puntos que prescribe la OMS.
“Empezamos con dos caballos, hoy son más de 150 –puntualizó Sanguinetti–, y estamos fabricando dosis del producto a riesgo, para estar preparados, porque si el resultado es favorable, debemos poder administrar el tratamiento lo antes posible a los pacientes”.
Y todo según un mecanismo que la ingeniería de proteínas describe con simpleza (que esos anticuerpos impidan a RBD interactuar con ACE2), pero que es el prodigioso resultado de la investigación en ciencia básica, que permite a los científicos formularse la pregunta del principio: cuando el mundo se desmorona, qué es lo mejor que podemos hacer.