Desechos para limpiar nuevos desechos
Utilizando cáscara de naranja, un equipo de investigadores argentinos y españoles desarrolló un método que apunta a remover los llamados “contaminantes emergentes”, un conjunto de sustancias que invade silenciosamente el medioambiente y que constituye un riesgo potencial para la salud.
Desde hace relativamente poco tiempo, la ciencia ha puesto el ojo en un problema todavía ignorado por las autoridades regulatorias de todo el mundo. Se trata de un grupo creciente de compuestos químicos que se están acumulando en el ambiente y que se denominan “contaminantes emergentes”.
Con ese nombre se agrupa a sustancias muy disímiles, como productos farmacéuticos (por ejemplo: antibióticos, anticonceptivos, analgésicos o antiinflamatorios), artículos de cuidado personal (por ejemplo: cosméticos, repelentes de insectos o protectores solares), o pesticidas, entre otras. Pero todas tienen en común el hecho de que, debido a su todavía muy baja concentración, recién empiezan a detectarse en los cursos de agua (incluso, ya se las encuentra en sitios alejados de lugares poblados). Por lo tanto, para la gran mayoría de estos compuestos, aun no hay estudios suficientes para establecer cuáles son los límites tolerables para la salud y, en consecuencia, no hay legislación regulatoria al respecto.
En este contexto, un equipo de investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y de la Universidad de Extremadura, España, ha dado un paso en el incipiente camino hacia la remoción de contaminantes emergentes. “Desarrollamos un método original que, en el laboratorio, probó ser útil para remover algunos contaminantes farmacéuticos emergentes”, anuncia María Emilia Fernández, investigadora del CONICET en el Departamento de Industrias de Exactas UBA.
Idea entrerriana
Oriunda de Entre Ríos, Fernández trabaja en los laboratorios del Programa de Investigación y Desarrollo de Fuentes Alternativas de Materias Primas y Energía (PINMATE), una de cuyas líneas de investigación más importantes es la producción de distintos tipos de carbón activado, un material con capacidad para atrapar y mantener adheridos a su superficie ciertas moléculas de su entorno próximo mediante un proceso denominado “adsorción”. Esta propiedad, llevó a que se los utilice con frecuencia para “pescar” contaminantes durante el tratamiento de las aguas residuales industriales. Para la fabricación de carbones activados se suele utilizar como materia prima carbón mineral o biomasa de origen vegetal.
En este caso, la idea de usar cáscaras de naranjas tuvo que ver con el origen entrerriano de la investigadora: “En las regiones productoras, como mi provincia, la industrialización para elaborar jugo hace que la cáscara sea un residuo cuya eliminación es un problema”, explica.
Los métodos tradicionales de elaboración de carbones activados incluyen, en alguna de sus etapas, un tratamiento térmico de carbonización que requiere de temperaturas de hasta 600ºC, lo cual implica un alto gasto energético.
“Nuestro método utiliza la carbonización hidrotérmica, una técnica que permite trabajar a temperaturas menores a los 250ºC, lo que resulta en un ahorro de energía”, revela Fernández. “Además, como la reacción se produce en un medio acuoso, no se necesita el secado previo de la materia prima, lo cual contribuye a disminuir el costo energético”, añade.
El material obtenido en los laboratorios del PINMATE fue testeado para evaluar su capacidad de adsorber tres contaminantes emergentes de origen farmacéutico: dos antiinflamatorios (diclofenac sódico y flurbiprofeno) y ácido salicílico, un producto del metabolismo de la aspirina.
“Nuestros estudios son promisorios, porque mostraron que los adsorbentes que desarrollamos por este método pueden ser útiles para eliminar esos tres contaminantes farmacéuticos”, señala Fernández.
Los resultados del trabajo, que también firman Ana Cukierman, Pablo Bonelli, Beatriz Ledesma y Silvia Román, fueron publicados en la revista científica Bioresource Technology.