El estado del tiempo
La mejora de la calidad de los pronósticos climáticos a diversos plazos es un objetivo primordial de la meteorología ya que constituye un beneficio para la sociedad y las actividades productivas. Con ese fin, el grupo que dirige Celeste Saulo, trabaja para perfeccionar los que se denominan «sistemas de pronóstico numérico».
Los pronosticadores del tiempo suelen ser objeto del recuerdo poco piadoso de aquellos que salieron sin paraguas y terminaron bajo la lluvia, en uno de esos días en los que el pronóstico meteorológico anunciado por la televisión no lo advirtió. Aunque los pronósticos se fueron perfeccionando y puliendo con el paso del tiempo, la fama hecha en otros tiempos hace que cueste despojar a los “pronosticadores de turno” de esta sombra de duda que quedó instalada en el imaginario popular. Sin embargo, los pronósticos no sólo han ido haciéndose cada vez más eficientes y confiables sino que los especialistas continúan estudiando la forma de mejorarlos aún más. Porque “la mejora de la calidad de los pronósticos a diversos plazos es, en definitiva, el objetivo primordial de la meteorología”, dicen.
“Nosotros tratamos de trabajar sobre lo que se denomina sistemas de pronóstico numérico con el fin de mejorar la calidad de los pronósticos del tiempo, sobre todo en plazos inferiores a las dos semanas”, explica Celeste Saulo, directora del grupo de investigación cuyo nombre completo es “Grupo de predicción numérica a corto y mediano plazo y su aplicación en beneficio de la sociedad y las actividades productivas”. Es que, indudablemente, cuanto más a largo plazo es el pronóstico, mayores son los errores que aparecen.
El equipo de investigadores forma parte del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos (DCAO) y del Centro de Investigaciones del Mar y de la Atmósfera (CIMA/UMI-IFAECI) y colaboran estrechamente con el Servicio Meteorológico Nacional (SMN). “Los modelos en los que se basan los sistemas de pronóstico numérico con los que nosotros trabajamos, son sumamente complejos y representan no sólo la atmósfera sino también las interacciones de la atmósfera con otras componentes del sistema climático, como por ejemplo el suelo, los mares, los hielos, etcétera”, comenta Saulo.
El área de investigación es muy amplia, según explica la especialista, por eso su grupo se ha concentrado en tres problemas básicos. Uno de ellos es tratar de mejorar la forma en que se generan las condiciones iniciales, es decir aquellas que permiten arrancar el modelo y pronosticar estados futuros del sistema. “Técnicamente esto se llama asimilación de datos”, comenta Saulo.
Otro de los problemas que abordan los investigadores es el de buscar formas de cuantificar y de comunicar la incertidumbre de un pronóstico. Como por ejemplo, cuando se estima la probabilidad de ocurrencia de un determinado fenómeno meteorológico en las próximas horas. Por último, el equipo busca entender de qué manera el estado del suelo condiciona el comportamiento de la atmósfera. Para abordar este tema, los especialistas del grupo de Saulo utilizan bases de datos globales “que nos permiten estudiar la humedad del suelo como uno de los parámetros más importantes para entender la interacción suelo-atmósfera. La ventaja de usar estas variables es que cambian más lentamente y pueden modular cambios en variables atmosféricas que se modifican más rápidamente, como por ejemplo la lluvia. Si se pueden determinar relaciones físicas y estadísticas entre el suelo y la atmósfera, uno puede emplear esas relaciones para estimar tendencias de lluvia a mediano plazo en base a cambios en el estado del suelo, por ejemplo”, detalla la investigadora.
En general, el trabajo de los científicos del grupo se basa fundamentalmente en experimentos numéricos, que no son otra cosa que diversas pruebas que se realizan corriendo esos modelos de pronóstico bajo diferentes condiciones. “También probamos distintas maneras de hacer asimilación de datos. Pero todo se basa en experimentos computacionales. En algunos casos comparamos esos experimentos con las observaciones, y en otros casos nos mantenemos en el terreno de simulaciones idealizadas”, explica.
La investigación que llevan adelante Saulo y su equipo tiene diversas aplicaciones que podrán implementarse en mayor o menor medida, en plazos bastante inmediatos. Últimamente el grupo se ha concentrado especialmente en dos de ellas: la energía eólica y la viticultura. “El problema se hace muy diverso ya que cada aplicación tiene sus requerimientos propios”, dice la meteoróloga. “En el caso de la viticultura, por ejemplo, por ahora estamos estudiando en forma general de qué manera los modelos representan las características meteorológicas que más fuertemente condicionan la producción vitícola. En el caso de la energía eólica, estamos en una fase de calibración de los pronósticos para mejorar la representación de la relación viento-producción energética”, sostiene. En particular, la línea de investigación relacionada con el pronóstico de producción eólica a partir de modelos numéricos de pronóstico del tiempo, tiene una aplicación directa e inmediata en la gestión de la energía. “En este último caso, hemos colaborado con una empresa incubada por Incubacén, que se denomina EcoClimaSol, que ha adaptado estos pronósticos para la gestión del Parque Eólico Rawson”, remata la investigadora.
Grupo de predicción numérica a corto y mediano plazo y su aplicación en beneficio de la sociedad y las actividades productivas
(DCAO – CIMA/UMI-IFAECI)
Pabellón II, 2do. piso. Tel.: 4576-3300, interno 388.
Dirección: Celeste Saulo
Integrantes: Juan Ruiz, Claudia Campetella (SMN), Bibiana Cerne.
Becaria posdoctoral: Elodie Briche
Tesistas de doctorado: Marcos Saucedo, Pablo Spennemann, Cristian Waimann, Félix Carrasco Galleguillos.
Tesista de grado: Lucía Cuneo, Tamara Schonholz.