Prometeo y su hermano
Javier López de Casenave, secretario académico y profesor en la Facultad, ofreció una charla sobre la contrastación de hipótesis en disciplinas experimentales e históricas, en el marco de las conferencias abiertas sobre didáctica de las Ciencias Naturales organizadas por el CEFIEC.
Prometeo, célebre personaje de la mitología griega, es recordado por robar el fuego de los dioses y haber sido castigado a vivir encadenado y a que las águilas le devoraran el hígado. Pocos recuerdan, sin embargo, a su hermano Epimeteo, cuyo nombre significa “retrospección”, que reflexiona sobre el pasado. Prometeo, en cambio, podía “ver” el futuro.
Los dos hermanos míticos inspiraron a Javier López de Casenave, profesor en el Departamento de Ecología, Genética y Evolución de la FCEyN, en su charla sobre contrastación de hipótesis en disciplinas experimentales e históricas, en el marco del ciclo de conferencias abiertas sobre didáctica de las Ciencias Naturales organizadas por el CEFIEC.
“Creemos que, quien reflexiona sobre cómo se hace ciencia, tiende a investigar de una manera un poco más prolija que el que no lo hace”, afirmó López de Casenave.
Se preguntó si hay diferencias en la calidad de la evidencia obtenida en las disciplinas experimentales y las históricas. En ciertas áreas de la biología, como la evolución, hay un componente histórico importante, pues se estudian patrones que cambian con el tiempo, y actúan procesos dinámicos irreversibles. “Se habla de disciplinas históricas, pero más bien lo que existe son hipótesis históricas”, señaló. Son aquellas hipótesis que intentan explicar un fenómeno que se observa en la actualidad, pero en función de causas que actuaron en el pasado. Este tipo de hipótesis predomina en la paleontología, y también en la geología, la astronomía y la biología evolutiva, entre otras.
El ancestro de las aves
Las hipótesis históricas no pueden comprobarse mediante experimentos. Por un lado, los procesos involucrados se desarrollaron en plazos muy extensos, que superan la duración de una vida humana. Por otro, pueden desconocerse las condiciones en que se desarrolló el proceso.
Un ejemplo es el origen evolutivo de las aves. “El problema es ubicar al ancestro en una filogenia, es decir en un árbol que represente el grado de parentesco entre las especies”, explicó el investigador. La hipótesis que goza de mayor crédito sostiene que las aves son dinosaurios evolucionados y que el ancestro común sería un terópodo. Ahora bien, el examen experimental directo no puede hacerse, porque ese ancestro ya no existe. Además, desconocemos las condiciones en el momento en que vivía.
“Otro problema de las hipótesis históricas es que son irrefutables”, subrayó. En el caso de los fósiles, no es posible establecer una cadena de causa y efecto. “Para algunos científicos, sostener que una línea de fósiles representa un linaje no puede ponerse a prueba”, sostuvo.
Entonces, si las hipótesis históricas no pueden ser contrastadas, ¿son científicas? Y si no lo fueran, ¿qué queda dentro de la ciencia? Hay muchos campos de investigación en que las hipótesis históricas son fundamentales, por ejemplo, la extinción de los dinosaurios, el origen del hombre y el origen de la vida, tres problemas del ámbito de la ciencia.
Otra pregunta es si hay diferencias metodológicas entre los científicos que hacen experimentos y los que trabajan con hipótesis históricas. “Sin duda, no hay diferencia. Tanto unos como otros, a partir de un problema, formulan una hipótesis y luego proponen qué debería observarse en la naturaleza si la hipótesis fuera cierta”.
Pero en ambos casos los procedimientos pueden ser distintos. “En general, frente a una hipótesis histórica, hay varias hipótesis competidoras, y se trata de ver si las observaciones explican mejor alguna de ellas”, dijo López de Casenave, y comparó con la resolución de un crimen, en que hay varias hipótesis en pugna.
Se suele pensar que el resultado de un experimento es inequívoco porque, según se supone, todo está controlado. Pero, para que a partir del experimento pueda observarse el fenómeno esperado, se tienen que cumplir otras hipótesis auxiliares, que permiten predecir un fenómeno a posteriori del evento. Un fenómeno que se da como consecuencia del evento también podría ser resultado de otro factor no contemplado.
Muchas de las hipótesis auxiliares se pueden poner a prueba, y otras, tal vez, no. Por ejemplo, cuando un investigador emplea determinados reactivos, por lo general no analiza la composición de cada uno. Enfrentado a un experimento que “falla” (cuando no observa el fenómeno predicho por la hipótesis en cuestión) puede pensar que se debe a que alguna hipótesis auxiliar no se cumple (por ejemplo, el reactivo podría haber estado en malas condiciones) en lugar de pensar que su hipótesis es falsa. En consecuencia, las hipótesis que se ponen a prueba mediante un experimento, en cierto modo, también son irrefutables.
En conclusión, “no hay una metodología distinta”, destacó el investigador, y subrayó, “no es menos correcta la forma de examinar la naturaleza mediante las hipótesis históricas que mediante las hipótesis experimentales”.
“Dejarlas afuera implica excluir una porción importante de la ciencia actual. Si uno examina con detalle cualquier hipótesis, incluso las experimentales, cabría preguntarse si existe alguna disciplina en las ciencias naturales donde no haya hipótesis históricas. Creo que no hay ninguna que no las incluya”, concluyó.